Helicópteros contra cabras: la costosa estupidez de los políticos que quema España

La nueva ola de incendios, más allá de la influencia del cambio climático, es una última llamada de atención para los políticos sobre que deben escuchar a los agricultores y los ganaderos y, sobre todo, dejarles trabajar

13 de Agosto de 2025
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Helicópteros contra cabras
Imagen creada con IA con la herramienta Grok

Los grandes incendios forestales, como los que se están sufriendo en la práctica totalidad del territorio español, se han convertido en una de las mayores amenazas para el medio ambiente y las comunidades en España. Sin embargo, en la lucha contra esta devastadora plaga, los expertos señalan la clave, una solución ancestral y eficaz: la agricultura y la ganadería extensiva. Lejos de ser actividades meramente económicas, el pastoreo y el cultivo de la tierra se erigen como los verdaderos guardianes del monte, creando una barrera vital que frena el avance del fuego.

Ejército de cuatro patas

El ganado, especialmente las cabras y ovejas, actúa como un eficaz equipo de "bomberos biológicos". Al pastar, estos animales no solo se alimentan, sino que también realizan un crucial trabajo de desbroce natural. Consumen hierbas, matorrales y brotes jóvenes, reduciendo la cantidad de combustible vegetal que se acumula en el sotobosque. Este material seco y denso es el que permite que un pequeño fuego se convierta rápidamente en un incendio incontrolable.

La labor del ganado es especialmente importante en las zonas de interfaz urbano-forestal, donde los montes se encuentran con los pueblos. Al mantener estos espacios limpios, los pastores crean cortafuegos naturales que protegen directamente las viviendas y las infraestructuras. Distintos estudios de prestigiosos centros de investigación demuestran que el pastoreo puede reducir la carga de combustible en el monte entre un 50% y un 80%, un dato que subraya su importancia crítica.

Diversos proyectos demuestran la efectividad y la viabilidad del pastoreo como herramienta de prevención. En el estado de California, en el Condado de Napa, una de las zonas más afectadas por los incendios, se ha demostrado que el pastoreo de ganado vacuno reduce la probabilidad de incendios en un 45% en comparación con zonas sin pastoreo. Además, la utilización de ganado en áreas prioritarias identificadas por los bomberos y los servicios de emergencia reduce aún más el riesgo, convirtiendo estas zonas en espacios más seguros y de fácil acceso para los equipos de extinción.

En Portugal, un país asolado por los incendios, el Proyecto OPEN2PRESERVE, financiado por la Unión Europea, está recuperando prácticas tradicionales de pastoreo con ovejas y caballos en la región de Trás-os-Montes. Utilizando tecnología como el GPS para controlar a los animales, se crean cortafuegos de manera eficiente, combinando la sabiduría ancestral con herramientas modernas para hacer los paisajes más resilientes al fuego.

En Andalucía, la Red de Áreas Pasto-Cortafuegos (RAPCA), es un caso de éxito que ha servido de modelo en otros lugares. El programa andaluz compensa económicamente a los ganaderos por el servicio ambiental que prestan al desbrozar el monte. Este sistema de “pago por servicios ambientales” ha demostrado ser una forma eficaz de integrar a los pastores en la estrategia de prevención de incendios, generando beneficios para el medio ambiente y para la economía rural.

El pastoreo no es una simple suelta de animales. Su eficacia como herramienta de prevención reside en la correcta aplicación de diversas técnicas de manejo del ganado. Por un lado, está el pastoreo dirigido o rotacional, una de las técnicas más efectivas. Consiste en dirigir al ganado, mediante cercados móviles o la presencia del pastor, hacia zonas específicas y críticas que necesitan ser desbrozadas. Al concentrar a los animales en un área concreta por un período corto de tiempo, se asegura que el ganado consuma la biomasa de manera intensiva. Después de un tiempo, los animales son trasladados a otro sector, permitiendo que la zona anterior se recupere. Este método evita la sobreexplotación y es ideal para crear y mantener cortafuegos biológicos en puntos estratégicos.

También está el pastoreo selectivo. Distintas especies de ganado tienen diferentes preferencias alimenticias. Mientras que el ganado vacuno tiende a consumir las hierbas, las cabras son especialistas en comer matorral, zarzas y arbustos leñosos, que son el principal combustible de los incendios de alta intensidad. Al utilizar la especie adecuada en cada tipo de terreno, los ganaderos optimizan la reducción de la carga de combustible de forma más precisa. Las cabras se convierten así en las "podadoras" perfectas para el monte mediterráneo.

Una técnica también muy efectiva es el pastoreo en mosaico que busca crear un paisaje heterogéneo y discontinuo. En lugar de desbrozar áreas enteras, el pastoreo se realiza de forma que se alternen zonas pastadas con otras no pastadas. Esto crea un "mosaico" de vegetación que dificulta la propagación continua del fuego, ya que este pierde fuerza al encontrar áreas con menos combustible. Este método también fomenta la biodiversidad, al mantener microhábitats variados.

Estos ejemplos muestran que, bien gestionada, la ganadería extensiva es una estrategia efectiva, sostenible y multifuncional para la gestión del paisaje y la reducción del riesgo de incendios a gran escala. El desafío para las administraciones es reconocer y apoyar económicamente estas actividades, no como un simple sector productivo, sino como un servicio ambiental vital.

Agricultura, el cortafuegos verde

La agricultura, en particular los cultivos de secano y los mosaicos agrícolas, también juega un papel fundamental en la prevención de incendios. Los campos de cereal, los viñedos o los olivares no solo producen alimentos, sino que también actúan como cortafuegos naturales. A diferencia de un bosque denso, un campo cultivado es una zona con poca carga de combustible, lo que dificulta la propagación del fuego.

La pérdida de tierras de cultivo, un fenómeno conocido como la desagrarización, es uno de los principales factores detrás de la proliferación de incendios. Cuando se abandonan los campos, estos se llenan de matorral y vegetación seca, transformándose en una trampa de combustible altamente inflamable. La recuperación de la actividad agrícola no es solo una cuestión de desarrollo rural, sino una estrategia directa y efectiva para revitalizar el paisaje y hacerlo más resiliente frente al fuego.

La importancia de la agricultura en la prevención de incendios ha sido demostrada con éxito en diversas regiones del mundo, a través de la implementación de técnicas específicas. En el Valle de Ojai, California, tras varios incendios devastadores, se ha promovido el cultivo de aguacates, cítricos y olivos en las laderas y zonas de interfaz urbano-forestal. Estos cultivos, con una alta humedad y baja carga de combustible, actúan como barreras eficaces que han frenado el avance del fuego en múltiples ocasiones. La estrategia se basa en la idea de que una franja de tierra cultivada puede desviar la dirección y reducir la intensidad de las llamas, protegiendo las comunidades cercanas.

Por otro lado, en países como España, Portugal e Italia, la existencia de viñedos, campos de cereal y olivares intercalados con masas forestales crea lo que los expertos denominan un "mosaico de paisaje". Este mosaico fragmenta la continuidad de la vegetación forestal, impidiendo que los incendios se conviertan en grandes incendios de copa. Los fuegos que se originan en el monte pierden fuerza al llegar a estas zonas de baja combustibilidad, facilitando su control por parte de los equipos de extinción.

Para maximizar el efecto cortafuegos, no basta con cultivar. Es necesario aplicar técnicas de manejo que han demostrado ser muy efectivas. La labranza del suelo después de la cosecha, especialmente en los campos de cereal, elimina los restos de paja y hierba seca que podrían actuar como combustible. Mantener los cultivos limpios y las cunetas desbrozadas reduce la probabilidad de que un incendio se inicie o se propague. El cultivo de variedades agrícolas que mantengan una mayor humedad durante el verano también es una estrategia eficaz.

La selección de cultivos es crucial. Las plantas leñosas como el olivo, el almendro y la vid son excelentes para la prevención. Su bajo contenido en combustible seco y su alto porcentaje de humedad los convierten en barreras naturales muy resistentes al fuego. Fomentar la plantación de estos cultivos en zonas estratégicas ayuda a crear paisajes más seguros.

La agricultura no solo beneficia al propio cultivo, sino que obliga a una gestión del entorno. Los agricultores suelen limpiar y desbrozar los márgenes de sus fincas, los caminos y los linderos, reduciendo la carga de combustible en áreas que, de otro modo, quedarían abandonadas y se convertirían en focos de riesgo.

Solución sostenible

La importancia de estas actividades va más allá de la prevención de incendios. El fomento de la ganadería y la agricultura extensiva promueve la biodiversidad, protege las razas autóctonas, ayuda a fijar población en las zonas rurales y produce alimentos de calidad. Es un círculo virtuoso en el que la naturaleza, la economía y la seguridad se benefician mutuamente. El desafío para las administraciones es reconocer y apoyar económicamente estas actividades, no como un simple sector productivo, sino como un servicio ambiental vital.

El monte no solo se defiende con agua y helicópteros. El mejor bombero, a menudo, es un pastor que, con su rebaño, mantiene viva una tradición que se revela como una de las estrategias más poderosas para proteger el patrimonio natural. El futuro del monte español bien podría depender de la vitalidad de sus campos y de la persistencia de sus pastores.

El conocimiento rural choca con la política

Del mismo modo que los gobernantes tienen asesores (en ocasiones, demasiados) para cuestiones técnicas relacionadas con industria o tecnología, los políticos han hecho oídos sordos a agricultores y ganaderos que son los que, en realidad, lo conocen todo del campo y, en consecuencia, son los mayores expertos a la hora de buscar soluciones e implementar estrategias para la prevención de incendios.

A pesar de la probada eficacia de la agricultura y la ganadería como herramientas de prevención de incendios, la implementación de estas soluciones ancestrales choca a menudo con la ineficacia y la ineptitud de la clase política. Mientras en el mundo rural se tiene un conocimiento profundo del paisaje y de las prácticas de manejo que lo mantienen resiliente, las decisiones se toman, con demasiada frecuencia, desde despachos lejanos y sin una comprensión real del problema o, lo que es peor, con una mirada urbanita.

El principal problema radica en la desconexión entre la élite política y la realidad del campo. Los planes de prevención de incendios suelen estar diseñados por técnicos que, si bien tienen una formación teórica, carecen de la experiencia de quienes viven del monte. El resultado son planes rígidos, burocráticos y, a menudo, inviables en la práctica.

En muchos casos, normativas medioambientales, sanitarias o urbanísticas, aunque bien intencionadas, dificultan o prohíben las prácticas de pastoreo y desbroce. Por ejemplo, leyes que restringen el movimiento del ganado o que exigen permisos complejos para labores de desbroce manual, hacen más costoso y menos atractivo para los ganaderos y agricultores su labor preventiva.

Se invierten millones de euros en soluciones de alta tecnología como drones o helicópteros, mientras que los programas de apoyo a la ganadería extensiva son insuficientes o están llenos de trabas burocráticas. La mayoría de las ayudas se centran en la extinción del fuego, una vez que ya es tarde, en lugar de en la prevención, que es donde el dinero y el esfuerzo son más efectivos. El dinero para desbrozar se destina a contratar empresas que usan maquinaria pesada, en lugar de compensar a los pastores que lo hacen de forma sostenible y continua.

La política de prevención de incendios está marcada por el cortoplacismo. Los políticos buscan soluciones rápidas y visibles, que generen titulares y votos. La imagen de un helicóptero lanzando agua es más impactante que la de un pastor cuidando a su rebaño. Esto lleva a una inversión desproporcionada en medios de extinción en lugar de en la gestión forestal a largo plazo.

Además, los responsables políticos a menudo ignoran las advertencias de los expertos rurales y de las organizaciones agrarias. Se proponen soluciones, como los grandes cortafuegos de maquinaria pesada, que en muchos casos no solo son ineficaces, sino que pueden ser perjudiciales para el ecosistema. Mientras tanto, las soluciones de pastoreo rotacional o de creación de mosaicos agrícolas, respaldadas por décadas de experiencia y estudios científicos, languidecen por falta de apoyo y financiación.

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