Y Abascal acariciando un gato…

La no validación del decreto ómnibus y la no revalorización de las pensiones ha generado una guerra política entre PP y PSOE que sólo favorece un mayor crecimiento de la extrema derecha

28 de Enero de 2025
Actualizado el 29 de enero
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Abascal acaricia gato (1)
Imagen creada con la herramienta de IA Grok

El terremoto político provocado por la votación del Congreso de los Diputados en la que Partido Popular, Vox y Junts tumbaron la validación del decreto ómnibus del gobierno, un decreto en el que se encontraban medidas tan importantes para la ciudadanía como la revalorización de las pensiones, las ayudas al transporte público y a los afectados de la Dana, entre otras muchas cosas.

Esto ha generado una guerra política entre los dos principales partidos, PP y PSOE, en la que ambas formaciones se culpan recíprocamente de este suceso que, de momento, ha dejado a los pensionistas sin la subida que tienen reconocida por ley.

Más allá de quien tenga razón o deje de tenerla, se está dando, una vez más, un espectáculo bochornoso que sólo tiene un beneficiario: la extrema derecha. Es cierto que quien votó en contra del decreto ómnibus fue el Partido Popular, lo mismo que fue el gobierno quien incluyó una serie de medidas que las derechas no iban a dejar pasar, sobre todo en lo relacionado con la protección de los desahucios para las familias vulnerables que el PP cataloga como ayuda a los okupas, metiendo a todas las personas y familias con situaciones económicas sobrevenidas en el mismo saco, sea cual sea su escenario vital.

Insistimos, más allá de dónde se encuentre la razón, el espectáculo que están dando es una muestra más de que la democracia española está en grave peligro y, una vez más, de que ni el PP de Alberto Núñez Feijóo e Isabel Díaz Ayuso ni el PSOE de Pedro Sánchez, están capacitados para gobernar en el escenario sociopolítico actual. Mientras tanto, Santiago Abascal disfruta en su despacho de esta nueva guerra acariciando un gato negro y contemplando como su base electoral se dispara.

Los dos principales partidos han iniciado ahora una guerra política con un asunto que es sagrado para la ciudadanía: las pensiones. Por esa razón, la gran mayoría de las personas, estén jubiladas o en activo, creen que la polémica del decreto ómnibus no es más que una cuestión de cálculo político y del juego de los partidos que han dado la espalda a los problemas reales del pueblo. Mientras tanto, la extrema derecha lo utiliza para presentarse como ha hecho Donald Trump en Estados Unidos, es decir, como los que van a acabar con un sistema que es capaz de jugar con el pan de las personas por meros cálculos de estrategia partidista. Esto se acrecentará aún más si, finalmente, el gobierno no desliga la revalorización de las pensiones del resto de medidas, como parece que está tentado de hacer. 

Debilidad del sistema democrático

Uno de los factores fundamentales que determinan el ascenso de la extrema derecha en todo el mundo es, precisamente, que la ciudadanía percibe la debilidad del sistema democrático. Los ciudadanos ven una falta de legitimidad de los principales partidos por sus procesos de toma de decisiones calificados como injustos. Si a todo esto se une la frustración y la desilusión por la falta de capacidad para responder a las necesidades de la población que, un incremento de la polarización que lleva a la incapacidad para generar consensos en los asuntos que afectan directamente a la vida de las personas y las gravísimas consecuencias personales y familiares de las crisis económicas, entonces tenemos un cóctel explosivo que sólo beneficia a la extrema derecha.

Esa debilidad institucional erosiona la confianza de los ciudadanos en los sistemas políticos establecidos. La extrema derecha aprovecha esta desconfianza para presentar alternativas radicales y populistas con soluciones aparentemente simples a problemas muy complejos, las soluciones del «cuñao» o de la barra del bar. Cuando los partidos tradicionales son percibidos por la ciudadanía como incapaces de ofrecer soluciones a los problemas de la sociedad, la extrema derecha puede llenar ese vacío ideológico con discursos simples y atractivos, aunque a menudo basados en estereotipos y simplificaciones. Sin embargo, cuando la gente está desesperada, se cree lo que haga falta.

A esto hay que sumar la constante apelación que hace la extrema derecha a emociones poderosas como el miedo, la ira y el resentimiento. Esta manipulación psicológica no tiene más fin que explotar las frustraciones y ansiedades de la población. Ante un ataque de este tipo, tanto PP como PSOE, están siendo incapaces de ofrecer respuestas eficaces por estar imbuidos en su lucha partidista.

Por otro lado, un gobierno débil y un partido de la oposición que adopta discursos radicales con los que no se siente cómodo no han detectado otro de los grandes problemas a los que se enfrenta la democracia: el contrapoder de las redes sociales, plataformas de streaming o aplicaciones de mensajería. Esa posición anteriormente la tenían los medios de comunicación, pero ahora están también imbuidos en la guerra partidista. Las cabeceras ya se encuentran en el guerracivilismo que sólo beneficia a la extrema derecha que no necesita de tener poder mediático, porque lo ha hallado en el mundo digital aprovechando las enseñanzas de Steve Bannon y el manejo del big data.

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