Cada vez que el Servicio Público Estatal de Empleo publica los datos de paro registrado o que el Instituto Nacional de Estadística publica la Encuesta de Población Activa (EPA), el gobierno de Pedro Sánchez lanza un argumentario por el que califican de histórico cualquier dato positivo.
Esa euforia irresponsable se sustenta en datos absolutos, es decir, en cifras cuantitativas en las que no se valora en ningún momento ni los elementos cualitativos ni las causas de por qué esos datos son históricamente negativos. Da la sensación de que el gobierno de Sánchez ha decidido apropiarse del mantra del Partido Popular que afirma que «es mejor un mal empleo que no tener empleo».
Esa máxima lo único que hace es justificar los abusos de los empresarios y, en segundo término, tratar de cubrir con cifras cuantitativas el fracaso absoluto de las políticas laborales de un gobierno que se presentó como paradigma de la defensa de los trabajadores pero que no se distingue mucho de Fátima Báñez.
Indudablemente, las cifras de la EPA son positivas desde un punto de vista meramente cuantitativo. Sólo los números respaldan el optimismo del gobierno de Sánchez. No obstante, el análisis más profundo de la EPA demuestra que ni lo cuantitativo justifica la euforia del sanchismo, dado que el desempleo ha bajado cerca de la mitad que lo hizo el año pasado en el mismo trimestre.
Tampoco es muy positivo el hecho de que la estacionalidad sigue siendo el soporte de la creación de empleo en España, dado que el 70% de los nuevos trabajos están en el sector servicios, es decir, el más precario, el que más fraude y abusos genera y el que cuenta mayor tasa de temporalidad.
La situación social en la España de Sánchez es catastrófica, por más que no haya habido aún protestas violentas por el incremento de la vulnerabilidad y los índices de pobreza. El gobierno debe darle muchas veces las gracias a la economía sumergida y al escudo familiar, que son los que están sosteniendo la paz.
Este escenario también se revela en la EPA. El perfil de los trabajadores estacionales ha cambiado. Se está dando un cambio de paradigma por el cual los empleos de temporada turística que normalmente eran ocupados por jóvenes, muchos de ellos para sufragar sus estudios, ahora se ha convertido en la tabla de salvación para los parados de larga duración.
Mientras el desempleo descendió en cerca de 18.000 personas en trabajadores que llevaban más de un año parados, según la EPA se produjo un incremento de 15.000 en aquellos que buscaban su primer empleo.
Además, el paro estructural en España sigue duplicando la media de la Unión Europea, algo insostenible para un país cuyo presidente y los títeres de su partido califican como el motor económico de Europa.
Los aparatos de propaganda sanchista y monclovita llevan meses diciendo que España iba a tener un verano récord en turismo. En cambio, se crea menos empleo. ¿Eso es lógico o es que la lógica del mercado laboral de la España de Sánchez es la del mayor nivel de abuso de la historia? Los ciudadanos de todo el país se están levantando en contra de un nuevo tipo de turismo basado en la aglomeración en vez de en el valor añadido. Los nuevos modelos de alojamiento, que el gobierno está intentando frenar en la medida de sus competencias, además de tener un impacto demoledor en el mercado de la vivienda, no genera empleo. Tampoco se ha frenado la digitalización desenfrenada, incluso con la utilización de tecnologías que han fracasado en otros países. Todo eso determina que a un mayor número de turistas se crea menos empleo y, en consecuencia, el volumen de abusos empresariales sube exponencialmente. No hay más que ver las condiciones de las ofertas de trabajo en los sectores relacionados con el turismo.
Sánchez ha conseguido que la izquierda, tanto militante como votante, se trague con este escenario bajo el argumento de «esto es mejor que Abascal gobierne». Sí, evidentemente, jamás puede ser aceptable que la extrema derecha ocupe el poder. Pero eso no lo justica todo, no puede ser la cortina de humo que oculte la realidad catastrófica que se está viviendo con un gobierno en el que sobran las buenas intenciones pero carente absolutamente soluciones.