Los judíos en la Guerra Civil Española

Los judíos de muchos países del mundo se alistaron por miles en las Brigadas Internacionales que apoyaban a los republicanos contra Franco en la contienda. Esta es, brevemente, su historia

15 de Septiembre de 2024
Actualizado el 16 de septiembre
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Judios Guerra Civil (1)
Banderas de los dos bandos expuestas en el Museo de la Batalla del Jarama en Morata de Tajuña (Madrid)

El 18 de julio de 1936, cuando Europa se estaba debatiendo entre el fascismo y el comunismo, un grupo de militares españoles dio un golpe de Estado contra la Segunda República española. El golpe, que se inició en las plazas españolas en África y en las islas Canarias, fracasa inicialmente pero España queda dividida casi en dos mitades; una en manos del gobierno republicano, que controla las grandes ciudades donde los alzados en armas han fracasado, y otra controlada por los militares rebeldes, que acabarían instalando su capital en la ciudad de Salamanca. Acababa de comenzar la guerra civil española que duraría tres largos e interminables años.

La guerra civil española, que ha generado una inmensa literatura de todos los géneros, dividió al mundo entre los que apoyaban al bando republicano y los que, por el contrario, mostraban abiertamente su simpatía por el bando nacional que lideraba Francisco Franco. Las potencias fascistas, Alemania e Italia, apoyaron descaradamente y mandando fuerzas militares a los nacionales, mientras que la izquierda internacional -socialistas, comunistas y también muchos liberales- tomaron partido por la Segunda República.

La causa republicana fue vista en Europa y en otras partes del mundo como una lucha romántica por preservar la democracia, las libertades y, en definitiva, los grandes valores de la humanidad por los que valía la pena incluso morir. Entonces, ya con la guerra en pleno desarrollo y con combates virulentos en casi todos los frentes de guerra, miles de extranjeros de más de cincuenta nacionalidades e ideologías diferentes vinieron a luchar en favor de los republicanos, entre los que se encontraban varios miles de judíos llegados, principalmente, de Francia, Polonia, Palestina, Alemania, la Unión Soviética, Canadá y también de los Estados Unidos.

Mientras la causa de los republicanos era bien recibida en la Europa democrática y en los Estados Unidos, el bando nacional era genéticamente antisemita y simpatizaba con los regímenes fascistas de Europa sin ocultarlo ni maquillarlo. Los principales ideólogos del fascismo español, adheridos a la causa golpista que representaba Franco, tenían ideas antisemitas, como eran los casos de Ramiro Ledesma, Onésimo Redondo y José Antonio Primo de Rivera -aunque con matices-. Mención aparte eran otras figuras del nuevo movimiento nacional, claramente filonazis, como eran los casos del ministro de Asuntos Exteriores y “yernísimo” Ramón Serrano Suñer y el periodista Víctor de la Serna. Un diario de la Falange, el partido oficial del nuevo régimen franquista, publicaba en esos días de guerra, para despejar dudas:”Crearemos campos de concentración para vagos y maleantes políticos; para masones y judíos; para los enemigos de la Patria, el Pan y la Justicia. En territorio nacional no puede quedar ni un judío, ni un masón, ni un rojo”.

Los judíos, ya despojados de todos sus derechos en Alemania y más tarde en Italia, simpatizaban abiertamente por los republicanos, tal como escribía en una nota a su ministerio el embajador franquista en Atenas, Sebastián Romero Madrigales: “La casi totalidad de los sefarditas sienten simpatía por los rojos, por saber que están con ellos los judíos del mundo entero”. Sin embargo, eso no fue óbice para que un pequeño grupo de diplomáticos españoles, incluido Romero Madrigales, ayudara a salvar judíos durante el Holocausto al margen de la posición oficial de España y jugándose su carrera.

Aunque las cifras varían mucho según los autores, se puede calcular entre 35.000 y 40.000 extranjeros lucharon codo a codo con los republicanos para defender su causa, de los cuales entre 4.000 y 7.000 eran judíos, aunque las cifras exactas nunca se podrán conocer y según las fuentes varían notablemente. Un estudioso del tema, Alberto Fernández, asegura que “de entre estos cuarenta y cinco mil extranjeros voluntarios en la zona del Frente Popular, se puede calcular que había entre ocho mil quinientos y diez mil judíos, venidos desde lodos los puntos de Europa y  algunos de Africa y América”, una cifra que, sinceramente, me parece exagerada.

Objetivamente, la cifra más bien habría que situarla entre 5.000 y 7.000 judíos como máximo enrolados en esta fuerza militar de apoyo a los republicanos. El estudioso y brigadista radicado en Israel Josef Toch eleva esta cifra a los 7.758 pero sin aportar una lista que avale tal dato cuantitativamente. La mayoría de ellos procedía de países donde reinaba el antisemitismo, como fue el caso de los rumanos, los alemanes y polacos de origen judío que lucharon en la guerra civil española y casi todos ellos profesaban ideas socialistas, sionistas o comunistas. Pese a las dudas sobre su número, no cabe duda que, pese a todo, seguramente los judíos eran el segundo grupo más importante detrás de los franceses, que aportaron a las Brigadas Internacionales unos 10.000 hombres. Al menos había unos 1.200 judíos procedentes de Estados Unidos, otro millar de Polonia y unos 450 llegados desde Rumania. 

El hecho de ser judíos no fue determinante en su enrolamiento en las Brigadas Internacionales, sino que, como señala la profesora Raquel Ibáñez, “los judíos de estos países tienden, consiguientemente, a minimizar la influencia de una motivación específicamente judía en su decisión de ir a España y a relegar su judaísmo y sus posibles influencias a la esfera privada, según el concepto de la sociedad general en que viven; esta postura se ve incluso exacerbada, al menos de cara al exterior, como reacción al antisemitismo creciente de ciertos grupos de esa sociedad que, justamente, tienden a cuestionarles su pertenencia a ella”. 

Los judíos se integraron en varias unidades militares republicanas y lucharon en varios frentes repartidos por la geografía española. También hubo una compañía o unidad formada exclusivamente por judíos conocida como la Unidad judía Botwin o Compañía Judía Naftali-Botwin, denominada en algunos partes de guerra como Segunda Compañía del Batallón Palafox, y participó activamente en las batallas de Extremadura, Aragón y, finalmente, en la fallida batalla del Ebro. Fue fundada inicialmente con 152 hombres y permaneció nueve meses en existencia activa en combate, llegando a morir al menos seis oficiales al mando de la misma y siendo capturados 90 de sus miembros por las tropas de Franco. Durante su efímera existencia llegó incluso a publicar un periódico en yiddish. Algunos de sus miembros fueron Alter Szerman, Karol Gutman, Jasza Zawidowicz, Moishe Rozenberg, Yosef Lipsman y Shamuel Shlosberg, por citar tan solo unos cuantos de una larga lista.

El final de las Brigadas Internacionales

También hubo judíos en el contingente enviado por la Unión Soviética a ayudar a España, tal como nos relata el experto ya citado Alberto Fernández:”De los 557 soviéticos venidos a España -ninguno, al parecer, contra su voluntad- el diez por ciento eran judíos. Por no citar más que a algunos de los más conocidos, empezaremos por Rosenberg, llegado en calidad de Cónsul a las cuatro semanas de empezar la guerra; Wladimir Birchitzki, consejero en la industria de armamento; general G. M. Stem, el primer consejero ante el mando español; general lacob Smitkewitch (Douglas), consejero en la aviación republicana; Arthur Stacehwski, de origen polaco, consejero económico acerca del Gobierno de la República; Gregor Kulik, dirigió la política militar soviética en nuestro país; general Kleber (Lazar Stem), Orlov, Berzin, que jugó papel importante en la defensa de Madrid, etc. Muchos de los citados desaparecieron durante las purgas estalinistas”.

A finales de 1938, casi una vez consumada la derrota republicana tras el fracaso de la batalla del Ebro, en la que el ejecutivo de la República había depositado todas sus esperanzas para contener al bando franquista, comenzaron a salir los primeros brigadistas hasta febrero de 1939, en que los últimos abandonaron definitivamente España. Entre los últimos en irse están incluidos 86 miembros de la Unidad Botwin que fueron internados en los campos de concentración abiertos por los franceses para internar a los republicanos españoles que huían por miles tras la caída de Cataluña y de los que no sabemos la suerte que correrían.

Entre judíos destacados que lucharon en la guerra civil española, hay que destacar varios: Pinkus Karti, que fue uno de los organizadores de la insurrección en el gueto de Varsovia; Otro, Szyr, que fue vice-primer ministro en Polonia, en 1945; el político y escritor checoslovaco Artur London; el rumano Water Roman, alto cargo militar en el gobierno comunista de su país; el agente secreto británico George Nathan, aguerrido y frío militar; y también a tres mujeres judías valientes, que se enrolaron como enfermeras para atender a brigadistas y soldados españoles en la guerra, las hermanas Vera, Golda y Rachel Luftig. Hubo más brigadistas y enfermeras judías en nuestra guerra incivil pero dejamos para otra entrega sus historias.

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