Hoy se cumple el primer aniversario de los ataques terroristas de Hamás a Israel que inició una guerra sangrienta en la Franja de Gaza donde se han cometido crímenes de guerra y de lesa humanidad. Tras esos ataques todo el mundo tenía la duda de cómo un país como Israel había podido tener un fallo de seguridad de tal calibre.
Parecía increíble que se desconociera la magnitud de la operación de Hamás, que el Mossad, con los miles de confidentes con los que cuenta en Gaza no se hubiese enterado de nada, ni los servicios de inteligencia del Ejército. Sin embargo, ocurrió y desembocó en una ofensiva militar en la que se ha asesinado de manera cruel a decenas de miles de civiles y se han perpetrado crímenes de lesa humanidad.
La prensa israelí desmontó todo el entramado de mentiras del gobierno de Benjamin Netanyahu e hizo pública documentación militar israelí que demostraba que las sospechas de millones de personas en todo el mundo eran ciertas: Israel conocía la magnitud del ataque de Hamás y lo permitió.
No hay mejor cortina de humo que una guerra. Benjamín Netanyahu estaba acorralado por escándalos de corrupción y con la ciudadanía en contra por las reformas legales que pretendía implementar. La mejor manera de frenar eso era, precisamente, con una ofensiva militar.
Según la información que hizo pública la emisora pública israelí Kan, los servicios de inteligencia israelíes conocían ya en el mes de septiembre con un alto grado de precisión los planes de Hamás para secuestrar a un número de entre 200 y 250 personas, tanto civiles como militares.
Ese informe de inteligencia estaba en posesión del Ejército de Israel tres semanas antes de los ataques terroristas de Hamás del 7 de octubre en los que fueron asesinadas 1.200 personas y secuestradas 251.
El documento hecho público por Kan fue redactado por la Unidad 8200 y contiene información sobre los entrenamientos de los milicianos. «A las 11 de la mañana, se observó a varios grupos reuniéndose para orar y almorzar antes del inicio del entrenamiento. Al mediodía se distribuyen equipos y armas a los combatientes, tras lo cual se lleva a cabo un simulacro. A las 2:00 pm comienza la práctica de allanamiento», señala el informe.
Además, el documento indicaba que Hamás estaba realizando ejercicios para el mantenimiento de rehenes en Gaza.
Ofensiva contra el Líbano
Tras la operación de exterminio en Gaza, Israel inició ataques contra el Líbano, un país soberano. El Estado hebreo también ha cometido crímenes de lesa humanidad, tal y como ha denunciado Naciones Unidas. La operación por la que se colocaron explosivos en miles de dispositivos «busca» (beepers o pages) que explotaron en el Líbano y Siria, en mercados, tiendas de comestibles y otros lugares públicos concurridos. Las explosiones mataron al menos a una docena de personas, entre ellas por lo menos dos niños y dos trabajadores sanitarios. Más de 2.800 personas resultaron heridas, según el Ministerio de Sanidad libanés.
Según Human Rights Watch tales ataques violan las leyes de la guerra. Hay al menos un punto general y otro específico que hacer aquí.
Primero, el general. Uno de los fundamentos del derecho internacional humanitario es que todas las partes beligerantes deben distinguir, o discriminar, entre objetivos militares, que son legítimos, y civiles, que no lo son.
Se puede tener la intención de matar a un combatiente enemigo, pero no se puede hacer con un arma indiscriminada, sin tener en cuenta a los civiles cercanos al artefacto que también pueden resultar muertos y heridos. Diferentes medios de comunicación informan que una de las víctimas fue una niña de nueve años que cogió el beeper de su padre cuando sonó.
En este sentido, detonar simultáneamente explosivos en miles de dispositivos personales sin saber dónde están, ni con quién, corren los mismos riesgos que bombardear desde el cielo sin mirar, puede haber otras personas -inocentes, civiles, incluidos niños- cerca.
Objetivos selectivos
En los últimos meses, Israel ha asesinado al líder de Hezbolá y ha matado a muchos de sus miembros mediante buscapersonas y walkie-talkies con trampas explosivas. Tras una campaña de bombardeos relámpago, Israel volvió a invadir el Líbano para intensificar su campaña contra la organización paramilitar, política y humanitaria. Mientras tanto, sigue librando una guerra contra Hamás en Gaza. Ha bombardeado varios lugares de Siria e incluso ha atacado a los hutíes en Yemen.
Israel en realidad está luchando contra Irán y todas las acciones militares y de terrorismo de Estado perpetradas desde el 7 de octubre de 2023 están orientadas a provocar una guerra a gran escala contra el país persa.
Benjamin Netanyahu mostró ante la Asamblea General de Naciones Unidas un mapa de la región denominada «La Maldición», que mostraba en negro una franja de Oriente Medio que abarcaba Irán, Siria e Irak, con puestos de avanzada en Líbano y Yemen.
Israel no se ha contentado con lanzar ataques contra los aliados iraníes. En abril, Israel atacó el complejo diplomático de Irán en Damasco, matando a tres altos funcionarios de la Guardia Revolucionaria (CGRI). Durante el verano, en una flagrante violación de la soberanía iraní, detonó una bomba dentro de una casa de huéspedes en Teherán para asesinar a un alto dirigente de Hamás. Y en un ataque aéreo sobre Beirut, que mató al líder de Hezbolá, Hassan Nasrallah, Israel también mató a otro alto funcionario militar iraní, el general Abbas Nilforushan, del CGRI.
Estos últimos ataques se produjeron después de que en julio se celebraran elecciones en las que un reformista fue elegido presidente de Irán, después de que Irán diera una serie de indicios de que estaba reevaluando su política incesantemente hostil hacia Israel y después de que el gobierno iraní diera señales de estar dispuesto a reiniciar las negociaciones nucleares con Estados Unidos. Estos movimientos a Israel no le interesan porque es un país sostenido por fanáticos que no se puede permitir que su principal amenaza, que les sirve de propaganda para justificar su política de exterminio contra los palestinos, modifique su postura tanto respecto a Israel como a Estados Unidos.
Todo esto tendrá una repercusión dependiendo de quién obtiene la victoria en las elecciones presidenciales de Estados Unidos. Si Donald Trump gana, Israel volverá a tener un aliado igualmente comprometido a enfrentarse a Irán, militarmente si es necesario. Pero si Kamala Harris es la próxima presidenta, se preparará el escenario para un posible retorno a una distensión en las relaciones entre Estados Unidos e Irán.
La verdadera motivación de Netanyahu en este momento para atacar a Hezbolá y negarse a un alto el fuego en el conflicto en Gaza sea incitar a Irán a tomar represalias y enterrar todas las esperanzas de una reconciliación entre Washington y Teherán. El ataque iraní de la semana pasada, es lo que quería Netanyahu. Lo que aún no está claro es si el primer ministro israelí obtendrá un beneficio adicional al hacer que la administración Biden parezca tonta, lo que elevaría las posibilidades electorales de Trump en noviembre.
Un Irán más moderado
El asesinato de un líder de Hamás en Irán por parte de Israel a finales de julio podría haber desencadenado una guerra total, de no ser por el arsenal nuclear de Israel. Por supuesto, Teherán amenazó con vengarse. Su represalia por el ataque al complejo diplomático iraní en Siria, que tuvo lugar dos semanas después, a mediados de abril, podría haber parecido impresionante: 300 misiles y drones apuntando a Israel, pero sólo unos pocos evadieron las defensas israelíes y no hubo víctimas israelíes. Fue un ataque más propagandístico que otra cosa.
Israel tiene una ventaja sobre Irán en términos de inteligencia y tecnología. ¿Cómo logró introducir una bomba en uno de los edificios más seguros de Irán y luego hacerla estallar en el momento justo para matar a su objetivo? ¿Y cómo logró convertir cientos de buscapersonas y walkie-talkies en bombas portátiles que mataron e hirieron a agentes de Hezbolá junto con muchos civiles libaneses? Fueron errores de inteligencia por parte de Irán y sus aliados, sin duda, pero también revelan la paciencia, la planificación y la sofisticación tecnológica de los israelíes.
En otras palabras, no son sólo las armas nucleares de Israel las que sirven como elemento disuasorio.
En efecto, Irán está practicando una política de «paciencia estratégica». Sabe que no tiene rivales en cualquier conflicto convencional (o nuclear). En respuesta a las exitosas operaciones israelíes, sus ineficaces ataques con misiles contra Israel han sido más un teatro que una campaña militar propiamente dicha.
Mientras Netanyahu insistía en la amenaza iraní en la ONU, el presidente iraní Masoud Pezeshkian adoptó un enfoque diferente en su discurso ante la Asamblea General: «Empecé mi campaña electoral con una plataforma centrada en la ‘reforma’, la ‘empatía nacional’, el ‘compromiso constructivo con el mundo’ y el ‘desarrollo económico’, y tuve el honor de ganarme la confianza de mis conciudadanos en las urnas. Mi objetivo es sentar unas bases sólidas para el ingreso de mi país a una nueva era, posicionándolo para desempeñar un papel eficaz y constructivo en el cambiante orden mundial», afirmó en su discurso.
Pezeshkian también anunció su disposición a trabajar para reactivar un acuerdo nuclear. Lo que dijo en reuniones privadas fue quizás aún más importante. Por ejemplo, prometió aceptar cualquier acuerdo que los palestinos apoyaran para poner fin al conflicto con Israel, que presumiblemente incluye la solución de dos Estados a la que Irán se ha opuesto tradicionalmente porque significaría reconocer a Israel como Estado.
De hecho, tras sustituir a Ebrahim Raisi, que murió repentinamente en un accidente de helicóptero el pasado mes de mayo, Pezeshkian ha trazado discretamente una trayectoria diferente para la política exterior iraní. Un indicio importante es el equipo que ha reunido. El jefe del equipo de política exterior es Abbas Araghchi, que desempeñó un papel clave en la orquestación del acuerdo nuclear de 2015 con Estados Unidos y otros países. Javad Zarif, el rostro del equipo negociador de Irán ese año, es ahora vicepresidente de asuntos estratégicos. El gabinete está formado por muchos conservadores, pero el equipo de política exterior está preparado y tiene experiencia en la política de distensión.
La respuesta tibia de Irán a las provocaciones de Israel tiene su explicación en que la distribución de fuerzas dentro de Irán está cambiando, no sólo en el establishment político (que ha oscilado del reformismo al conservadurismo y viceversa), sino también dentro de los órganos religiosos gobernantes. No se trata tanto de una transformación doctrinal como de una aceptación de realidades geopolíticas diferentes, en particular en Oriente Medio.
Netanyahu pretendió engañar a Naciones Unidas porque Irán no está experimentando una expansión masiva de su influencia. Es cierto que puede contar con el apoyo de Siria, de una parte significativa de la población iraquí y de Hamás, Hezbolá y los hutíes. Pero Siria sigue siendo un caos, Irak está dividido y las tres H están tambaleándose.
Mientras tanto, las potencias suníes de la región, como Arabia Saudí, Egipto y Turquía, están en ascenso. Los Acuerdos Abrahámicos, impulsados por Trump y apoyados por Biden, unieron a las potencias suníes como los Emiratos Árabes Unidos y Marruecos para reconocer a Israel. Arabia Saudí fue la siguiente en la fila cuando Hamás interrumpió el inminente acercamiento al atacar a Israel el 7 de octubre. Irán estaba tan preocupado por la perspectiva de que los Acuerdos Abrahámicos lo excluyeran de la geopolítica regional que concluyó su propia distensión con Arabia Saudí en 2023 después de siete años de relaciones rotas.
Israel pretende la guerra total
El riesgo de una escalada regional es grande. Irán disparó misiles contra Israel, aunque los daños fueron limitados. Israel quiere una excusa para atacar a Irán, en particular a su complejo nuclear. Estados Unidos ha ampliado su presencia militar en la región como una señal visible de preparación. Aunque Israel ha declarado que su invasión al Líbano será limitada, el gobierno en general ha perseguido objetivos maximalistas incluso frente a las dudas de las Fuerzas de Defensa de Israel.
Sólo Israel quiere un conflicto total. Todos han mostrado cierta moderación después del 7 de octubre. Irán, en particular, ha aceptado el tipo de castigo que rara vez va acompañado de una represalia seria en el mundo geopolítico actual. Hasta cierto punto, ha satisfecho las demandas internas y externas de represalias contra Israel sin infligir ningún daño grave, como un tiro al aire. En algún momento, sin embargo, Irán podría sentirse obligado a abandonar su paciencia estratégica y apuntar con más mortíferas medidas contra Israel.
Israel quiere evitar por todos los medios que hagan falta, incluso asesinando a cientos de miles de personas inocentes, que los Estados Unidos inicien conversaciones tranquilas y continuas con el equipo de política exterior de Pezeshkian. Incluso cuando expresa su apoyo a Israel, los norteamericanos tienen que pasar por encima del país hebrero para negociar con Irán. En Washington saben que Benjamin Netanyahu es un problema que debe aislarse de alguna manera dentro de Israel y de la región.
Pero ¿cómo sacar a Netanyahu de su puesto y poner en su lugar a alguien con al menos un ápice de pragmatismo? El primer ministro sigue librando guerras porque la guerra lo mantiene en el poder. Del mismo modo, Anteo extraía fuerzas de la tierra hasta que un oponente lo levantó por los aires para derrotarlo. Esa es la cuestión esencial hoy: encontrar una manera de separar a Netanyahu de la guerra y, de ese modo, privarlo de su poder.