Las grandes compañías farmacéuticas tienen una responsabilidad social que va más allá de las cifras de negocio. Sin embargo, durante años, han intentado justificar el elevado precio de determinados medicamentos y vacunas por las supuestas inversiones en investigación y desarrollo que tienen que realizar. Incluso, han llegado a pretender hacer ver a la opinión pública que es algo inevitable.
Sin embargo, esto no es así. Tal y como publicamos en Diario16, las grandes farmacéuticas van a subir el precio de medicinas a pesar de haber obtenido miles de millones de euros en beneficios.
Los gigantes farmacéuticos Pfizer, Bristol Myers Squibb (BMS), AstraZeneca y Sanofi reportaron miles de millones en aumento de beneficios, recompras de acciones y dividendos antes de anunciar aumentos de precios en enero.
Pfizer planea aumentar los precios de casi 100 medicamentos, incluidas subidas del 7,9% en los medicamentos contra el cáncer Ibrance y Xalkori. Sin embargo, el gigante farmacéutico tuvo un incremento del 140% de los beneficios netos en 2021 y del 42% en los primeros nueve meses de 2022. Mientras tanto, Pfizer ha gastado 2.000 millones en recompras de acciones y 6.700 millones en pago de dividendos para accionistas en 2022.
Las excusas que dan las grandes compañías farmacéuticas para subir los precios cada vez más altos de los medicamentos que salvan vidas no cuadran. Los últimos aumentos de precios injustificados de la industria para las familias y las personas mayores siguen a un incremento masivo de los beneficios corporativos y los obsequios a los accionistas. A los ejecutivos farmacéuticos les gusta esconderse detrás de los gastos de I+D, pero palidecen en comparación con los dividendos pagados para un pequeño grupo de inversores adinerados. Solo una industria tan consumida por la codicia podría considerar la subida de tratamientos contra el cáncer que ya son exorbitantemente costosos.
La industria farmacéutica, a menudo, afirma que los aumentos de precios son necesarios para financiar la investigación y el desarrollo. En realidad, los 122.000 millones en gastos de I + D de las cinco compañías farmacéuticas más grandes con sede en EE. UU. desde 2019 hasta 2021 habían sido superados por los 125.000 millones que gastaron en recompra de acciones y pago de dividendos durante el mismo período. En realidad, los continuos aumentos de precios de la industria son una forma de extraer más dinero de los pacientes necesitados y redistribuirlo entre los accionistas millonarios.
A pesar de lo anterior, las compañías farmacéuticas siguen perpetuando el mito de la inversión en I+D con el único objetivo de continuar facturando el máximo de dinero posible para satisfacer la millonaria especulación de sus grandes accionistas. Mientras esto sucede, están poniendo en peligro la vida de millones de personas.
En un informe interno dirigido a inversores farmacéuticos, incluso, se han llegado a preguntar si curar enfermedades es un negocio rentable.
En cambio, el desarrollo de medicamentos no es tan caro como afirman las farmacéuticas. Lo que ocurre es que las grandes compañías exageran este concepto con único fin de poder inflar artificialmente el precio de los medicamentos. Por ejemplo, se han dado casos en los que imputan al I+D costes que nada tienen que ver, como la compra de otras compañías o patentes.
En realidad, según informes independientes, la inversión real necesaria para la investigación y el desarrollo de medicamentos, vacunas o tratamientos es 10 veces inferior al que las corporaciones reportan. Además, las grandes corporaciones aseguran que necesitan grandes beneficios para poder invertir en innovación e I+D. Sin embargo, gastan más en ventas, en marketing y en recomprar acciones para aumentar los precios.
Por otro lado, las empresas farmacéuticas se aprovechan de la investigación que se desarrolla en instituciones públicas que están financiadas con el dinero de la ciudadanía. Los hallazgos realizados por los investigadores de laboratorios y universidades públicas terminan siendo privatizados y patentados por las grandes corporaciones para poder cobrar altos precios a los medicamentos tanto a los gobiernos como a los ciudadanos. En consecuencia, las personas y los estados pagan dos veces por sus medicinas.
Hay otro aspecto controvertido respecto al funcionamiento real de las compañías farmacéuticas. Por más que afirmen que invierten en I+D, la realidad es que tienen una ratio de innovación muy baja. Más de un 65% de los nuevos medicamentos que llegan a las farmacias no mejoran los ya existentes. Las farmacéuticas se esfuerzan más en desarrollar los llamados «me-too drugs», unos medicamentos casi idénticos a los anteriores, duplicando tratamientos, en vez de encontrar verdaderos avances terapéuticos.
Otra de las estrategias comerciales de las farmacéuticas se halla en el mantenimiento de las patentes para prolongar posiciones monopolísticas. Es lo que se llaman «patentes perennes» que se consiguen pidiendo patentes provisionales cuando se aplican pequeños cambios a las medicinas ya existentes. De este modo, consiguen prolongar su monopolio sobre un tratamiento concreto y evitan la creación de medicamentos genéricos más asequibles.
Uno de los aspectos más negativos es la constante amenaza que estas compañías ejercen contra los países en desarrollo, con la complicidad de grandes potencias económicas. Las farmacéuticas presionan y toman acciones legales contra los estados que priorizan la salud de sus ciudadanos y, por tanto, van en contra de los intereses comerciales de estas corporaciones. La industria farmacéutica gasta millones de dólares cada año en acciones de lobby para influir en las normativas de comercio internacional para obtener beneficios incluso si perjudican a la salud pública.