El PP, un partido de "niñatos" y "chiquilicuatres"

13 de Septiembre de 2021
Actualizado el 02 de julio de 2024
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Pablo Casado insite en judicializar la normalidad política

En el PP hay ruido de facas. Pendencia, gallinero, gresca. Ahora que deberían estar encantados de haberse conocido, ahora que todo va como la seda y aún resuenan los corchos de las botellas de champán tras la arrolladora victoria de Díaz Ayuso, va y resulta que estalla la refriega, la polvareda y el navajeo político. Esta vez el casus belli ha venido de la mano de Esperanza Aguirre quien, en una entrevista con El Mundo, se posiciona inquebrantablemente de lado de Ayuso y carga duramente contra el sector de Martínez-Almeida, un grupo emergente a quien la exlideresa denuncia por estar configurado por “niñatos” y “chiquilicuatres” que no ha ganado una sola elección en su vida.

La guerra está servida, aunque aún faltan meses para el Congreso del PP de Madrid, una reunión que promete ser de todo menos aburrida. Por lo que se va viendo, los dos bandos ya están perfectamente configurados y alineados, ayusistas versus almeidistas, y de aquí a que comience el congreso (más bien una corrida de toros donde uno de los candidatos estará condenado al descabello) van a dar mucho que hablar.

Los expertos politólogos advierten de que el PP es un partido estructurado de los de antes, una organización clásica con un fuerte aparato, un buque bien dotado de estabilidad, pero uno ve las mismas grietas de siempre, las mismas luchas de poder, los mismos codazos por colocarse en la dirección de la empresa (no olvidemos que el PP es un trust financiero creado para perpetuar el capitalismo de amiguetes, el único proyecto político que tienen para España). De cualquier manera, esta película ya la hemos visto antes y es calcada a aquellas viejas comedias de enredo antaño protagonizadas por Aguirre y Ruiz-Gallardón. La atropellada y cruenta carrera por el poder de la extraña pareja, que se juró odio eterno en su intento de suceder a un Rajoy que no terminaba de despegar, acabó como acabó, con la guerra de los espías y dosieres, con dedazos y dimisiones, con los despachos infestados de micrófonos de la Gestapillo y con Aguirre caída en desgracia en su estanque lleno de ranas y el exalcalde madrileño yendo a trabajar en Metro, cada mañana, como un proleta más.

Hoy aquellas luchas intestinas retornan de nuevo con diferentes perros con los mismos collares, las mismas ambiciones desmedidas, las mismas bajas pasiones mundanas. Es un hecho público y notorio que Ayuso y Martínez-Almeida no se llevan, pero la entrevista de Aguirre viene a ser la declaración de guerra total y sin cuartel. “En el sector de Almeida hay algunos niñatos encabezados por un chico de cuyo nombre no quiero acordarme. En fin, que no digan bobadas, es que no han ganado una elección (…) Las han perdido todas”, fustiga la condesa de Bornos.

Casado y el PP

¿Hay “niñatos” y “chiquilicuatres” en el PP madrileño? ¿Existen, son fantasmas o meigas que haberlas haylas? ¿Son Pablo Casado, Teodoro García y Javier Maroto unos niñatos? Eso precisamente le han preguntado los periodistas a Martínez-Almeida en un improvisado canutazo a la salida de un acto oficial. El supuesto dirigente de la presunta patrulla X lo ha negado todo tragando saliva, poniendo cara de póker y echando balones fuera con una media sonrisa maléfica de curilla resabiado que prepara una que ni el obispo de Solsona. “Hoy no toca hablar de eso, je je”, sentencia el primer edil. La venganza y el cangrejo de río se sirven en plato frío.

Y mientras tanto, ¿qué hace el jefazo? Pues Casado mira y deja hacer. Es evidente que al eterno aspirante a La Moncloa le vino de perlas la victoria de Ayuso para reverdecer un maltrecho PP que amenazaba ruina y mudanza. Como también es un hecho contrastado que Martínez-Almeida es el tapado de Génova para frenar a la presidenta castiza en su fulgurante carrerón hacia La Moncloa. Por tanto, lo mejor es ver, oír y callar. Que los cocodrilos se maten entre ellos y luego ya se verá, según quien salga vivo. Lo que está claro es que a Casado solo le queda una bala en la recámara: o gana las próximas elecciones o se va a su casa con el máster en Harvard-Aravaca enmarcado y debajo del brazo.

Al actual presidente popular se le agota el tiempo y tendrá que jugárselo a todo o nada en unas generales inciertas. Por eso va pidiendo comicios como agua de mayo, por eso necesita urnas como el aire que respira, por eso le reclama a Pedro Sánchez, día sí día también, que convoque elecciones ya. No puede esperar mucho más, de ahí que esté siempre en crispado y mitinero modo campaña electoral. Hoy por hoy, las encuestas no le van mal, dentro de lo que cabe, pero en 2023 puede ser otro cantar. De momento, ya ha comenzado el baile por la sucesión. La silla del jefe peligra. Como dijo el Conde de Romanones: “Joder, qué tropa”.

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