PSOE y PP tampoco desclasificarán los documentos sobre la entrega ilegal del Sáhara a Marruecos

Documentos desclasificados de la CIA muestran cómo la retirada española del Sáhara Occidental fue el resultado de un acuerdo secreto negociado entre Juan Carlos de Borbón y Estados Unidos, con la mediación del entonces todopoderoso Henry Kissinger

10 de Agosto de 2025
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Sahara Sanchez PSOE

El final del régimen franquista no solo trajo una transición política interna, sino que también marcó uno de los episodios más opacos y determinantes de la política exterior española: la entrega del Sáhara Occidental a Marruecos mediante un pacto secreto sellado entre Juan Carlos de Borbón y Estados Unidos, con el aval de Arabia Saudí y el beneplácito de Francia.

En 1975, España vivía en vilo. El dictador Francisco Franco agonizaba y el futuro del país estaba en manos de una monarquía aún no consolidada. Juan Carlos de Borbón, entonces príncipe, se preparaba para asumir la Jefatura del Estado en un contexto delicado, donde el Ejército aún era leal al franquismo, la oposición interna crecía y la inestabilidad internacional amenazaba con interferir en la transición.

En ese marco de incertidumbre, el Sáhara Occidental se convirtió en una pieza estratégica. La ONU ya había dictaminado que el territorio debía descolonizarse mediante un referéndum de autodeterminación. Marruecos, sin embargo, reclamaba soberanía sobre la región. Ante la negativa del Tribunal Internacional de Justicia a respaldar sus aspiraciones, el rey Hassan II impulsó la Marcha Verde, una movilización masiva hacia el territorio saharaui.

Washington y Riad, en el tablero saharaui

Según documentos desclasificados por la CIA, el Departamento de Estado de Estados Unidos aprobó en agosto de 1975 un proyecto secreto para arrebatar el Sáhara a España sin necesidad de guerra, evitando así una crisis internacional en plena Guerra Fría. La operación fue diseñada por la CIA y financiada por Arabia Saudí, interesada en ampliar la influencia suní y estrechar la alianza con Marruecos, un bastión estratégico en el norte de África.

Francia también respaldó el movimiento, preocupada por la posible expansión del Frente Polisario, apoyado por Argelia, que mantenía un discurso socialista y panarabista. El temor occidental al avance de regímenes cercanos a la URSS en África fue clave en la decisión de entregar el Sáhara a Hassan II.

Un viaje secreto

En octubre de 1975, con Franco incapacitado, Juan Carlos I asumió el mando provisional de la Jefatura del Estado. En paralelo, envió en secreto a su emisario de confianza, Manuel Prado y Colón de Carvajal, a Washington. Su misión: garantizar que Estados Unidos apoyara la transición española a cambio de permitir la ocupación del Sáhara por Marruecos. El interlocutor directo fue Henry Kissinger, secretario de Estado y cerebro de la política exterior estadounidense durante la Guerra Fría.

Según las filtraciones y documentos, Kissinger aceptó mediar con Hassan II y garantizar que la Marcha Verde no derivara en un conflicto armado con España. A cambio, Juan Carlos se comprometería a no defender el territorio saharaui y aceptar su entrega a Marruecos en silencio. Washington, por su parte, ofrecía reconocimiento y apoyo político al nuevo monarca.

El pacto encajaba con los intereses de todas las partes: Estados Unidos mantenía el equilibrio regional y evitaba una revolución similar a la portuguesa en España; Marruecos ampliaba su territorio; Arabia Saudí ganaba peso político; y Juan Carlos I aseguraba el respaldo del mayor poder mundial en su delicado ascenso al trono.

El precio, sin embargo, fue la renuncia silenciosa a un proceso de descolonización legalmente exigido, que España debía haber gestionado con responsabilidad. La entrega del Sáhara no pasó por el Parlamento, no fue consultada con la ciudadanía y violó todas las resoluciones posibles de Naciones Unidas.

El 12 de noviembre de 1975, una semana antes de la muerte de Franco, se firmó la Declaración de Madrid, por la cual España se desentendía formalmente del Sáhara Occidental. Aunque nunca transfirió la soberanía (pues legalmente no podía), dejó el territorio en manos de Marruecos y Mauritania, incumpliendo su deber como potencia administradora.

Operación encubierta silenciada durante décadas

Todo este proceso fue gestionado al margen del Gobierno de Arias Navarro y del Consejo de Ministros. Ni siquiera se informó a la mayoría del gabinete, lo que refuerza la idea de que la operación fue conducida personalmente por Juan Carlos I y su círculo más estrecho.

Durante décadas, esta historia fue enterrada bajo la narrativa oficial de la Transición modélica y la buena relación entre España y Marruecos. Sin embargo, los documentos desclasificados de la CIA y los informes de la ONU ponen en cuestión no solo la legalidad de los hechos, sino también su legitimidad democrática y moral.

Consecuencias de una traición silenciosa

Hoy, el Sáhara Occidental sigue sin haber sido descolonizado. España continúa siendo la potencia administradora según el derecho internacional, pero permite la ocupación marroquí del territorio, una realidad que ni el gobierno de Pedro Sánchez ni la Casa Real reconocen abiertamente. Es más, las violaciones legales se incrementaron con la decisión unilateral del presidente español de acatar y someterse a la voluntad del ácrata Mohamed VI.

Ese pacto secreto entre Juan Carlos I y Estados Unidos marcó un punto de inflexión histórico: no solo supuso la renuncia de España a cumplir sus responsabilidades internacionales, sino que sentó las bases de una impunidad que aún hoy sufren el pueblo saharaui y el derecho internacional.

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