Qué dirá el Santo Padre, que vive en Roma, de la guerra de Ucrania

12 de Marzo de 2024
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Papa Francisco

El Santo Padre, o sea el Papa Francisco, se ha caracterizado en estos dos años por su sonoro silencio ante la agresión a Ucrania y, más concretamente, ante la genocida actitud de los ocupantes contra ese país. El Papa ha callado ante las miles de violaciones de las mujeres ucranianas. Tampoco ha dicho nada acerca de los miles de niños secuestrados por los rusos y enviados a campos de internamiento en Rusia. Ni de los soldados ucranianos castrados por las fuerzas de ocupación, ni siquiera ha hablado de las iglesias destruidas, ni de las numerosas violaciones de los derechos humanos perpetradas por el Ejército ruso. Nada, de nada, el silencio ha sido la respuesta del Papa, y quien calla, otorga.

A pesar de que el 10% de la población ucraniana es católica, el Papa se ha mostrado inmisericorde y equidistante, condenando la guerra, eso sí, mas como si fuera una inclemencia climática que  no la obra de un criminal despótico y sin escrúpulos como el presidente de Rusia, Vladimir Putin. Equiparar a ambas partes como responsables de la guerra, poner a la misma altura moral y ética a rusos y ucranianos, es una disparatada perversión política más propia de un cínico que de un líder religioso. Para el Papa, pues, tanto Putin como el presidente ucraniano, Volodímir Zelenski, son responsables de la guerra y, sin jerarquizar responsabilidades, ambos han llevado a Ucrania a esta verdadera hecatombe que padece.

Ahora, para más inri, el Papa ha hablado y lo ha hecho para apelar a Ucrania a que se rinda y alce la bandera blanca.  En concreto, el Santo Padre afirmó en una entrevista que Ucrania debería tener lo que él llama el coraje de "izar la bandera blanca" y negociar el fin de la guerra con Rusia que siguió a la invasión a gran escala de Moscú hace dos años y que ha matado a decenas de miles de personas. Así de simple entiende el Papa Francisco la salida a esta guerra.

Pese a todo, el máximo líder ucraniano descarta rendirse y se sigue ciñendo al guion original, en el sentido  de exigir la retirada de las tropas rusas de toda Ucrania y el restablecimiento de sus fronteras estatales. Zelenski exige el reconocimiento pleno de la soberanía nacional de Ucrania y el respeto a su integridad territorial; no acepta, bajo ningún concepto, que el camino hacia la paz pase por la partición de Ucrania y la integración de cuatro provincias ucranianas a Rusia, tal como desea Moscú. El Kremlin ha descartado entablar conversaciones de paz en los términos fijados por Kiev.

Ucrania derrotada, según el Papa Francisco

El Papa Francisco ve ya como derrotada a Ucrania y, en definitiva, está apelando a que las realidades sobre el terreno, es decir, las conquistas rusas, se vean legitimadas y aceptadas como irreversibles en una mesa de unas hipotéticas negociaciones, tal como desea realmente Rusia y Putin consagró de forma “legal” al anexionarse oficialmente cuatro provincias ucranianas en el año 2022. Las regiones anexadas, que suman casi 15% del territorio de Ucrania, incluyen Donetsk y Lugansk, en el este, y Jersón y Zaporiyia, en el sur. Si a estos territorios añadimos la ya anexionada península de Crimea, en el 2014, casi el 20% del territorio ucraniano quedaría en manos rusas.

Compartiendo la visión de Putin con respecto al conflicto, el Papa, que ya ensalzó en el pasado a la “Gran Rusia”, tal como se refieren los ultranacionalistas rusos a su país, llama a la rendición de Ucrania usando formas eufemísticas: "La palabra negociar es una palabra valiente. Cuando ves que estás derrotado, que las cosas no van bien, necesitas tener el coraje de negociar”. Las únicas negociaciones que ha habido hasta ahora entre ucranianos y rusos, celebradas en Turquía que actuó como mediador, demostró a las claras que Rusia no está dispuesta a ceder en sus pretensiones territoriales y expansionistas, como se ha demostrado desde la implosión de la extinta Unión Soviética, allá por el año 1991. Rusia ha arrebatado territorios a varios de sus vecinos, como a Moldavia, provocando la secesión de Transnistria; a Georgia, arrebatándole las regiones de Abjasia y Osetia del Sur; y a Ucrania ahora con estos cuatro distritos.

Ya en el pasado, el Papa expresó su simpatía con las tesis de Putin con respecto a que Occidente estaba amenazando a Rusia con la expansión de la OTAN hacia el Este y por haber herido la sensibilidad rusa al incorporar a varios Estados de esta zona de Europa en la Unión Europea (UE) y la Alianza Atlántica. Así se refería el diario español El País a este asunto: "El papa Francisco ha afirmado que la invasión de Ucrania por parte de Rusia “quizá, de alguna manera, fue provocada o no evitada," según la transcripción publicada este martes de una conversación que mantuvo hace unos días con los directores de las revistas culturales europeas de la Compañía de Jesús. “No vemos todo el drama que hay detrás de esta guerra. Veo un interés en probar y vender armas. Es muy triste, pero básicamente esto es lo que está en juego”. Ni una palabra de condena a Rusia, ni a su presidente, sino que la guerra es fruto de una suerte de errores de los occidentales y una especie de conspiración internacional para vender armas. ¡Cuanta indecencia habita en su palabrería, Papa Francisco!

Al igual que ocurriera durante la Segunda Guerra Mundial y la ejecución del Holocausto, en que el silencio y la complacencia frente al nazismo imperó en la política exterior del Vaticano, ahora el Papa Francisco, al igual que Pío XII, mantiene una actitud pusilánime y poco firme en la defensa de los principios y valores éticos, justificando al agresor y callando frente a sus tropelías. Por lo menos Pío XII se abstuvo de hablar mientras las cámaras de gas exterminaban a millones de judíos, con un silencio que todavía resuena en los salones del Vaticano, mientras que el actual Papa ha caído en la ignominiosa apelación a la rendición a los ucranianos sin condenar ni siquiera uno de los miles de crímenes cometidos por los rusos en esta guerra. La Iglesia católica, como tantas veces en su historia, vuelve a mostrar la más oscura de sus caras. Que Dios nos coja confesados.

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