Aunque esto va de la guerra interna que hay en el PP, con o sin permiso de Putin diré que en la de Ucrania él ha sido el primero en disparar y, por tanto, también culpable de los muertos. Pero no debemos olvidar que Javier Solana dijo algo que sólo algunos medios osaron destacar el 21 de febrero: “Vivimos las consecuencias de sugerir que Ucrania entraría en la OTAN”.
Mientras seguimos a la espera de que el ex de la OTAN traduzca “sugerir” teniendo en cuenta que hace once meses Joe Biden llamó “asesino” a Putin, sobre la “guerra” en el PP no consigo recordar un relevo en el liderazgo de un partido que haya concitado tanto y tan desesperado consenso entre los medios de comunicación sistémicos, antes incluso de que el deseado haya confirmado su interés, que hasta los de la última reunión con Casado tuvieron que borrar “Núñez Feijóo” del comunicado oficial.
Y es que cuando a un entramado con dos pilares le falla uno, lo más probable es que se derrumbe todo, aunque esté “atado y bien atado” desde el principio.
Por cierto, aclaro que son las 22 horas del 26/02/2022, pues la velocidad de los acontecimientos es tal que es preciso dejar constancia del momento en que se escribe cualquier cosa que después se publique.
Soy de los que piensan que el PP comenzó a cavar su tumba el 11M de 2004 cuando Aznar, libre y consciente, mintió sobre la autoría de los atentados en Madrid, y eso que ETA no había organizado los del 11S de 2001 en Nueva York, que incluso coincidieron en el uso de medios de transporte, salvo que cambiaron aviones por trenes quizás para esquivar los controles que se habían instalado en todos los aeropuertos.
Y es que tampoco recuerdo ridículos, bloqueos y excesos que se parecieran tanto a los que durante más de tres años ha estado practicando Casado como los que, también desde una oposición insoportable por inesperada, Rajoy protagonizó entre 2004 y 2008, hasta el punto de que solo ganó tres años después gracias a que las personas que se suicidaban por no poder pagar la hipoteca provocaron tal depresión en Zapatero que decidió dimitir y adelantar las elecciones.
Regresando a la actualidad, y elucubrando sobre la poca visión a largo plazo del gallego deseado, lo cierto es que el PP que Núñez Feijóo renunció a liderar en 2018, tras la caída de Rajoy, estaba en condiciones mucho más favorables de las que presenta el que acaba de dejar Pablo Casado.
Políticamente hablando, Casado recibió en 2018 un capital de 7.941.236 votos y 137 escaños en el Congreso. En cambio, quien le suceda heredará 5.047.040 votos y se tendrá que conformar con 89 escaños hasta que a Sánchez le dé la gana convocar nuevas elecciones generales.
Traducido esto a dinero, que en el caso de los políticos de derechas es siempre un factor decisivo a la hora de respirar, significa que el PP recibió, en concepto de ingresos institucionales derivados de las últimas elecciones, 2.450.924,52 € menos de los que había recibido en las de 2016, y este recorte solo por lo que respecta al Congreso. Lo peor para el PP es que ese dinero no se lo queda Hacienda, sino que lo ingresan partidos que compiten contra ellos en las urnas.
En cuanto a otros ingresos legales, como las cuotas de los afiliados, en las primarias de 2018 acudieron a votar 58.304 afiliados, todos los cuales debían estar al corriente en el pago de las cuotas.
Pocas comparaciones son tan odiosas como las que hacen sangre sin recurrir a la demagogia. Por eso, viene a cuento recordar que un año antes el PSOE había celebrado sus primarias, aquellas en las que Sánchez consiguió más del 50% de los votos, y que acudieron a esas urnas 148.937 afiliados, es decir, un 155% más que los del PP. Y eso que los de Abascal aún no habían arrancado poder parlamentario a los de Casado, pues ni siquiera se habían celebrado las elecciones andaluzas.
De la financiación ilegal del PP no hablaremos, pues al último que se le ocurrió denunciar, no por convicción sino por conveniencia y contra ellos mismos en la persona de una política poderosa y de su hermano beneficiado, poco le ha faltado para que, además de descabalgarlo, se lo tragara la tierra. El asunto Vox/PP merece punto y aparte, y queda para una próxima entrega.
En cualquier caso, la deuda del PP con los bancos era, hace un año, de 38 millones de € y seguro que Núñez Feijóo pedirá que le actualicen ese “detalle” antes de tomar una decisión. Me cuesta mucho pensar que quiera ser el político que presidió las pompas fúnebres del PP. Por tanto, solo asumirá ese riesgo si antes consigue conjurarlo.
Y solo lo conseguirá si pacta con Sánchez una estrategia a largo plazo para reconstruir el bipartidismo. Se lo encargarán a terceros de la confianza de ambos y sin que nos enteremos, pero pocas veces veremos a dos supuestos adversarios tan interesados en un mismo final del guión que representan.
Por cierto, ¿a qué se dedica Iván Redondo?