La nueva élite contra la democracia: ilustración oscura, poder sin control y el culto al genio

Musk, Trump y una corriente ideológica que transforma la libertad en dominio y la innovación en dogma autoritario

07 de Abril de 2025
Actualizado a las 14:24h
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Donald Trump guerra
Donald Trump interviene en la cumbre ultra de la CPAC | Foto: Gage Skidmore

Mientras los valores ilustrados clásicos hablaban de razón, igualdad y cooperación, la llamada "ilustración oscura" propone justo lo contrario. Se trata de una ideología emergente que propone entregar el poder a una élite tecnológica, supuestamente más capaz que el resto. 

Del humanismo al elitismo 

El movimiento rompe con el legado ilustrado. Frente a la confianza en el conocimiento compartido y el progreso común, impone un modelo jerárquico donde unos pocos —los más ricos, los más listos o los más disruptivos— deben tomar decisiones por todos. 

Se desprecia lo colectivo, se valora lo disruptivo por encima de lo consensuado, y se justifica cualquier abuso de poder como una consecuencia natural de la superioridad de los elegidos. Esta lógica se enmarca en una cosmovisión que considera que las masas sólo ralentizan el avance de la civilización, y que los genios solitarios deben ser los verdaderos líderes del mundo. 

Musk como profeta, Trump como ejecutor 

Elon Musk ha adoptado muchos de estos postulados. En su gestión empresarial se ve con claridad: actúa sin supervisión, desprecia normas laborales, se burla de reguladores, y defiende una libertad de expresión sin límites... siempre que él decida qué se dice. Su figura encarna al líder que no rinde cuentas. Musk representa el arquetipo del tecnócrata redentor: alguien que cree que su visión personal está por encima de la deliberación colectiva. 

Trump, en cambio, actúa como el ejecutor. Su desprecio por la democracia, su uso del poder para beneficiar a aliados y castigar enemigos, y su retórica agresiva, son las herramientas que esta ideología necesita para imponerse políticamente. Trump no necesita creer en la ilustración oscura para ser funcional a sus intereses: su estilo autoritario, sumado a su enorme capacidad de movilización emocional, lo convierte en el socio perfecto para esta agenda. 

Juntos representan una nueva alianza entre el poder económico y el poder político, en la que la democracia se convierte en un obstáculo y no en una meta. La administración pública se ve como una empresa ineficiente que hay que reestructurar desde arriba, y los ciudadanos, como clientes que deben aceptar lo que se les impone, sin espacio para el disenso. 

El nuevo lenguaje del poder 

La ilustración oscura no opera solo desde lo ideológico, sino también desde lo simbólico. El lenguaje se transforma: términos como "meritocracia", "libertad de expresión", "autonomía individual" o "racionalidad" son resignificados para justificar la concentración de poder. Bajo esta lógica, la desigualdad deja de ser un problema y se convierte en una muestra de que el sistema funciona correctamente. 

No es casual que muchos defensores de esta corriente se presenten como víctimas del sistema. Se quejan de la "cultura de la cancelación", del exceso de regulación, o de la "corrección política" como si vivieran bajo una tiranía. Pero lo que buscan no es libertad de expresión, sino impunidad ideológica. Quieren decir y hacer lo que les plazca, sin consecuencias, porque se consideran moralmente superiores. 

El impacto de esta ideología ya se percibe. Musk ha convertido X (antes Twitter) en un laboratorio donde se ensaya una visión libertaria del discurso público, con consecuencias reales sobre la calidad democrática. Thiel financia campañas para desmontar el Estado desde dentro. Andreessen promueve manifiestos que identifican la ética y la sostenibilidad como obstáculos al progreso. Todo esto configura un escenario donde la tecnología no se pone al servicio de la sociedad, sino al servicio del poder de quienes la controlan. 

Además, esta corriente se filtra en la cultura popular. La idea del "genio incomprendido", del líder que actúa contra todos porque ve más allá, se repite en libros, series, películas y redes sociales. Jóvenes que crecen admirando a Musk o Thiel internalizan la creencia de que la empatía, la cooperación o la justicia son debilidades. Así se normaliza un nuevo tipo de autoritarismo, más seductor y difícil de detectar, porque no se impone con tanques, sino con algoritmos.

¿Qué podemos hacer? 

El primer paso para enfrentar esta amenaza es nombrarla. Saber que existe, entender cómo funciona y reconocer sus mecanismos. La ilustración oscura no es una anécdota académica: es una ideología que ya tiene poder, influencia y recursos. Cuestionarla no implica rechazar la tecnología o la innovación, sino impedir que se conviertan en excusas para destruir los principios democráticos. 

Es necesario reivindicar los valores de la Ilustración clásica: la razón crítica, el conocimiento compartido, el respeto a la dignidad humana. Pero también adaptarlos a un mundo digital, donde los viejos marcos institucionales ya no bastan. La defensa de lo común no puede ser una nostalgia: debe ser un proyecto urgente y colectivo. 

Porque si dejamos que los nuevos profetas del poder decidan solos nuestro destino, no estaremos entrando en el futuro. Estaremos repitiendo, con nuevas máscaras, los errores más antiguos de la historia. 

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