Rentabilidad desmesurada y desequilibrios estructurales en el sistema bancario

Los beneficios extraordinarios del sector financiero reflejan una desconexión progresiva entre la lógica del rendimiento privado y las necesidades de la economía real

04 de Mayo de 2025
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Rentabilidad desmesurada y desequilibrios estructurales en el sistema bancario

La acumulación de beneficios desproporcionados por parte de las entidades bancarias ha dejado de ser una anomalía coyuntural para convertirse en un rasgo estructural del capitalismo financiero contemporáneo. Este fenómeno, que contrasta con la escasa rentabilidad de la economía productiva y los sectores generadores de empleo, sugiere un desequilibrio profundo en la asignación de recursos y en los incentivos del sistema económico. 

Mecanismos de extracción de rentas y desvinculación de la economía productiva

Lejos de apoyarse en una mayor eficiencia técnica o en una optimización del proceso de intermediación, los beneficios bancarios desmesurados se explican en gran medida por prácticas de extracción de rentas, posiciones oligopólicas y un entorno normativo que ha favorecido la financiarización de la economía. Las principales fuentes de rentabilidad no están vinculadas al apoyo a actividades productivas, sino al apalancamiento especulativo, la titulización de activos, el arbitraje regulador y la ingeniería contable y fiscal.

La progresiva desmaterialización del negocio bancario ha permitido a las entidades orientar su actividad hacia operaciones de alta rentabilidad en los mercados de capitales, muchas de las cuales implican una creación de valor puramente nominal. Esta orientación desconecta el beneficio privado del valor económico o social generado, dando lugar a lo que diversos autores denominan “rentas financieras improductivas”. En este contexto, la banca deja de actuar como un canalizador eficiente del ahorro hacia la inversión, para convertirse en un actor extractor de rentas, cuya lógica resulta incompatible con los objetivos de desarrollo inclusivo y sostenible.

Esta transformación ha sido posible gracias a una arquitectura institucional permisiva, que ha tolerado —y en ocasiones fomentado— el crecimiento desproporcionado del sector financiero respecto al PIB real. Las políticas monetarias expansivas, los tipos de interés históricamente bajos y la laxitud en la regulación del riesgo han contribuido a una situación en la que la rentabilidad del capital bancario se sostiene mediante mecanismos que internalizan los beneficios y externalizan los costes.

Riesgos sistémicos, desigualdad y pérdida de legitimidad

El modelo actual de rentabilidad bancaria genera una serie de externalidades negativas que deben ser abordadas desde una perspectiva de política económica. En primer lugar, la concentración de beneficios en un número reducido de entidades refuerza estructuras de poder económico que distorsionan la competencia, debilitan la capacidad reguladora del Estado y limitan su margen redistributivo. Esto se traduce en un incremento de la desigualdad y en una concentración de capital financiero que acentúa las fracturas sociales.

En segundo lugar, la lógica de privatización de beneficios y socialización de pérdidas ha generado un problema estructural de riesgo moral. Los rescates públicos a bancos sistémicos —justificados bajo el principio de “demasiado grandes para caer”— han sentado un precedente peligroso: el sistema financiero opera con la expectativa de respaldo público, incluso cuando asume riesgos excesivos. Esta dinámica no solo cuestiona la justicia del sistema, sino que genera incentivos perversos que debilitan aún más su estabilidad estructural.

Por último, la desconexión entre la rentabilidad financiera y la economía real contribuye a una progresiva pérdida de legitimidad de las instituciones bancarias ante la ciudadanía. En un contexto de restricciones fiscales, desempleo persistente y precariedad laboral, la acumulación de beneficios récord por parte de la banca se percibe no solo como una injusticia, sino como una disfunción institucional. Esta erosión de la legitimidad puede traducirse en inestabilidad política y en un cuestionamiento profundo de los marcos legales y normativos vigentes.

Los beneficios "groseros" de la banca no reflejan una función eficiente al servicio del crecimiento, sino el síntoma de un modelo que prioriza el rendimiento financiero por encima del bienestar colectivo. La reorientación del sector bancario hacia prácticas vinculadas a la creación de valor real, la regulación efectiva del riesgo sistémico y la recuperación de su función social se perfilan como condiciones indispensables para construir un sistema económico más equilibrado, inclusivo y sostenible.

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