Jornadas intensivas, el secreto para incrementar la productividad

La reducción de la jornada máxima es un punto de inflexión que no tendrá un efecto pleno si no va acompañada de la eliminación de las jornadas partidas en sectores clave

09 de Mayo de 2025
Actualizado a las 12:30h
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Jornadas Intensivas

El empresariado español sigue alentando el presentismo, que es letal para la salud de los trabajadores y, por ende, para la productividad. No se es mejor trabajador si se dan o regalan más horas a la empresa. Se es mejor trabajador si la productividad es la adecuada. No hay más porque es un hecho demostrado científicamente.

Esta semana el Consejo de Ministros aprobó la remisión al Congreso del Proyecto de Ley para la reducción de la jornada máxima a 37,5 horas. Es un paso importante que, sin embargo, no tendrá efectos positivos si no se termina con otro de los grandes abusos empresariales que se extiende como una plaga en el mercado laboral español: las jornadas partidas.

En un mercado cada vez más competitivo, optimizar el uso del tiempo laboral se ha convertido en una estrategia clave para muchas empresas, sobre todo para las pymes. Frente al modelo tradicional de jornada partida —con una interrupción prolongada al mediodía—, la jornada continua (por ejemplo, de 8.00 a 15.30) demuestra un efecto notable: mejora la concentración y reduce el tiempo muerto, traduciéndose en un aumento real de la productividad. No es una cuestión valorativa, es un hecho empírico que ha demostrado su efectividad en empresas de distinto tamaño, desde micropymes hasta grandes corporaciones, en sectores concretos.

Desde el punto de vista biológico, concentrar las horas de trabajo en un único bloque se ajusta mejor a los ritmos ultradianos de atención: ciclos de aproximadamente 90–120 minutos durante los cuales la capacidad de enfoque es máxima. Cuando se rompe esa dinámica con largas pausas, los trabajadores necesitan hasta 20 minutos de arranque para volver a su nivel óptimo de rendimiento, acumulando pérdidas que, según análisis de expertos, pueden sumar un 15% del tiempo efectivo de trabajo diario.

Según un estudio de BBVA Research, en el que se cuantifica la relación entre productividad y horas trabajadas en España, cada 10% de mejora en productividad tiende a asociarse con una reducción del 3% en horas laborales anuales, sin afectar negativamente al PIB por ocupado. Esta correlación respalda la idea de que, al aumentar la eficiencia durante la jornada continua, las empresas pueden mantener o incluso elevar su producción con menos horas efectivas.

Casos exitosos

En 2019, la delegación en Japón de la multinacional Microsoft sometió a prueba una semana de cuatro días, concentrando las horas en lunes a jueves. El resultado fue un incremento del 40% en la productividad, acompañado de un ahorro energético del 23% y una reducción del uso de papel del 59%.

Más lejos aún, en Nueva Zelanda, la empresa Perpetual Guardian experimentó durante dos meses con 240 empleados una jornada intensiva. La empresa registró un aumento de la concentración en el puesto de trabajo, con una caída del estrés laboral del 7% y mejoras en el equilibrio vida-trabajo.

En España, diversos pilotos y estudios sectoriales confirman tendencias similares. Un proyecto de la Universitat Oberta de Catalunya concluyó que, tras implantar jornadas continuas en un centro de servicios, la satisfacción laboral creció un 22% y la eficiencia operativa un 12%.

Es un hecho demostrado que la concentración sostenida durante cinco o seis horas seguidas reduce la fatiga acumulada y fomenta procesos de trabajo más fluidos, minorizando los errores y retrabajos habituales en modelos con largas interrupciones.

Incremento de productividad y facturación

Expertos en psicología laboral coinciden en que la jornada continua elimina la fragmentación del tiempo y permite aprovechar la ventana de máxima concentración de cada trabajador. Con menos transiciones entre actividad y descanso, la productividad por hora puede crecer más de un 15%.

Una pyme del sector de la ciberseguridad, con más de 40 empleados, tenía una jornada laboral partida de lunes a jueves, con horario de 9 a 19, con dos horas para comer. Los viernes se aplicaba la jornada continua de 8 a 15, horario que se aplicaba también en los meses del 15 de junio al 15 de septiembre. Sus directivos hicieron una prueba piloto en uno de los proyectos en coordinación con su cliente, una gran empresa energética. Los trabajadores asignados a ese proyecto comenzaron a trabajar con un horario de 8 a 16 con un descanso de 30 minutos. La productividad creció y la empresa consiguió unos bonus de desempeño que jamás había logrado.

Esto hizo que se llegaran a acuerdos con sus clientes y se extendiera al resto de los proyectos. La empresa incrementó su facturación en un 9% en apenas 6 meses.

En definitiva, la jornada continua emerge como una palanca estratégica para conciliar eficiencia y bienestar delos trabajadores. La evidencia nacional e internacional demuestra que, bien implementada, no solo aumenta la productividad por hora, sino que refuerza la motivación, la salud y la retención del talento. Para las empresas españolas que busquen un diferencial competitivo sostenible, adaptar su horario a un modelo intensivo puede ser el siguiente paso hacia la excelencia operativa.

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