Desde la crisis de 2008 se han producido una serie de elementos que han derivado en un incremento histórico de las ratios de desigualdad en todo el mundo. El 1% de la población del planeta ya controla cerca del 75% de la riqueza. Hay estudios de prestigiosas universidades que elevan ese acaparamiento al 85%. Sin embargo, lo que se demuestra es que existe un patrón de comportamiento muy marcado del que son cómplices todos los gobiernos de las economías avanzadas. Esta es una de las causas más importantes del crecimiento de la desafección, no sólo hacia la clase política, sino hacia el sistema democrático.
Los efectos de la riqueza excesiva se pueden verificar en todas las sociedades avanzadas. Elementos fundamentales para el bienestar ciudadano están afectados como los altos precios de los alquileres que son consecuencia de la adquisición compulsiva de viviendas por parte de capital privado. También es evidente que afecta a las estructuras impositivas laxas para las rentas más altas que son la consecuencia del dominio multimillonario del sistema político.
La importancia de la riqueza excesiva
Desde el año 2008, fecha en la que las clases privilegiadas dieron su «golpe» para dominar el mundo, se ha hablado mucho sobre la desigualdad de ingresos. Más recientemente, importantes académicos, algunos de ellos galardonados con el Premio Nobel han comenzado a abordar la cuestión más importante de la desigualdad de riqueza.
Sin embargo, reducir la desigualdad de riqueza no consiste sólo en aumentar la riqueza de quienes tienen muy pocos activos. También requiere establecer estándares sobre lo que significa tener demasiado y obligarlos a hacerles cumplir con la sociedad. Eso es responsabilidad de la clase política.
Desde los sectores conservadores y liberales se pretende inculcar a la ciudadanía la máxima de que no importa cuánto ganen los ricos, siempre que otros puedan salir adelante. Si hay oposición a esa teorización, entonces comienzan las acusaciones. No se trata de que la economía sea de suma cero y que la única manera de mejorar el bienestar de los de abajo sea quitándoles a los de arriba. Tampoco se defiende que todos deban tener el mismo nivel de riqueza, como se pretende desde el poder hacer creer a las clases medias-altas.
Lo que es indiscutible es que hay un límite después del cual el aumento de la riqueza genera más daño que bien. Ese momento llega cuando la riqueza excesiva engendra más riqueza excesiva. Algunas personas excesivamente ricas o grandes multinacionales de todos los sectores acaparan fortunas y activos superiores al PIB de países enteros. Los ultrarricos se comportan con un hambre insaciable de más riqueza y poder individuales, pasando por encima de quien o de lo que haga falta.
Esto provoca que la acumulación de riqueza excesiva sea un peligro inherente para la sociedad y las instituciones que la fortalecen, sostienen y mantienen: los gobiernos democráticos de todos los colores políticos. Conceptualmente, el umbral de riqueza excesiva es el punto en el que un individuo puede tomar como rehén a un gobierno legítimamente elegido por la ciudadanía o dañar de otro modo las instituciones democráticas.
La manera en la que la riqueza excesiva pone en peligro la democracia se vuelve más claro si se analiza el «ciclo de vida» de la riqueza: desde el momento de su extracción hasta cómo se almacena y cómo esa riqueza compra influencia política que afianza su poder. Para interrumpir este patrón, las políticas públicas deben, como mínimo, implementar políticas que graven la riqueza para reducir la concentración excesiva a lo largo del tiempo.
Extracción de riqueza
La riqueza puede provenir de muchas fuentes y no toda la acumulación proviene de la explotación. Hay personas que se vuelven ricas gracias a la suerte o al talento. Sin embargo, los excesivamente ricos no son, en general, propietarios de negocios ni jubilados que han acumulado su riqueza personal lentamente o mediante pequeñas herencias. Más bien, la riqueza excesiva casi invariablemente se origina en la extracción de riqueza de las personas, el planeta y el sistema político.
La evolución de la riqueza demuestra que la mayoría de las veces se extrae de las personas mediante mano de obra explotada
El capitalismo es un sistema que se ha construido, fundamentalmente, sobre las espaldas de los trabajadores explotados que, a pesar de que han ido logrando derechos con el paso del tiempo, sigue ocurriendo lo mismo. Una de las revoluciones capitalistas que se generaron en 2008 fue la uberización de las relaciones laborales. Se han retrocedido décadas tanto en los niveles salariales como en los derechos de los trabajadores. La explotación está volviendo a épocas anteriores a las guerras mundiales del siglo XX.
Eso sí, ese escenario se ha logrado en un momento en el que la creación de una falsa prosperidad tras la caída del Muro de Berlín derivó en la destrucción de la conciencia de clase y, en consecuencia, en el aborregamiento más absoluto. Nada de lo que está sucediendo en la actualidad se habría permitido con una rebelión obrera en contra de la explotación o de la codicia corporativa.
La riqueza excesiva, una vez adquirida, suele ser dinástica y multigeneracional . Esta es la razón por la que las familias más ricas del mundo continúan enriqueciéndose. Las familias más ricas poseen algunas de las marcas más notables del mundo y tienen en sus manos industrias poderosas, y continúan acumulando y transmitiendo riquezas exorbitantes y, en consecuencia, poder e influencia.
La riqueza también se extrae a través de sistemas y estructuras políticas. Las adjudicaciones públicas, movidas y negociadas en muchos casos por los grandes despachos de abogados o las más importantes empresas consultoras, es una forma con la que las grandes fortunas logran extraer su riqueza. Los contratos de defensa, por ejemplo, son un nicho de negocio tan grande que demuestra que la guerra sigue siendo, para estas grandes multinacionales armamentísticas, un negocio demasiado lucrativo como para permitir la paz.
Las reglas que rigen la atracción de riqueza hacia la riqueza no son leyes de la naturaleza ni son inmutables. Estos sistemas y estructuras están diseñados para extraer la máxima cantidad de dinero de aquellas comunidades que menos pueden permitírselo. Por ejemplo, la crisis de deuda que tienen las economías avanzadas son una consecuencia directa de la explotación salarial actual, dado que las empresas, mientras obtienen beneficios récord que engordan las carteras de sus directivos y máximos accionistas, no transfieren ese crecimiento en sus trabajadores, les mantienen bajos los salarios y, para poder sobrevivir, esos empleados requieren de la asistencia social que pagan los Estados.
Acaparamiento de riqueza
Una vez que la riqueza se extrae y se concentra en manos de los excesivamente ricos, esa riqueza se almacena y atesora. Hay dos formas principales: privada y pública.
Los ultrarricos utilizan el capital privado para mejorar sus carteras a largo plazo y crear monopolios que consoliden su poder, influencia y control de las vidas de los ciudadanos. Según un informe de la Unión de Bancos Suizos (UBS los inversores multimillonarios prefieren el capital privado: casi el 60% busca recaudar inversiones directas de capital privado y el 55% busca invertir en fondos.
El año pasado, Jeff Bezos, el máximo accionista de Amazon, donó 120 millones de dólares para luchar contra la falta de vivienda. Sin embargo, también invirtió más de 500 millones de dólares en una corporación que probablemente empeorará la situación. Al respaldar a una empresa de inversión inmobiliaria que está adquiriendo viviendas unifamiliares, Bezos está dificultando que los ciudadanos compren una casa o consigan una vivienda de alquiler asequible. Estas políticas especulativas de los multimillonarios derivan en un incremento de los niveles de pobreza y sinhogarismo.
Las políticas públicas también ayudan a impulsar la acumulación de riqueza. Aunque millones de personas dependen de Estados para obtener servicios y beneficios sociales, los gobiernos facilitan el acaparamiento de riqueza a través de un sistema tributario manipulado para mantener una riqueza excesiva.
En su nivel más básico, los sistemas impositivos de las economías avanzadas no son lo suficientemente progresivos, ya que gravan la riqueza excesiva al mismo tipo que la riqueza moderada.
Además, por si fuera poco, tanto en Estados Unidos, Canadá, o la Unión Europea los ingresos derivados de la riqueza se gravan a una tasa mucho más baja que las rentas del trabajo del trabajo. En la gran mayoría de los países, los impuestos sobre la renta sobre las ganancias de capital solo aplican si el activo se vende. Las ganancias de capital a corto plazo sobre activos mantenidos durante un año o menos se gravan según los tramos ordinarios del impuesto sobre la renta, pero las ganancias a largo plazo sobre activos mantenidos durante más de un año obtienen tasas preferenciales. Esta es la razón por la que, por ejemplo, el multimillonario Warren Buffett dijo que pagaba una tasa de impuestos más baja que la de su secretaria .
A todo lo anterior hay que sumar la cuestión del tipo impositivo efectivo. Los extremadamente ricos a menudo pueden proteger por completo la mayor parte de su riqueza del impuesto sobre la renta. Por ejemplo, según datos de la Reserva Federal de los Estados Unidos sobre ingresos y riqueza de los hogares, los multimillonarios estadounidenses poseían colectivamente en 2022 al menos 8,5 billones de dólares de «ganancias de capital no realizadas». La tasa impositiva sobre las ganancias de capital no realizadas es cero. Como resultado, estos hogares pagaron unos impuestos efectivos de sólo el 4,8%.
La complicidad de los gobiernos democráticos con la acumulación de riqueza de los millonarios y las grandes empresas se comprueba en el abuso de las donaciones filantrópicas. Se supone que la filantropía es un medio para que la gente apoye el bien público. Sin embargo, está sirviendo como otra forma en que el sistema tributario beneficia desproporcionadamente a los excesivamente ricos y les permite acaparar su riqueza evadiendo impuestos.
Cuando los ricos crean fundaciones y aportan dinero a estas organizaciones, reciben beneficios fiscales. Por cada dólar o euro donado por los multimillonarios, los Estados pierden más de un 70% de ingresos.
Finalmente, los sistemas tributarios de las economías avanzadas de las democracias occidentales están plagados de lagunas que permiten a los excesivamente ricos y a la industria de defensa de la riqueza ejecutar trucos y aprovechar grandes áreas grises para explotar el sistema legalmente.
Esta industria de defensa de la riqueza, compuesta por consultores, grandes despachos de abogados, contadores, administradores de patrimonio y otros, emplea diversas herramientas para ocultar el patrimonio y evitar impuestos. El único propósito profesional de la industria de defensa de la riqueza es garantizar el mantenimiento y el crecimiento de la riqueza excesiva.
Secuestro de los gobiernos
Finalmente, la riqueza excesiva daña a los gobiernos y los procesos democráticos. Los ultrarricos utilizan su riqueza excesiva para infiltrarse e impactar todos los niveles y aspectos de la sociedad. Cuando los gobiernos están en deuda con los excesivamente ricos o las grandes empresas, no representan al pueblo.
Los politólogos estadounidenses Martin Gilens y Benjamin Page señalaron en un estudio que es referencia universitaria a nivel mundial que «los grupos de interés de masas y los ciudadanos promedio tienen poca o ninguna influencia independiente» en las políticas nacionales. En resumen, Los gobiernos democráticos actuales ya se parecen más a una plutocracia que a una democracia.
La forma más obvia en que se produce el control de las élites es a través del apoyo financiero de políticos, políticas o leyes específicas. Pero el secuestro de los gobiernos por parte de los ultrarricos y de las grandes corporaciones también ocurre de maneras más sutiles. Los negocios opacos influyen en las leyes y dan forma a las reglas sin el conocimiento o la capacidad del pueblo para cambiarlos.
El funcionamiento de este sistema es cíclico. Las personas con riqueza excesiva utilizan su poder político para adquirir más riqueza y poder. El sistema político, en resumen, se utiliza para normalizar la extracción continua y siempre intensificada de riqueza.