¿Renovables de verdad o de inmoralidad?

08 de Enero de 2022
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A veces es complicado, pero resulta fundamental hacerlo.  Se trata de separar el grano de la paja y, en el mundo de la empresa, distinguir al que sigue su nicho de negocio del que persigue su propio “pelotazo”.  Esta semana, sin ir más lejos, era noticia una conocida empresa constructora que hace menos de dos años optó a licencias de explotación para sendas instalaciones fotovoltaicas en Castilla-La Mancha y Extremadura y a los dos años les da “el pase” con una venta suculenta. Las renovables no debieran funcionar como el mercado de invierno de jugadores de fútbol.

Hubo, hace años, una necesidad cierta de vivienda accesible y de creación de empleo en España. Fue entonces cuando se planteó un modelo de desarrollo urbano que pudiese dar respuesta a estas necesidades, a la vez que se pretendía modernizar nuestras ciudades. Aparecieron los fondos inversores y también los oportunistas de ocasión para hacer negocio especulador con este problema. Se le llamó el ‘boom inmobiliario’ que acabó como todos sabemos.  El ‘pelotazo’ hundió la solución. Cayeron especuladores y también las constructoras e inmobiliarias profesionales y honestas que se habían dedicado al sector desde años.

En estos días hay una necesidad social que demanda test de diagnóstico del COVID-19 para tener algo de seguridad en las fiestas familiares, y mientras en Portugal, por ejemplo, se venden en farmacias a dos euros, en España se han llegado a vender un 500% más caro. Mientras que algunos ganan a espuertas otros se quedan sin el producto. Pasó igual con las mascarillas y otros muchos ejemplos de necesidades sanitarias recientes. Pagaron los ciudadanos, el farmacéutico de su barrio, los sanitarios… y ganaron los especuladores, de nuevo. Hay quien dice “es triste, pero es ley de vida”.

Son dos ejemplos, uno muy conocido y otro muy cercano, que nos muestran que cuando surge una necesidad algunos se aprovechan para invertir, no producir, especular y ganar mucho, muchísimo dinero. Pero esto arrastra a todos, incluso a los que sí invierten, producen, innovan y generan empleo. Una cosa es una aplicación razonable de la ley de la oferta y la demanda y con ella obtener beneficio y otra es la del ‘sacar tajada’ de la situación a toda costa.

Un sector de vanguardia y bandera en nuestro país es el de las energías renovables. Hay conciencia y conveniencia en la necesidad de incrementar nuestra capacidad de generar energía de forma limpia, renovable y segura que nos permita reducir nuestro impacto ambiental, atajar la crisis climática y reducir nuestra dependencia energética del exterior. El Gobierno ha hecho bandera de esta causa. Grandes empresas españolas, como es el caso de Iberdrola, son punta de lanza de esta decisión política de España. De hecho, la centenaria compañía vasca se ha encaramado en el primer puesto del ránking mundial de energía eólica.

Se adivinan dos modelos de proyectos en renovables: una vez más, los que saben, tienen experiencia, capital humano, vienen para quedarse… y los que aparecen con una sociedad anónima recién creada, con grandes fondos de inversión que piden alta rentabilidad y rápida, y se crean para acaparar mercado y vender al mejor postor.  Es tan lícito como perturbador y cortoplacista.

Una vez más los especuladores están en medio. Ahora se les llama en la ‘neo’ jerga de los negocios como ‘unicornios’. Es decir, empresas que crean varios socios de la noche a la mañana, ganan más de 1.000 millones de euros de forma rápida e innovadora. En el mejor de los casos generan una nueva idea o línea de negocio. Son formas nuevas de llamar a lo mismo.

Si usted y yo, viendo la demanda de mascarillas hace varios meses, constituimos una empresa de forma rápida, las compramos en China con un préstamo de otros, las guardamos hasta que la demanda haga aumentar mucho el precio y ante la poca oferta en el mercado aprovechamos para venderlas por un 300% de lo invertido, supongo que se nos podrá llamar muchas cosas, pero empresarios innovadores del sector de la salud no será una de ellas. No hemos aportado nada, pero hemos ganado mucho. Nada de esto es ilegal, pero no aporta nada a la sociedad.

Hay varias empresas ‘unicornio’ de esas en el sector energético y creadas, ‘casualmente’, hace poco tiempo. Algunas empresas renovables, sin entrar en detalle sobre su merecida reputación han incorporado el dinero en su nombre de pila.  Green Capital, Capital Energy….  Su inscripción registral pareciera haberla compuesto Liza Minelli en una tarde de cabaret.

Llaman la atención empresas que siendo creadas de la nada reúnan una cartera de renovables importantes, algunas con más de 400 proyectos eólicos fotovoltaico y presencia en 44 provincias, tratando de sacar adelante sus proyectos, pese a que han tenido algunos problemas de financiación, han cancelado su pretendida salida a bolsa y encontronazos con las asociaciones del sector por “dañar la imagen de este”.

No solo han presentado proyectos por todas partes, sino que comienzan a coleccionar denegaciones de permisos por no presentar la documentación necesaria, tal es el caso de dos de sus proyectos en Burgos, o por ubicar sus proyectos en zonas de protección ambiental. De forma inaudita se personan en los expedientes de otras empresas competidoras para pedir que caduquen sus parques. Parece claro a qué modelo pueden responder.

Finalmente, para identificar los proyectos más adecuados, independientemente de que tengan todos los trámites administrativos o ambientales aprobados, las organizaciones ambientales más serias proponen que se valoren a aquellos proyectos que integran de forma clara un equilibrio entre lo ambiental, social y económico, que tengan experiencia y personal adecuado y cualificado y que dialoguen con la sociedad del entorno donde quieren ubicarse. No quiere decir negociar con los ayuntamientos solamente, han de respetar, además, y potenciar la biodiversidad, escuchar a la ciencia, potenciar la generación de oportunidades económicas y de empleo a futuro del entorno. Y, ya puestos a pedir, estaría bien que se comprometiesen no solo con la creación del proyecto o el parque, sino a mantenerlo, implicándose en el entorno y con un claro compromiso de permanencia. Ser buenos vecinos, no quienes se aprovechan de las personas.

En renovables debemos apostar por el planeta y por nuestra casa. Usando el paralelismo con el hogar, es preferible que quien compre el piso enfrente al mío sea una familia que viene a vivir a esa casa, antes que una empresa que se haga un hueco turístico en la entreplanta.

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