Define la Real Academia de la Lengua el "centro derecha"como "tendencia o agrupación política cuya ideología es intermedia entre la derecha y la izquierda". El mismo concepto fue utilizado ayer por el líder de Génova, Pedro Casado, pero con un significado muy diferente, para definir lo que ha ocurrido en Murcia con la compra de tránsfugas y la intención de ceder a Vox la Consejería de Educación.
Volvemos a la RAE para encontrar la definición de ultraderecha , a la que define como "derecha política de ideología extremista". Y salvo que el PP tenga también poder para cambiar las definiciones de la Real Academia de la Lengua, defender el "pin parental", el transfuguismo -que hasta en la época del "Tamayazo" se trataba de silenciar conscientes los de Esperanza Aguirre de que fue una maniobra de la que no sentirse orgullosos- calificar el franquismo como un buen régimen para España y defender la vuelta al concepto antifeminista y de las fronteras cerradas, como la condena al diferente, esta ideología es aquí y en el fin del mundo, de extrema derecha
La diferencia, y lo realmente grave, es que Casado y Egea defienden con naturalidad y sin tapujos un escenario político ultraderechista, pero al que cambia el nombre por el de centro derecha.
La línea ultraderechista en España y el mundo
España no ha sido ajena a la corriente autoritaria que advirtió al mundo del peligro de asolaba al planeta. Así, la victoria del autoritarismo populista brasileño se sumó a la de Donald Trump, al fortalecimiento del régimen de Putin, y a movimientos europeos, como Vox, que ya dejaban patente un riesgo para la democracia.
La inseguridad económica y la desconfianza hacia las élites políticas, tanto a escala nacional como de la UE y en países como EEUU, llevaron a la extrema derecha a crecer. Pero en poco lugares como en España, el centro derecha que en algún momento representó el PP, se identificó tan rápido con los valores menos democráticos.
Lo ocurrido en la última semana de vértigo político, ha pillado con el pie cambiado a la izquierda española. El primero en reaccionarha sido Podemos, con la decisión de Pablo Iglesias de dejar el Gobierno, al que salvo honrosas excepciones como el que fuera ministro de Aznar, Manuel Pimental, nadie se atreve a abandonar ni con agua caliente.
Y Madrid, como oposición o no a su presidenta en funciones, Isabel Díaz Ayuso, tiene la clave para dar ese giro a la extrema derecha. Pase lo que pase en las elecciones del 4 de mayo, su resultado marcará, sin duda, el futuro de la política nacional.
No se debería echar en saco roto el análisis que hiciera estos días para Diario16 el sociólogo, socialista y fundador de Más Democracia, Enrique Del Olmo, que aconseja que para ganar a Ayuso en estos comicios hay que olvidarse del discurso en el que se siente más cómoda la presidenta en funciones: jugar en su terreno en contestar las aberraciones políticas, históricas y democráticas del discurso de la presidente: comunismo o libertad, libertad frente a la dictadura del gobierno socialcomunista, el fascismo es el lado bueno, las feminazis etc.
Así, Del Olmo defiende que "el debate electoral deber ser que Ayuso y sus aliados de ultraderecha no pueden continuar a los mandos de la Comunidad de Madrid porque lleva a la inmensa mayoría de los madrileños a una vida peor".
Para Del Olmo, lo que hay que explicar a los ciudadanos es que "El Gobierno de Ayuso-Aguado presenta hoy la peor gestión de la crisis sanitaria sin importarles un ápice la salud de los madrileños. No es que tenga los peores datos en incidencia del virus y en letalidad, los datos en sí no reflejan directamente la gestión, la diferencia es que Madrid no ha puesto los esfuerzos y los recursos para combatir la pandemia, ha primado su confrontación con el gobierno, sus negocios con los amigos por encima de la salud de la población".