La clase política mundial, independientemente del color político que representen, son los mayores cómplices de la plutocracia actual que ha terminado por asesinar a los sistemas democráticos. A los políticos y a los militantes de los partidos no les gusta la expresión de que «todos son iguales», pero los hechos demuestran que es así. Trabajan para los poderes económicos, financieros y empresariales, no para la ciudadanía.
En España, por ejemplo, desde los ámbitos progresistas se sienten muy ofendidos por el hecho de que se diga que el PSOE o las formaciones a su izquierda son iguales que el Partido Popular o la extrema derecha. Sin embargo, los hechos demuestran que, al final, se priorizan los intereses de las élites frente a la de los ciudadanos. Una muestra de ello es que se destinen millones de euros de dinero público en pagar a los abogados del Estado que defienden a las grandes empresas en los litigios sobre cláusulas abusivas que se celebran en la Justicia Europea. Hay casos más graves pero, de momento, no se pueden contar.
El año 2024 está plagado de importantes citas electorales, no sólo en España. Están las elecciones europeas, las de Reino Unido o las de Estados Unidos. Hay países en los que hay incertidumbre sobre si habrá comicios anticipados. En todos ellos hay un crecimiento de las formaciones de extrema derecha. Eso sí, en todos los partidos hay una preocupación: la participación, sobre todo la de los sectores de clase trabajadora. Es decir, ahora sí importa lo que tengan que decir las familias más desfavorecidas o las víctimas de las juergas de las clases dominantes.
Hay una realidad que se comparte en las democracias más importantes del mundo. La abstención está aumentando entre los sectores más desfavorecidos, hecho que es consecuencia de la ineficacia absoluta de las políticas de los gobiernos. La ciudadanía no se fía de sus políticos porque sus políticos les han dado la espalda. Eso sí, si los pobres votaran en la misma proporción que los votantes de mayores ingresos, su influencia sería decisiva en todos los países. Sin embargo, para la gran mayoría de los partidos políticos, las necesidades de los pobres sólo sirve para rellenar páginas de sus programas electorales, promesas que luego se incumplen de manera significativa.
Las campañas electorales no les hablan a los desfavorecidos porque no abordan sus problemas ni ofrecen soluciones concretas. Son todo entelequias y vaguedades. «Vamos a mejorar la sanidad pública»; «vamos a mejorar la educación»…, etc., etc., etc. Ya son demasiados engaños y la gente está demasiado escamada y ya no le tiene miedo a la extrema derecha.
Se puede comprobar cómo todos los candidatos se olvidan de los más desfavorecidos. En los debates electorales apenas se dedica tiempo, cuando se dedica, a las políticas que tal o cual partido tendrían un impacto directo en las personas trabajadoras de bajos ingresos.
Hay países en los que más del 50% de los votantes tienen bajos ingresos o están en una situación laboral que les acerca a los umbrales de la pobreza. La polarización y la atomización son fenómenos por los que una movilización de este sector poblacional puede dar o quitar un gobierno, tanto si van a votar como si se quedan en su casa.
Las clases trabajadoras están frustradas, principalmente desde la crisis de 2008. Las familias ven que trabajan mucho para no tener nada o, simplemente, para sobrevivir. En muchos países la gente se obligada a enlazar dos, tres y cuatro trabajos para que no les desahucien de sus casas por no poder pagar el alquiler o la hipoteca y para poder llevar un plato de comida caliente a su casa. En muchos lugares los niños se van al colegio sin poder desayunar. Muchos padres y madres se quitan alimento de su boca para que a sus hijos no les falte una comida caliente. No hablamos de África, esto está sucediendo en las economías más avanzadas de la Unión Europea. En España no hay más que ver cómo las llamadas «colas del hambre» no fueron un fenómeno de la pandemia o de los primeros años de la crisis de 2008. Es ahora.
Mientras los políticos se llenan la boca con datos macroeconómicos, los niveles de pobreza están incrementándose. Nadie es el motor de nada si no cuida de las necesidades básicas de su pueblo. Si esos políticos, da igual del color que sean, no solucionan los problemas reales de la ciudadanía real, entonces, ¿cómo pretenden que crean en ellos? O, lo que es peor, ¿cómo creen que no se dejarán engatusar por los cantos de sirena de los partidos de la extrema derecha o de líderes que parecen telepredicadores prometiendo el paraíso?
Señores políticos, reflexionen, no sean cómplices de la plutocracia y destinen los recursos a las personas, no a los que ya lo tienen todo. Luego no se quejen de que se diga que «todos son iguales» porque, en realidad, todos ustedes lo son.