El envejecimiento de la población está suponiendo un reto considerable en muchos países. A medida que la esperanza de vida aumenta, se hace evidente la necesidad de establecer políticas que se centren en el bienestar de nuestros mayores, sobre todo considerando la carga que a menudo recae en las mujeres como cuidadoras principales, un dato objetivo es que más del 80% de las personas cuidadoras son mujeres, hijas o esposas del dependiente.
La tradición y las normas culturales han situado a la mujer como la principal cuidadora dentro del hogar, un rol que conlleva un desgaste emocional y físico significativo. Este papel se ha mantenido incluso en un momento en el que las mujeres se han incorporado, y a primera vista parece ya un tema superado, al mercado laboral, lo que ha multiplicado sus responsabilidades y a menudo ha provocado que se encuentren en una situación de desventaja respecto a los hombres en términos de tiempo libre, descanso y oportunidades profesionales.
Es por ello esencial desarrollar políticas que fomenten la igualdad de género en la atención a los mayores.
En cuanto a la Ley de Dependencia, aunque es un paso importante, es cierto que su aplicación y financiación a menudo resultan insuficientes y tediosas en lo que a la burocracia exigida se refiere,además de eternizarse las resoluciones, en la mayoría de las Comunidades Autónomas cuando llega, llega tarde y mal. La Ley de Dependencia es necesario que se aplique con diligencia y rapidez con el único objetivo de cubrir todas las necesidades de la población dependiente. Es crucial revisar y mejorar esta ley y dotarla de presupuesto suficiente para garantizar que todas las personas mayores reciban el apoyo y los cuidados que necesitan.
La apertura de más centros públicos y residencias de personas mayores es también fundamental. Espacios que no solo proporcionen un lugar de residencia para los mayores, sino también servicios de atención sanitaria y actividades recreativas. Es esencial que estos centros sean accesibles y que ofrezcan un alto nivel de cuidado.
También resulta trascendental prestar atención a la salud mental de las personas mayores. A menudo, este aspecto se pasa por alto, pero es una parte esencial del bienestar general. Los programas de salud mental deberían ser una parte integrante de las políticas para mayores, con servicios disponibles tanto en residencias como en centros de día y en el hogar.
Cuidar a nuestros mayores es una tarea que requiere una mayor inversión, tanto en términos de políticas públicas como de cambios culturales para compartir las responsabilidades de cuidado de manera más equitativa. Con el enfoque y los recursos adecuados, podremos garantizar que nuestros mayores vivan con dignidad y reciban el cuidado que merecen.