Desde la muerte de Franco, España no ha sido una democracia que se sustentaba en el personalismo. Ha habido figuras con personalidad en la Presidencia del Gobierno, pero, independientemente de la ideología, existía una sensación de liderazgo. Ahora, con Pedro Sánchez en la Moncloa, todo se focaliza en la exaltación del líder, como sucede en las autocracias, porque los resultados de su gestión son nefastos.
La macroeconomía crece, eso es cierto, pero también lo hacía con otros gobiernos. Sin embargo, desde los órganos de propaganda sanchistas y monclovitas se pretende trasladar a los españoles que su gestión está orientada a las personas. Eso es falso, porque sólo se están beneficiando las grandes empresas de esa buena supuesta buena marcha de la economía. A las clases medias y trabajadoras sólo les quedan los despojos. Y eso es responsabilidad única y absoluta de Pedro Sánchez.
Los datos del paro registrado del mes de agosto han vuelto a confirmar uno de los puntos más crueles y violentos que están provocando las políticas de Sánchez. El número de personas en situación de desempleo registradas en las Oficinas del Servicio Público de Empleo Estatal (SEPE), al finalizar el mes de agosto, se ha incrementado en 21.884 personas (0.86%) en relación con el mes anterior. Sin embargo, la realidad está en los cerca de 200.000 cotizantes perdidos.
No es un problema sólo de cifras sino que es la demostración de que, tal y como se ha advertido durante años en este Ágora, la reforma laboral de Sánchez es la mayor estafa de la historia para las clases medias y trabajadoras.
Los propios datos del SEPE, los que Sánchez no quiere que se conozcan, demuestran que el paro no se disparó sólo en el sector servicios, lo que es lógico por la conclusión de los contratos temporales y precarios del turismo, sino que también ha repuntado en los sectores industriales.
Es muy preocupante que en la España de Sánchez las subidas y bajadas del paro sean tan previsibles. Mientras esto siga así, se demostrará que el líder supremo está siendo absolutamente incapaz de cambiar el modelo productivo que condena a los trabajadores a empleos de baja calidad: temporales, estacionales y de salarios más propios de un país en desarrollo que de la cuarta economía de la Unión Europea.
Las cifras oficiales demuestran también que el empleo en la España de Sánchez está cada vez más troceado. La propaganda sanchista y monclovita afirmará que la contratación indefinida mejora. Sin embargo, la realidad de los datos del SEPE es que sólo un 42% de esos indefinidos es a jornada completa, un 34% fueron fijos discontinuos y el resto son jornadas parciales.
Las políticas laborales del gobierno Sánchez se resumen en peores condiciones de vida, con salarios parciales o discontinuos, como se traslada en las cifras de contratación. El líder supremo vive para la propaganda pero es incapaz de gobernar para resolver los verdaderos problemas de la ciudadanía. Cuando un miembro del Ejecutivo sanchista afirma que gobiernan para las personas, mienten tanto como el propio Sánchez, puesto que sus políticas no están garantizando una contratación y unos salarios sólidos. Hasta que eso no ocurra, hablar de recuperación económica no es más que una mentira más.
A Sánchez ni se le ha pasado por la cabeza el impulso de nuevos nichos de empleo. El Tribunal de Cuentas de la UE ha advertido al gobierno sanchista respecto a la falta de uso de los Fondos Europeos, unos fondos que deberían ser el motor del empleo reindustrializador y tecnológico, pero no se están notando en ese campo.
Por ejemplo, el envejecimiento de la población debería ser una oportunidad para la economía de los cuidados. En cambio, no está siendo atendido como debe, con medios personales y económicos para hacer del sociosanitario un pilar social y de empleo digno.
Desde la secta sanchista y sus seguidores alienados se dirá que siempre sube el paro en agosto. Es cierto, pero la mala marcha del empleo se notó incluso durante los meses en los que el turismo genera puestos de trabajo que inflan las estadísticas pero que son cada vez más precarios y expuestos a abusos.
Cuando la ministra de Hacienda, María Jesús Montero, se puso histérica a la hora de afirmar que nunca había tanta gente trabajando en España, no hace más que levantar la voz para tapar una gran mentira. Es cierto que hay más de 20 millones de cotizantes, pero las horas trabajadas se están desmoronando a límites históricos.
En la Encuesta de Población Activa (EPA) del segundo trimestre se demostró que la estacionalidad sigue siendo el soporte de la creación de empleo en España, dado que el 70% de los nuevos trabajos están en el sector servicios, es decir, el más precario, el que más fraude y abusos genera y el que cuenta mayor tasa de temporalidad.
La situación social en la España de Sánchez es catastrófica y violenta, por más que no haya habido aún protestas violentas por el incremento de la vulnerabilidad y los índices de pobreza. El gobierno debe darle muchas veces las gracias a la economía sumergida y al escudo familiar, que son los que están sosteniendo la paz.
Los aparatos de propaganda sanchista y monclovita llevan meses diciendo que España iba a tener un verano récord en turismo. En cambio, se crea menos empleo. ¿Eso es lógico o es que la lógica del mercado laboral de la España de Sánchez es la del mayor nivel de abuso de la historia? Los ciudadanos de todo el país se están levantando en contra de un nuevo tipo de turismo basado en la aglomeración en vez de en el valor añadido. Los nuevos modelos de alojamiento, que el gobierno está intentando frenar en la medida de sus competencias, además de tener un impacto demoledor en el mercado de la vivienda, no genera empleo. Tampoco se ha frenado la digitalización desenfrenada, incluso con la utilización de tecnologías que han fracasado en otros países. Todo eso determina que a un mayor número de turistas se crea menos empleo y, en consecuencia, el volumen de abusos empresariales sube exponencialmente. No hay más que ver las condiciones de las ofertas de trabajo en los sectores relacionados con el turismo.
Sánchez ha conseguido que la izquierda, tanto militante como votante, se trague con este escenario bajo el argumento de «esto es mejor que Abascal gobierne». Sí, evidentemente, jamás puede ser aceptable que la extrema derecha ocupe el poder. Pero eso no lo justica todo, no puede ser la cortina de humo que oculte la realidad catastrófica que se está viviendo con un gobierno en el que sobran las buenas intenciones pero carente absolutamente de soluciones.