Donald Trump, del reality show a ser el arma más efectiva de la plutocracia

El legado presidencial de Trump demuestra que es un personaje de la telerrealidad, un charlatán de feria, y que, a pesar de presentarse como un antisistema, no es más que un siervo del establishment

22 de Septiembre de 2024
Actualizado el 23 de septiembre
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Trump
Donald Trump

Donald Trump ha estafado a mucha gente a lo largo de su vida. Desde que entró en política con su candidatura para las elecciones de 2016 se presentó ante los ciudadanos como el hombre que iba a destruir el sistema. Falso. Lo único que hizo fue potenciar a los que controlan ese mismo sistema. No es una cuestión exclusivamente estadounidense, sino que en el mundo entero hay miles de millones de personas que siguen pensando que Trump es el antisistema que acabará con el capitalismo, el globalismo o lo que haga falta. Sin embargo, su legado como presidente, es decir, su memoria de hechos, demuestra todo lo contrario.

Para entender muchas cosas hay que irse unos años atrás, cuando Trump estaba totalmente arruinado, embargado por los bancos a los que engañó para que le dieran decenas de miles de millones de dólares, y que sobrevivía con una asignación mensual de esos mismas entidades financieras y con anuncios publicitarios de los productos más variopintos.

Hubo un hecho que cambió su vida porque le volvió a relanzar. Pasó, en unos pocos años, de ser el millonario fracasado de la década de los 80 a volver a ocupar los titulares gracias a un reality show llamado El Aprendiz. Trump lo aprovechó muy bien porque, como buen charlatán de feria, sabe venderse muy bien. Todo lo que ocurría en ese concurso televisivo estaba guinizado, los despachos y salas de reuniones eran falsos. En cambio, la gente se lo creyó y pensaba que Donald Trump era el hombre que hacía lo que decía. Y eso le valió para ganar una Presidencia de los Estados Unidos, porque los discursos electorales de Trump son los mismos que durante aventuras empresariales que terminaron en estafas (como su universidad). El mensaje era el mismo, el de la telerrealidad.

Un análisis de su legado demuestra que Trump no es ni un antisistema, que no va a hacer grande a Estados Unidos y que sólo es el arma para afianzar aún más la plutocracia dominante.

Donald Trump fue elegido presidente en 2016 tras una campaña de promesas que no cumplió, como ha hecho a lo largo de toda su vida, una gran parte de sus promesas emblemáticas, pero los éxitos de su administración en recortar impuestos, desmantelar regulaciones y remodelar el poder judicial sólo enriquecieron aún más a las grandes fortunas y a las multinacionales que son la base del sistema que él dice que va a destruir. La deuda nacional alcanzó máximos históricos hasta el punto de que la mayor economía del mundo estuvo a punto de quebrar, agencias de regulación extremadamente debilitadas, lo que permitió a sus colegas multimillonarios saltarse aún más las leyes y jueces ultraconservadores que garantizan, por un lado, que los crímenes de las grandes empresas, los bancos, las grandes fortunas quedarán impunes. Como se puede comprobar, valga el sarcasmo, exactamente lo que haría un antisistema.

Además de las consecuencias de sus políticas fiscales, que se han analizado en estas páginas repetidas veces a través de documentación oficial del gobierno de los Estados Unidos, la desregulación de Trump dejó a las agencias federales con poco personal, fondos insuficientes e incapaces de funcionar adecuadamente. Esto tuvo como consecuencia, por ejemplo, la gestión fallida de su administración a la pandemia de Covid19.

El poder judicial será el que permanecerá a la sombra de Trump por más tiempo. El ahora candidato republicano fue responsable de nombrar a más de 225 jueces federales y tres magistrados de la Corte Suprema con nombramientos vitalicios.

El entonces líder de la mayoría del Senado, Mitch McConnell, le hizo un regalo a Trump al negarse a celebrar audiencias en 2016 para el candidato de Obama para cubrir una vacante en la Corte Suprema. En abril de 2017, ese puesto fue ocupado por Neil Gorsuch, quien, a los 49 años, era el juez más joven del tribunal.

Aunque Trump comenzó su mandato con los republicanos controlando e Congreso y el Senado, su partido no pudo aprobar proyectos de ley importantes sobre temas como la inmigración y el aborto porque no pudo conseguir los 60 votos que necesitaba para terminar el debate en el Senado y llegar a una votación final. Los dos esfuerzos legislativos emblemáticos de Trump —sobre la atención médica y los recortes de impuestos— se aceleraron mediante el uso del proceso de reconciliación presupuestaria, que limita lo que se puede incluir en la legislación pero significa que el proyecto de ley no está sujeto a una votación final.

Trump presentó las reformas fiscales de 2017 de los republicanos como algo que beneficiaría principalmente a la clase media y crearía empleos.

Sin embargo, el límite que la nueva ley tributaria impuso a las deducciones de impuestos estatales y locales, junto con la eliminación de algunas deducciones hipotecarias, provocó una caída de un billón de dólares en las tasaciones de las viviendas en todo el país, un gran problema para las familias de clase media y trabajadora cuyo mayor activo financiero es el valor neto que tienen sus viviendas.

Esos recortes impositivos de 2017 sólo beneficiaron a los más ricos de Estados Unidos, incluidos algunos designados por Trump. De manera similar, las exenciones impositivas, que supuestamente tenían como objetivo estimular la inversión en barrios de bajos ingresos, fueron a parar a manos de inversores multimillonarios para proyectos que no eran nuevos o que son de dudoso valor, como un puerto deportivo para superyates en Florida.

Ya entonces se le advirtió de que esos recortes de impuestos incrementarían la deuda del país. Trump insistió en lo contrario. Fue una estafa en toda regla, como se ha visto años después de que abandonara la Casa Blanca. A pesar de la promesa de Trump de que los ingresos perdidos por los recortes de impuestos se recuperarían con aranceles y una mayor productividad, la deuda nacional siguió aumentando, incluso antes de la pandemia.

El déficit presupuestario de 1,56 billones de dólares de 2019 fue mayor que el de todos los años, salvo uno, de la administración Obama, que gastó 1,65 billones de dólares en 2010 en un esfuerzo por poner fin a la crisis económica de 2008. Más de un año después de firmar sus leyes fiscales, la propia Casa Blanca de Trump se refirió a la deuda nacional, que entonces ascendía a 22 billones de dólares, como una «grave amenaza para nuestra prosperidad económica y social». El daño ya estaba hecho, pero «Make America Great Again» hasta en la sopa.

El proyecto estrella de Trump, que recibió el apoyo unánime de los supremacistas blancos y de segregacionistas del Sur, era la construcción del muro en la frontera con México para impedir la entrada de migrantes. A principios de 2018, sin nada que mostrar de sus promesas de campaña y sin ninguna indicación de que México quisiera participar en la financiación del muro fronterizo, Trump le planteó al entonces secretario de Defensa, James Mattis, la idea de usar dinero destinado a las fuerzas armadas para construirlo.

Pasó casi un año antes de que Trump avanzara con este plan, lo que desencadenó una serie de impugnaciones legales, algunas de las cuales involucraron a la Corte Suprema . Los opositores dijeron que Trump no tenía la autoridad para reasignar miles de millones de fondos militares asignados por el Congreso.

El impasse por el dinero para el muro resultó en el cierre gubernamental más largo en la historia de Estados Unidos. El Congreso, ya con una mayoría demócrata en la Cámara, finalmente acordó darle a Trump parte de lo que solicitó, pero con algunas restricciones. Al presidente también se le permitió usar miles de millones que previamente habían sido asignados para la lucha contra el tráfico de drogas.

Este es Trump, el hombre que desmontó la Oficina de Ética de la Casa Blanca para que nadie le impidiera utilizar su cargo para hacer negocios personales, tanto de él como de sus familiares más cercanos. ¿Esto es ser un antisistema? Es el charlatán de reality show que se gana a la audiencia a través de decir o hacer lo que la gente quiere que diga o haga pero que, a la hora de la verdad, actuará sólo en beneficio propio. Sólo hay que ver quiénes son sus grandes donantes de campaña y lo entenderán mucho mejor.

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