El 7 de noviembre de 2024 marcará un hito en la batalla entre la inteligencia artificial y los derechos de autor. Una resolución judicial contundente exoneró a OpenAI de las acusaciones de plagio y violación de propiedad intelectual, desestimando una demanda presentada por los editores Alternet y Raw Story. La decisión refuerza la legitimidad del uso de datos abiertos en el entrenamiento de modelos de IA y cuestiona la validez de muchas de las demandas legales en curso contra estas tecnologías.
Razonamientos de la Resolución: Argumentos Clave a Favor de OpenAI
El entrenamiento de IA no vulnera el copyright: Según los argumentos aceptados por el tribunal, el proceso de entrenamiento de modelos con datos accesibles al público está protegido por el principio de uso justo. Esta práctica no constituye infracción alguna. El principio jurídico de uso justo se extiende a la música, imágenes y vídeos y toda aquella información que pudiera ser susceptible de propiedad intelectual.
Las IA sintetizan, no copian: La corte destacó que los modelos de OpenAI no reproducen textos literales (o imágenes o videos), sino que generan respuestas basadas en síntesis de información, eliminando la posibilidad de reproducción exacta.
El dataset es inmenso, imposibilitando la copia exacta: El ingente volumen de datos utilizados por los modelos hace prácticamente imposible que se produzca una reproducción literal de cualquier obra específica. Es decir, que sólo podremos hablar de infracción de Derechos de Autor si se reproduce un tema determinado, de un autor determinado y esta obra está sujeta a derechos. Un tema “como” los que hacían los Beatles, pues no.
El regurgitamiento no es demostrable: Los demandantes no pudieron aportar pruebas concretas de que ChatGPT replicara directamente sus artículos, una carga de prueba indispensable para cualquier reclamación legal, aunque eso pudiera ser cierto en modelos anteriores, retirados de uso.
La Decisión Judicial es un Golpe a las Demandas por Derechos de Autor; la jueza Colleen McMahon desestimó la demanda de Alternet y Raw Story, subrayando que su argumento principal no era la eliminación de información de gestión de derechos de autor (CMI), sino el uso de sus artículos para entrenar modelos sin compensación. Sin embargo, la magistrada señaló que esta queja, aunque comprensible, no encajaba dentro del marco de la DMCA, es decir que no había piratería de contenidos.
En su resolución, McMahon calificó de "insuficientes" las pruebas presentadas y enfatizó que el daño alegado carecía de sustento jurídico. Este fallo sienta un precedente que podría limitar futuros intentos de litigar contra empresas de IA por el uso de datos abiertos.
La derrota sin paliativos de Alternet y Raw Story representa un duro golpe para los editores de todo el mundo que buscaban frenar la expansión de la IA, o cuanto menos “extorsionar” a las multimillonarias empresas de Inteligencia Artificial, mediante demandas judiciales. Aunque los demandantes planean recurrir, la jueza se mostró escéptica de que puedan demostrar un daño reconocible directo.
Expertos como James Grimmelmann, profesor de Derecho en la Universidad de Cornell, consideran que esta resolución tiene el potencial de restringir drásticamente las demandas relacionadas con el entrenamiento de modelos de IA. “Esta decisión podría eliminar la legitimidad de casos futuros de infracción de derechos de autor contra las empresas de inteligencia artificial”, señaló.
Por si fuera poco, la visión de la Magistrada americana ha sido asumida por el círculo de quienes han ganado, con Trump las elecciones americanas. La idea de que las empresas de IA son una Prioridad Nacional, hace que no exista razón ninguna para que éstas respeten la propiedad intelectual del resto del mundo. Y la prueba de que se habla en serio, es que Donald Trump ha amenazado públicamente con que Estados Unidos se iría de la OTAN si la Unión Europea se atreve a sancionar a “X” o a cualquera de las “Tech” americanas.
La victoria de OpenAI no solo fortalece su posición legal, sino que también refuerza la legitimidad del sector de inteligencia artificial. Jason Deutrom, portavoz de la compañía, afirmó: “Construimos nuestros modelos utilizando datos públicos, protegidos por el uso justo y precedentes legales establecidos”.
Nuevamente, esos tertulianos, “catedráticos” y estómagos agradecidos de las entidades de gestión que decían que los resultados de la AI eran “ilegales”, deberán volver a callarse. Porque esto afecta, y mucho, a los conceptos de qué es “copia privada” y “reproducción pública”, y a las regalías que se perciben por ellas.
Esta decisión, indudablemente redefinirá la manera en que se regulan las tecnologías emergentes, estableciendo que el entrenamiento de IA con datos públicos no viola los derechos de autor, ni de los americanos, ni de los europeos, ni, por supuesto, españoles.
Por ejemplo, dentro de unos meses se le pedirá a la IA que haga una película de un argumento parecido a Casablanca, que sea interpretado por alguien parecido a Humphrey Bogard y alguien parecido a Elle MacPhearson, que pase en Hawaii y que tenga tres escenas subidas de tono. El resultado, un film de 120 minutos, se guardará en un disco duro o el móvil. Nada de eso devengará derechos de reproducción, copia privada o propiedad intelectual.
La resolución judicial refleja un cambio de paradigma: las IA no son ilegales ni infringen los derechos de autor, siempre que operen bajo principios de uso justo, y sean americanas. Dicho de otra manera, más de un siglo de pacífica jurisprudencia de nuestro Tribunal Supremo, y de centenares de Tribunales Supremos de todos los estados que son y han sido, acaban de pasar a la historia por la resolución de una jueza de Manhattan. Y es que el Imperio es el Imperio.