Un juez nunca debe utilizar argumentos políticos en sus escritos, autos sentencias y providencias. Debe limitarse a exponer los fundamentos de hecho, es decir, las actuaciones que han dado lugar al procedimiento y que han sido probadas o desestimadas, y los fundamentos de derecho, las razones legales por las cuales se procede a la resolución final. Por eso llama la atención el auto de 56 páginas del titular número 1 de Barcelona, Joaquín Aguirre, para abrir una nueva pieza sobre la trama rusa del procès después de que la Audiencia Provincial le ordenara el cierre de este asunto. Aguirre entra de lleno en las tesis políticas y la geopolítica mundial llegando a calificar la situación actual como “la guerra del siglo XXI que ya no es lo que era”, algo que no debería hacer. Pero no es la primera vez. Efectuó unas declaraciones a la televisión pública alemana, país conocido por su sensibilidad hacia la guerra de Ucrania, en las que cuenta su tesis sobre cómo el Kremlin quiso, apoyando la independencia de Catalunya, introducirse en el corazón de la Unión Europea para destruirla. Eso, que lo diga el alto comisario representante de la UE, Josep Borrell, tiene su lógica. Pero que lo manifieste un juez que, encima le han enmendado la plana sus superiores, es para, por lo menos, echarse a temblar.
Aguirre comienza exponiendo como nacieron los argumentos que se utilizan en la guerra moderna: “el término amenaza híbrida se popularizó tras el choque entre Israel y Hezbolá en el año 2006, también llamada la Guerra del Líbano”. Pero no se queda ahí. Describe el concepto de otros de los argumentos utilizados en los conflictos actuales “ciberterrorismo”, “hacktivismo” o grupos como Anonymous” concluyendo que,” se puede decir, sin duda, que la zona gris y las amenazas híbridas se han convertido en la nueva técnica militar de nuestro tiempo”. Buen comienzo para un tratado en materia de seguridad, pero no para un auto judicial.
Lógicamente, esta tesis la tiene que trasladar al proceso soberanista catalán. Y aquí es donde viene lo mejor del auto, lo inaudito: el juez llega a apuntar una “coincidencia histórica” entre el inicio de su investigación contra la trama rusa del procès, en 2018, y la sentencia del caso Gürtel de corrupción del PP que provocó la moción de censura y la entrada del PSOE en el Gobierno. “Si en el futuro a algún historiador le interesara hacer una investigación sobre la injerencia rusa en el procès como ejemplo de lo que, según la prensa, parece haber sucedido en otros países de Europa, situaría como fecha de inicio real de la investigación judicial de tal injerencia el día 18 de mayo de 2018, casualmente el mismo día en que se firmó la sentencia del llamado caso GÜRTEL, que se notificó una semana más tarde. Dicha sentencia hizo caer el Gobierno del Partido Popular presidido por Mariano Rajoy y dio entrada a una coalición liderada por el PSOE junto con otros partidos políticos de corte marcadamente independentista. Esta coincidencia histórica marcaría el devenir de la investigación judicial de la injerencia rusa tal como luego se verá”. En Génova se frotaron las manos al leer esta “reliquia” jurídica.
Y, por supuesto, los detractores de la historia sobre la existencia de la nación catalana también aplaudirán la reflexión filosófica del magistrado que no tiene desperdicio. Viene a decir Joaquín Aguirre que, superada la religión como elemento cohesionador, hubo que plantearse un nuevo relato que “cohesione a una comunidad para elegir una idea común a la mayoría de los habitantes de una zona geográfica y que sea de la suficiente importancia como para tenerla muy arraigada en su interior, una idea que forme parte de la vivencia habitual de esa mayoría de ciudadanos de un territorio”. Y ahí es donde el magistrado apunta al soberanismo como esa fórmula de cohesión.
Tras estas reflexiones, Joaquín Aguirre entra a exponer todos los indicios que fue recopilando durante su investigación en la llamada “trama rusa” del caso Volhov, esos que sus superiores consideran suficientes para que el juez decida o bien archivar la pieza separada o abrir juicio oral. Pero Joaquín Aguirre es un juez de dilatada experiencia y, en lugar de obedecer las ordenes de la Audiencia Provincial, ha tirado por la calle de en medio y ha abierto otra pieza gracias a la cual recupera los plazos de instrucción que había perdido con la anterior resolución judicial.
Lo que ocurre es que utiliza indicios y argumentos expuestos en la instrucción que debe cerrar. Y eso es motivo de recurso que probablemente prosperará. Las consecuencias del auto del juez Aguirre ya han sido expuestas aquí mismo. Lo que no se ha hablado, casi nada, es de estos argumentos que parece más bien propios de un libro de historia de la filosofía mezclado con un tratado político, que de un auto de un juez que, repetimos, se debe a lo estrictamente establecido en el derecho, sea cual sea su rama. Un juez de primera instancia, como es Joaquín Aguirre, no tiene facultades para argumentar lo que ha manifestado. Pero también lo hizo con sus declaraciones a la televisión alemana y sus superiores, incluido el Consejo General del Poder Judicial, lo avalaron a pesar de que se ha repetido en muchas ocasiones que los magistrados solo pueden expresarse a través de sus autos, providencias y sentencias.
En esta ocasión, Aguirre lo ha hecho mediante la utilización de un auto por lo que difícilmente le van a llamar la atención. Pero el contenido del escrito es tan difícil de asumir en la judicatura que recibirá una advertencia. No es ni la primera ni la última para el veterano titular del juzgado número 1 de Barcelona.