La desinformación y polarización socavan la democracia en Europa

03 de Marzo de 2024
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El término “Lügenpresse”, que se traduce del alemán como “prensa mentirosa”, tiene sus orígenes en el siglo XIX, pero ganó notoriedad durante el régimen nazi en Alemania, cuando se utilizó para desacreditar a los medios de comunicación que no se alineaban con la ideología nacionalsocialista. En la actualidad, este término ha resurgido y es frecuentemente empleado por grupos de extrema derecha en Europa, incluida España, para criticar a los medios de comunicación generalistas, a los que acusan de sesgados, manipuladores y no representativos de las "verdaderas" preocupaciones y opiniones del pueblo.

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La relación entre el uso del término “Lügenpresse” y la extrema derecha se centra en varios puntos clave. En primer lugar, este concepto sirve como herramienta de polarización, creando una división entre “nosotros” (el pueblo y sus “auténticos” representantes) y “ellos” (los medios de comunicación y, por extensión, el establishment político y cultural). Al designar a la prensa como enemiga, los grupos de extrema derecha buscan consolidar su base y fortalecer la identidad de grupo en oposición a un enemigo común.

Deslegitimar cualquier critica a la extrema derecha

En segundo lugar, la demonización de la prensa por parte de la extrema derecha tiene como objetivo deslegitimar cualquier crítica o reportaje negativo sobre sus acciones o ideologías. Al etiquetar a los medios de comunicación como “mentirosos” o “manipuladores”, estos grupos intentan socavar la confianza pública en el periodismo profesional, promoviendo en su lugar fuentes alternativas de información que, a menudo, carecen de los mismos estándares de veracidad y objetividad.

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Esta estrategia también se ve reflejada en el uso de redes sociales y plataformas digitales por parte de la extrema derecha, donde pueden controlar el mensaje y eludir el escrutinio periodístico. La proliferación de “noticias falsas” y teorías de conspiración, amplificadas a través de estas plataformas, contribuye a la erosión de la confianza en los medios de comunicación tradicionales, alimentando un ciclo de desinformación y polarización.

Eluden el escrutinio periodístico

En España, así como en otros países de Europa, la extrema derecha ha utilizado el término "Lügenpresse" para atacar a los medios de comunicación que critican sus posturas sobre temas como la inmigración, la soberanía nacional y los derechos de las minorías, o las protestas de los agricultores. Estos ataques no solo buscan desacreditar a los medios, sino también fomentar una narrativa de victimización, en la que se presenta a la extrema derecha como el blanco de una campaña de difamación coordinada por el "establishment" liberal.

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El impacto de esta retórica en la sociedad es profundo. La desconfianza en los medios de comunicación puede llevar a una disminución de la participación cívica y a una menor capacidad de los ciudadanos para tomar decisiones informadas. Además, el rechazo a los medios de comunicación generalistas y la preferencia por fuentes de información partidistas o poco fiables pueden exacerbar la fragmentación social y el extremismo.

Es importante reconocer que la crítica constructiva a los medios de comunicación es necesaria y saludable en una democracia. Sin embargo, la deslegitimación generalizada de la prensa, basada en acusaciones infundadas de parcialidad y manipulación, amenaza los fundamentos de la sociedad democrática, que depende de una prensa libre y diversa para informar al público y actuar como un control sobre el poder.

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Se quiere fortalecer las narrativas populistas

El resurgimiento del término "Lügenpresse" y su adopción por parte de la extrema derecha en España y Europa refleja una estrategia deliberada para socavar la confianza en los medios de comunicación y fortalecer las narrativas populistas. Este fenómeno no solo representa un desafío para la integridad del periodismo, sino que también plantea serias preguntas sobre la salud de las democracias europeas en la era de la información. La lucha contra la desinformación y la promoción de un periodismo de calidad son, por lo tanto, tareas cruciales para preservar los principios democráticos y fomentar una sociedad informada y comprometida.

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