Frente a la devastación que sufren Galicia, Castilla y León y otras regiones, el PP recurre una y otra vez a conceptos como "incendio intencionado" o "actividad criminal pirómana", desorientando el debate público y desdibujando el problema real: el colapso del modelo de prevención y la ausencia de políticas forestales coherentes.
El humo dialéctico que nubla la realidad
Las llamas no son producto de un fenómeno sobrenatural, ni surgen de una coalición de malvados solitarios enmascarados. Sin embargo, el discurso oficial busca precisamente crear esa ficción colectiva. Al hablar constantemente de “intencionalidad” sin señalar agentes concretos, se evade deliberadamente la crítica efectiva a quienes sí tienen responsabilidad: gobiernos que recortan recursos, privatizan servicios y desvalorizaron el papel del Estado en la protección del territorio.
Esta retórica sirve como mecanismo de distracción. Al presentar al incendio como una conspiración piromana, se oculta el fuego real: un modelo institucional agotado que ha abandonado el monte, el mundo rural y los profesionales forestales.
¿Cómo nos quema esa estrategia discursiva?
El peligro de ese lenguaje engañoso es triple:
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Primero, construye una narrativa desgajada de la realidad, donde lo profundo (desmantelamiento de los servicios públicos) queda enterrado bajo lo superficial (episodios individuales de supuesta maldad).
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Segundo, empodera políticas represivas y ajustes de seguridad, porque si el incendio fuera obra de “criminales”, la respuesta más que preventiva tendría justificación policial o militar.
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Tercero, crea un escenario de resignación ciudadana: si el fuego viene de “pirómanos”, ¿qué puedo hacer desde el voto o la movilización?
La responsabilidad se diluye en la nebulosa del discurso sensacionalista.
El monte arde, la ciudadanía respira exigencia
Mientras tanto, la oposición y las plataformas vecinales vibran en acción real: en Galicia, Ponferrada, Salamanca, Castilla y León. Allí no se apelotona la indignación con frases vacías: exigen planificación forestal pública, inversión en prevención, profesionales estables, políticas que combinen desarrollo rural y protección ambiental. Estas son las herramientas mínimas que deben reconstruir la confianza y el territorio.
Por eso, cuando el PP repite su retórica hueca, lo que vemos en las calles es una verdad irrefutable: no basta con apagar llamas; hay que apagar el modelo que las alimenta.