Sacamos los brazos de las tumbas y somos más fuertes

25 de Noviembre de 2021
Guardar
mano-1024x1024

Minerva, Patria y María Teresa Mirabal, “Las Mariposas”, eran hermanas y nacieron en la provincia de Salcedo, en República Dominicana, en los años veinte las dos primeras y en 1935 la tercera. Las tres fueron encontradas sin vida el mismo día: el 25 de noviembre de 1960.

Precisamente esa es la fecha que ha sido marcada en el calendario mundial para establecer el Día Internacional Contra la Violencia hacia la Mujer. Como si de esta manera llevásemos a término lo que precisamente Minerva sentenció: “Si me matan, sacaré los brazos de la tumba y seré más fuerte”.

Las hermanas Mirabal procedían de una familia rural pero acomodada, que les permitió estudiar en el Colegio Inmaculada Concepción de la Vega, gestionado por monjas españolas. Buenas estudiantes, interesadas por el conocimiento, y con una vida que, para la época, les permitía no tener necesidades gracias al negocio de su padre, Enrique Mirabal. Llegaron a cursar estudios universitarios, algo nada habitual en la época.

Minerva y Teresa pasaron por prisión en varias ocasiones, acusadas de conspiración, resistencia por su activismo a favor de los derechos y libertades de la población.

La llegada del dictador Trujillo hizo que la familia perdiera prácticamente toda su fortuna. El descontento y la oposición al dictador creó grupos como el de Agrupación política 14 de julio, que se definía como un Movimiento Revolucionario para la Liberación Dominicana. Estaba liderado por un abogado y una abogada: Manolo Tavárez y Minerva Mirabal. En este movimiento, de corte de izquierdas, se produjeron asesinatos, torturas y detenciones por parte del régimen dictatorial.

El 18 de mayo de 1960 Minerva y María Teresa fueron juzgadas en Santo Domingo junto a sus esposos, acusados de atentar contra la Seguridad del Estado dominicano. Se les declaró culpables y fueron condenados a tres años de prisión. Ellas fueron puestas en libertad rápidamente, el 9 de agosto, por decisión expresa del dictador Trujillo.

Con esta decisión, en principio sorprendente e incomprensible, Trujillo pretendía limpiar su imagen pública, mostrando su generosidad y “caballerosidad”, al tiempo que obligaba a estas mujeres a tener que desplazarse para visitar a sus maridos en prisión recorriendo carreteras realmente peligrosas. Precisamente el traslado de los presos a la prisión de Salcedo, que acortaba el camino respecto a la prisión previa en La Victoria, hacía más sencillo el plan que, según parece, Trujillo tenía para las hermanas.

Desde que fueron puestas en libertad comenzaron a realizarse labores de espionaje sobre los encuentros y reuniones que comenzaron a mantener. Según publicó el que fuera teniente, Víctor Alicinio Peña Rivera, las pautas dadas por el Servicio de Inteligencia Militar fueron claras: el entonces ministro de las Fuerzas Armadas, General Román, habría dado la orden de organizar el traslado a Puerto Plata de los esposos de las Hermanas Mirabal. Se justificaba el traslado para un descubrimiento de armas clandestinas, que supuestamente irían a manos del movimiento liderado por ellos. Según detalla el teniente en su obra, la idea era que los presos, esposos de las hermanas Mirabal, ayudasen a determinar si las personas detenidas formaban parte de su movimiento. Y con esta excusa, enviarles de vuelta a la prisión de Salcedo. Allí, preparar una visita de las hermanas Mirabal a la prisión a ver a sus esposos, prepararles una emboscada y matarlas simulando un accidente de coche.

Hubo un primer intento, el 18 de noviembre. Pero los hombres encargados del terrible plan regresaron reconociendo que habían incumplido las órdenes dadas, puesto que las hermanas Mirabal viajaban con niños. Ocurrió lo mismo el día 22 del mismo mes. Pero el 25 las Hermanas “Mariposas” acudieron a visitar a sus esposos sin los pequeños, por lo que ese día se decidió ejecutar el plan.

La emboscada tuvo lugar en el puente de Marapica, donde fueron introducidas en un vehículo y trasladadas a La Cumbre, donde estaba la casa en la que les esperaba el capitán Peña Rivera. Allí, tanto a ellas como al chófer que las llevaba, les dieron muerte por asfixia. Después, los cuerpos se introdujeron en el coche y se simuló un accidente, lanzándolo montaña abajo. En el momento de su asesinato, las hermanas tenían entre 26 y 36 años y cinco hijos en total.

Pensaba el dictador Trujillo que asesinando a las Mirabal eliminaba el problema que tenía con la oposición. Sin embargo, sucedió todo lo contrario: la población se dio cuenta del engaño y la conciencia removió a la sociedad dominicana contra el dictador, que fue asesinado en mayo de 1961. El asesinato del dictador se conoce desde entonces como “el ajusticiamiento” y al asesinato de las tres Hermanas, como “la gota que colmó la copa”.

Un año después del asesinato del dictador Trujillo, tuvo lugar el juicio contra los acusados del asesinato de las hermanas Mirabal. En el banquillo se sentaron como autores materiales Ciriaco de la Rosa, Alfonso Cruz Valerio, Emilio Estrada Malleta, Ramón Emilio Rojas y Néstor Antonio Pérez. Además, como cómplices fueron juzgados Sandito Almonte, Cándido Torres Tejada, Víctor Alicino Peña Rivera, Silvio Antonio Gómez Santana, Viterbo Álvarez, Pedro Peña y David Olivero.

El tribunal condenó a los principales acusados a la pena máxima de 30 años de prisión, salvo a Ciriaco de la Rosa, a quien condenaron a 20 años por haber colaborado, supuestamente, a clarificar lo sucedido. Las penas no se cumplieron nunca porque abandonaron la República Dominicana y nunca más se supo de ellos.

La única hermana Mirabal que no fue asesinada fue Bélgica Adela Mirabal, que no estaba hasta el momento implicada en política. Fue precisamente ella quien durante toda su vida trabajó por mantener la memoria viva de sus hermanas. Lo hizo gracias a la creación de la Casa Museo Hermanas Mirabal, así como con la publicación del libro “Vivas en su jardín”, que vio la luz el 25 de agosto del año 2009. Los hijos de Bélgica mantuvieron también la lucha política como legado de sus tías.

Desde el año 1981 el 25 de noviembre se consagró en América Latina como el Día contra la Violencia hacia las Mujeres. En 1999 la Organización de Naciones Unidas lo estableció como día Internacional.

Situación mundial de la violencia contra la mujer

Muchos años han pasado desde el asesinato de las hermanas Mirabal, y sin embargo, las mujeres seguimos siendo víctimas de violencia de diversos tipos a nivel mundial.

El 35 por ciento de las mujeres ha experimentado, a nivel mundial, algún tipo de violencia física o sexual por parte de una pareja, o por otra persona distinta de su pareja. No se incluye en estos datos el acoso sexual. La proporción, según algunos estudios, señala que podemos estar hablando del 70% de las mujeres.

La tasa de violencia se ha incrementado en los últimos años, generando también respuesta por parte de los Estados para plantear mecanismos de ayuda: hasta septiembre del pasado 2020, 48 países han llevado a cabo la integración de mecanismos de prevención y respuesta ante la violencia contra mujeres y niñas en sus planes de respuesta por la pandemia de Covid-19 de manera específica.

Pero sigamos analizando los datos y conociendo la realidad, puesto que todavía hay quienes niegan que esto exista. Cada día 137 mujeres son asesinadas por miembros de sus propias familias en todo el mundo. Se calcula que, de las 87.000 mujeres asesinadas intencionadamente en el año 2017, más de la mitad murieron a manos de sus familiares o parejas íntimas.

Otro de los problemas que existen es que menos del 40% de las mujeres que sufren violencia busca ayuda: en la mayoría de los casos porque esta ayuda no existe en su entorno, y en otros casos, porque acudir a denunciar les genera un miedo añadido.

Más de 155 países han puesto en marcha leyes sobre la violencia doméstica, y 140 cuentan ya con legislación específica sobre el acoso sexual en el lugar de trabajo. Otra cuestión es, no obstante, que estas normas se cumplan y que haya una conciencia ciudadana al respecto, que es sin duda el siguiente objetivo que alcanzar.

Son más de 15 millones de niñas adolescentes, entre 15 y 19 años, las que han sufrido relaciones sexuales forzadas, situaciones que se dan en muchos casos de manera ligada a la situación de pobreza, que afecta más a las mujeres de todo el planeta.

En Europa, una de cada tres mujeres ha experimentado violencia física o sexual; alrededor de cincuenta mujeres son asesinadas cada semana y en el ámbito laboral el 75% reconoce haber sufrido acoso sexual en Europa. Una de cada diez mujeres afirma haber sufrido ciberacoso.

El pasado mes de septiembre el pleno del Parlamento Europeo pidió a la Comisión Europea que pusiera en marcha leyes y políticas específicas para abordar todos los tipo de violencia y discriminación basadas en el género. Han reclamado que la violencia de género sea contemplada como un nuevo ámbito delictivo en virtud del artículo 83 del Tratado de la UE, junto a otros delitos que es necesario combatir con criterios comunes como el de tráfico de personas, drogas y armas, la ciberdelincuencia y el terrorismo.

Además, el Parlamento Europeo ha recordado la jurisprudencia del Tribunal Europeo de Derechos Humanos, que ha dictaminado en varias ocasiones que la legislación restrictiva sobre el aborto y la falta de su aplicación allí donde la ley lo contempla, viola los derechos de las mujeres. Desgraciadamente, conocemos casos recientes en Polonia donde la negativa a practicar abortos está costando la vida de mujeres que, de vivir en otros países de la UE, habrían podido salvar sus vidas.

Datos en España

Las víctimas mortales que ha causado la violencia de género en lo que va de año 2021, asciende a 37 víctimas según el último balance del Ministerio de la Presidencia, Relaciones con las Cortes e Igualdad. En octubre de 2021 fue registrado el asesinato de una mujer por violencia machista. De las 37 víctimas, un total de 28 no había interpuesto denuncia previa de maltrato.

Respecto al perfil de la víctima y del agresor, en cuanto a la nacionalidad se refiere, los datos reflejan que desde el año 2003 y hasta el año 2020, ha sido 632 los agresores de nacionalidad española que han agredido a mujeres de nacionalidad española; 85 españoles que han agredido a mujeres de otra nacionalidad; 70 los agresores de otra nacionalidad que han agredido a mujeres españolas y 265 los agresores de otra nacionalidad que han agredido a mujeres de otra nacionalidad. Por lo que la mayor cantidad de agresiones machistas se han producido por ciudadanos de nacionalidad española contra mujeres de la misma nacionalidad.

Sobre las denuncias falsas, un argumento muy manido por los grupos de derecha y extrema derecha, los datos son contundentes: las condenas por denuncias falsas representan un 0,0069% del total de las denuncias por violencia de género entre los años 2009 y 2018.  Entre los años 2009 y 2020 el porcentaje de denuncias falsas representa un 0,03%.

Los datos sobre criminalidad en España de los últimos meses señalan un descenso generalizado de la comisión de delitos, sobre todo en lo que tiene que ver con homicidios y agresiones físicas, si bien se refleja un aumento en el ámbito de las denuncias por violencia de género. ¿Significa esto que se estén dando más casos en la práctica? No necesariamente, según los expertos: el hecho de que se estén presentando más denuncias, responde a la concienciación ciudadana, a una cuestión de cultura cívica que va calando en la población y que nos hace a todos más conscientes de la importancia de tomar medidas, de establecer límites y, sobre todo, de considerar como hechos inaceptables las vejaciones, amenazas, intromisiones en la intimidad, y las agresiones de cualquier tipo. Lo que antes se consideraba “normal”, o “parte de la pareja” hoy pasa a considerarse un abuso, una agresión y algo que debe ser denunciado.

No solamente la toma de conciencia por parte de las víctimas y su empoderamiento está sirviendo para dar el paso de interponer una denuncia; el hecho de concienciar, preparar y dotar de mayores recursos a las instituciones públicas está suponiendo que las víctimas se puedan sentir, poco a poco, más seguras a la hora de acudir a interponer una denuncia.

Hasta ahora, por desgracia, muchos eran los casos en los que, en primer lugar, no se creía la versión de la víctima, viéndose en una situación de doble victimización, lo que alejaba a las mujeres que sufrían estas situaciones de la interposición de una denuncia; además, el hecho de que se hayan puesto en marcha leyes, así como dispositivos especiales en comisarías para atender a víctimas de estos delitos, facilita mucho el paso tan difícil para una víctima de reconocer y actuar ante estos hechos.

Las labores también de educación en la escuela, en el instituto y a través de los medios de comunicación está sirviendo para que nuestra juventud crezca entendiendo dónde están los límites y asimilando en su formación las prácticas que no pueden considerarse asumibles entre iguales.

La necesaria implicación de toda la sociedad es lo que, poco a poco, consiguen las políticas públicas en materia de violencia de género: que se puedan identificar las conductas, sacarlas del entorno “tradicional o cultural” y juzgarlas como lo que verdaderamente son: abusos, malos tratos, humillaciones que no deben consentirse.

Reconocer que este tipo de hechos necesitan de concienciación por parte de todos: no solamente es la víctima la que debe reconocerlo y actuar, sino que el entorno, comenzando desde el propio agresor debe entender que quizás lo que pensaba que era algo “normal” no lo sea. Un proceso de reeducación, y además de asumir que todos tenemos responsabilidad ante una situación de maltrato, puesto que el silencio cómplice de los demás es lo que agrava el dolor de la víctima y da impunidad al agresor.

Lo + leído