A Mariano Rajoy le está viniendo de perlas la sexta ola de coronavirus para que no se hable de lo suyo, de su tema, de la financiación del PP cuando él era presidente del Gobierno. Estos días los medios de comunicación se están volcando en noticias sobre ómicron, el mutante del virus que siembra el terror por toda Europa, y eso le viene bien al registrador gallego porque así los periodistas se olvidan de él. Uno pone le tele en cualquier cadena y ahí que sale un médico diciéndonos que todos vamos a morir, una enfermera cabreada con su salario de miseria o un paciente infectado contándole al espectador cuánta fiebre tiene y de qué colores son sus mucosidades. A eso se reduce la actualidad informativa española, como si aquí no hubiese tramas gurtelianas que investigar, ni reyes trincones que fiscalizar, ni cajas fuertes que abrir, ni operaciones Kitchen por desenmarañar. Desde ese punto de vista, el virus juega a favor del PP como perfecta cortina de humo. O sea, que estamos ante un bicho de derechas. Otro más, y ya son muchos.
Ha tenido suerte don Mariano, decía, digo, de que todas las cadenas de radio y televisión se dediquen el monotema sanitario de la pandemia. Eso le permite al expresidente del Gobierno andar de acá para allá, tranquilamente con su libro bajo el brazo, de gira por todo el país y recibiendo homenajes por su legado político en plan Adolfo Suárez. De cuando en cuando tiene que parar su tournée literaria porque lo llaman a declarar a alguna fastidiosa comisión parlamentaria o lo cita un juez que todavía no se ha enterado de que el PP no está condenado por nada, como dice Don Mariano, ya que la caja B del partido era en realidad la caja particular de Bárcenas. A fuerza de propaganda negativa y goebelsiana, el Partido Popular ha logrado colocar la falsa idea de que el díscolo tesorero era algo así como una hermanita de la caridad o espléndido paganini que lo costeaba todo de su bolsillo. Bárcenas, el pagafantas del partido. Bárcenas, el buen samaritano que iba por ahí regalando el dinero cuando hacía falta. Que la sede de Génova se caía a trozos y pedía a gritos una reformilla en negro, llegaba el contable con la morterada de billetes y tapaba las goteras en un santiamén. Que los diputados y senadores andaban tiesos o mal de cash ese mes, no pasaba nada, aparecía Luis Bárcenas con el abrigo Chesterfield de Al Capone forrado en sobres lacrados, soltaba la pasta a fondo perdido y todos más contentos que unas pascuas. LB era algo así como el hada madrina del PP y nunca tenía un no para nadie, como Marlon Brando en El Padrino. Una idea absurda e increíble pero que a fuerza de ser repetida una y mil veces ha terminado calando en la sociedad.
Por supuesto, aunque en el PP se ha robado a manos llenas y a dos pistolas, en plan John Wayne, Mariano Rajoy no se enteraba de nada, de modo que nada jugoso podía contar en Política para adultos, que así se llama el ensayo plúmbeo. Uno tiene curiosidad por saber de qué narices ha hablado entonces don Mariano en su tocho de pasta dura, pero no vamos a salir corriendo ahora a la librería para averiguarlo que hace frío en la calle. Como seguramente sobrarán ejemplares, ya nos llegará uno de segunda mano de algún amigo que haga limpieza de libros viejos.
Es evidente que hay muchos asuntos que interesaban a los españoles y que Rajoy podría haber tocado en profundidad en su obra parcial e inacabada. El hundimiento del Prestige con sus hilillos de plastilina, su enemistad manifiesta con Aznar, Villarejo y la policía patriótica, su desastrosa gestión en Cataluña (un polvorín que él mismo terminó de reventar con su estrategia de que todo se pudra sin tomar decisión alguna), el capitalismo de amiguetes que promocionó durante años, los brutales recortes que ordenó sin que le temblara el pulso y que tanto sufrimiento llevaron al pueblo español, la guerra entre ayusistas y casadistas, en fin, toda una panoplia de asuntos de enjundia que han marcado la historia reciente de España y que ha coincidido con la etapa más negra de su mandato. Ayer mismo, sin ir más lejos, el Gobierno de Castilla y León saltaba por los aires en una nueva explosión controlada por Pablo Casado, que es como el Joker de Batman detonando elecciones autonómicas anticipadas como bombas sin control en su intento de conquistar, al fin, La Moncloa. La procuradora de Ciudadanos, María Montero, hoy en el Grupo Mixto, atribuye el adelanto electoral anunciado por Alfonso Fernández Mañueco a un calendario “bastante ajetreado” del mandatario popular respecto a “la corrupción de su partido”. Hele la salmantina. De ninguna de esas movidas ocurridas en los últimos años en las regiones gobernadas por el PP, de ninguno de esos embrollos caciquiles de la España autonómica teñida de azul habla Mariano Rajoy en su Política para adultos.
Dice el expresidente, haciéndose el interesante, que el ensayo va de “los juicios paralelos y del honor de los inocentes”, o sea de él mismo, pero eso es tanto como querer autoexculparse cuando el juicio, en todo caso, tendrán que hacerlo la historia y los españoles. Hoy por hoy, un libro debe recoger al menos un buen escándalo para que se pueda vender como pelotazo editorial y Política para adultos no posee nada de eso (es tan previsible como su autor) y bien podría clasificarse en el género de tostones comerciales navideños. Rajoy siempre fue más proclive a callar que a contar, al no me consta que a revelar las verdades interiores del Estado con todas sus consecuencias. Ya lo demostró en su pugilístico careo con Rufián de la pasada semana. “¿Por qué miente?”, le inquirió el líder de Esquerra, que le regaló al expresidente un best seller mucho más interesante que el suyo: la sentencia del caso Gürtel. El manda gallego le dio la réplica con rapidez ofreciéndole un ejemplar de su obra, demostrando, eso sí, que sigue estando en plena forma como showman. Por esa condición de gran humorista de vodevil, más que de estadista, pasará a la historia. Rajoy nunca fue heredero de Cánovas del Castillo, sino más bien de Gila, lo cual tiene mucho más mérito. Su frasco de colonia literaria es de esos que adornan y hacen bonito junto al árbol de Navidad, como los recetarios de cocina y los manuales de autoayuda para adelgazar o dejar de fumar, pero poco más. Nada aportará a la investigación de las causas reales de la decadencia en la España contemporánea. Se comprará en enero, para Reyes, y en primavera ya estará olvidado. O en el vertedero de la historia, como su intrascendente mandato.