Más allá de la tragedia material y, sobre todo, humana que ha supuesto la DANA que ha arrasado diferentes regiones de España, sobre todo en la provincia de Valencia, lo que está demostrando esta masacre es la grandeza del pueblo español y que cada ciudadano vale 1.000 veces más que toda la clase política junta.
La ciudadanía se ha movilizado sin que nadie les llame. Primero fueron los valencianos, este fin de semana largo ha sido el resto de España. No se trata sólo de solidaridad con los afectados, es responsabilidad, la misma que no están aplicando todos aquellos que han sido elegidos para representar al pueblo.
La movilización está superando todo lo que se podría esperar. Las imágenes que los compañeros de todos los medios de comunicación que se han desplazado a las poblaciones más afectadas están transmitiendo han movilizado a toda la ciudadanía. Quien más quien menos, en la medida de sus posibilidades, está aportando. Es más, nuevamente se ha demostrado que son los trabajadores los están dando incluso lo que no tienen para Valencia y otras regiones afectadas por la DANA.
En el otro lado está la clase política, la que, mientras el pueblo se levanta para dar la mano a los que ahora lo necesitan todo, ellos se mantienen en sus luchas partidistas, en echarse en cara tal o cual cosa. La propia frase de Pedro Sánchez en la que ha dicho que «el gobierno central está listo para actuar, si la Generalitat necesita más recursos que los pida. Las autoridades valencianas conocen el terreno mejor que nadie, saben lo que hay que hacer y si no tienen recursos suficientes que los pidan de nuevo a la Administración General del Estado» ha sido objeto de controversia política, primero porque el presidente no se ha expresado bien y sus palabras podrían haber sido interpretadas como colocar la pelota en el tejado de la Generalitat Valenciana. En segundo término, porque ha sido aprovechada de inmediato por Alberto Núñez Feijóo para atacar al gobierno.
Lo que está claro es que se está produciendo una descoordinación absoluta entre administraciones gobernadas por distintos partidos y un retraso en la llegada de medios materiales y humanos del Ejército, las Fuerzas de Seguridad del Estado y de otros cuerpos de emergencia que se podrían haber trasladado a las zonas afectadas desde hace tiempo.
En una emergencia de este tipo, en el que puede haber más de 1.000 muertos, las formalidades y la burocracia sobran. Los gobiernos, tanto el central como los autonómicos, tienen herramientas legales para activarse. No se ha hecho y se han mantenido las formalidades. La sensación que existe es que no se quería un enfrentamiento político. En cambio, se trata de salvar vidas. En un escenario así, y disculpen la expresión, ¡a la mierda las competencias y los formalismos!
La clase política española actual está demostrando que no es mediocre, que es peor que eso. Cuando unos dirigentes no están a la altura que su pueblo, no son dignos de estar donde están porque han traicionado el mandato que se les dio en las elecciones. Todos, no se salva ni uno, ni derechas, ni izquierdas, ni extrema derecha, ni extrema izquierda, ni los autoproclamados salvadores de la patria.
Este es otro aspecto que está provocando la clase política española, están dando pábulo a los populistas y, en parte, de cara al ciudadano, se les está dando la razón. Los partidos democráticos se echan las manos a la cabeza porque la extrema derecha está creciendo y no se explican la causa. Ahora la tienen. Mientras los políticos se pasan el tiempo echándose en cara todo lo que se puedan echar, incluso lo que no existe, los populistas lanzan mensajes como «al pueblo sólo le salva el pueblo» o que España es un Estado fallido y, en consecuencia, hay que terminar con la democracia.
En una situación como la actual, en la que ya hay más de 210 muertos y más de un millar de desaparecidos, la descoordinación entre administraciones, la ausencia de recursos, un mensaje de ese tipo es muy poderoso y cala en medio de la indignación, tanto entre los afectados directos como entre los que están prestando su ayuda. En las próximas horas se verá a alguno de estos populistas subido en un camión haciendo proclamas con un megáfono y culpando de la situación a la partitocracia. Casualmente, son los mismos que niegan el cambio climático que es la causa principal de estos fenómenos meteorológicos extremos.
Hay que recordar que en Estados Unidos el crecimiento de los movimientos supremacistas y de extrema derecha que soportan a Donald Trump, junto al odio a Washington, se comenzó a gestar en la tragedia del huracán Katrina y la inoperancia del entonces presidente George W. Bush. Que tome nota Pedro Sánchez porque la historia es cíclica.
Con esta clase política España ha tocado fondo. El tiempo para revertir esta situación se les está acabando porque los bárbaros ya han ganado la batalla del relato.