El trumpismo es tan fraudulento como su creador. Esta trama de líderes que aparecen de la nada prometiendo el paraíso, que se presentan ante la ciudadanía como los rebeldes que van a acabar con el sistema, demuestran, una vez que alcanzan el poder, que son enemigos del pueblo, de sus derechos y sus libertades.
Para entender este fenómeno hay que dejar claro que no están locos, aunque lo aparenten. Ese es el caso del presidente argentino, Javier Milei, quien alcanzó el poder legítimamente pero que la legitimidad la ha perdido con el intento de aplicación de medidas contrarias a los derechos fundamentales.
Este mes se ha iniciado el curso escolar en Argentina. No hay estudiantes porque los profesores están en huelga por los importantes recortes salariales anunciados por Milei. ¿Cuántos de esos maestros votaron por el actual presidente? Disfruten de lo votado, porque lo que está sucediendo en Argentina va más allá, porque Milei está atacando directamente a los derechos de los trabajadores.
Durante la exitosa campaña electoral que le llevó a la Presidencia de la República, Milei aprovechó la enorme grieta de desigualdad para captar adeptos. Para ello utilizó sus propias herramientas: personalidad televisiva y autoproclamado anarcocapitalista. El excéntrico economista prometió corregir el camino de Argentina y hacer que la «casta política» pagara por su mala gestión. Motosierra en mano, Milei prometió eliminar los ministerios estatales, abolir el banco central, hacer retroceder el derecho al aborto y dolarizar la economía. Ahora las familias trabajadoras son las que están pagando la factura de su proyecto económico de extrema derecha, no la «casta política».
Antes de que Milei asumiera el cargo en diciembre, la disparatada inflación argentina alcanzó el 161% por ciento. En febrero, las recetas mágicas tan propias del populismo de extrema derecha de corte trumpista y neoliberal no funcionaban y la inflación se disparó a más del 254% y la tasa de pobreza ya ha llegado al 57% por ciento. Disfruten de lo votado.
Ante el fraude político, económico, social y ético de Milei, el movimiento sindical argentino se movilizó rápidamente como arma de oposición amplia y efectiva a sus políticas. Argentina está demostrando cómo luchar contra la extrema derecha: a través de la recuperación de la conciencia de clase y de la lucha frontal frente a los telepredicadores trumpistas.
Tras jurar el cargo el 10 de diciembre de 2023, Milei actuó con rapidez. Su gobierno ¡ lanzó entonces una ofensiva contra los derechos de los trabajadores. En sólo cuatro días, la recién nombrada ministra de Seguridad, Patricia Bullrich, anunció un nuevo protocolo de protesta, consolidó el control de las fuerzas de seguridad de Argentina y la creación de un registro de organizaciones sospechosas de «instigar». El protocolo dio vía libre para la utilización de la violencia para eliminar el derecho de la ciudadanía a la protesta.
Días después, Milei firmó el «Decreto de Necesidad y Urgencia 70/2023» en el que se recortaban las indemnizaciones por despido, debilitaba los derechos de negociación colectiva, desregulaba el mercado de alquiler y socavaba las protecciones existentes. Un claro ejemplo de abuso de los poderes ejecutivos contrario a la separación de poderes.
Pero el daño de la motosierra no se quedaba ahí. Milei recortó los subsidios a los servicios públicos y al transporte. El ataque no era contra la casta política. No se trata de una ofensiva para acabar con el sistema, sino contra el pueblo porque esa casta de la que tanto hablaba Milei, como en su momento el establishment de Trump, no utiliza el transporte público.
Si Milei pensaba que su legalización de la violencia iba a provocar el achante de la ciudadanía, se equivocaba. En menos de un mes se convocó una huelga general que provocó que 1,5 millones de trabajadores argentinos de todos los sectores tomaran la calle.
La indignación de los manifestantes se centró en el Proyecto de Ley Ómnibus de Milei, una normativa que contenía cambios radicales en la estructura económica y política de Argentina, incluida la privatización de empresas estatales y una expansión sin precedentes de los poderes ejecutivos. Ese proyecto destruía derechos individuales de los trabajadores, derechos colectivos y busca eliminar la posibilidad de acción sindical. Finalmente, la democracia derrotó a Milei y se demostró que la fuerza del pueblo es más grande de lo que desde el poder se pretende hacer ver. Las clases trabajadoras siguen teniendo fuerza, el problema es que en otros países, los sindicatos se han desclasado y han renunciado a la lucha obrera. Así les va.