El acuerdo entre el Partido Socialista de Navarra y EH Bildu para desbancar del Ayuntamiento de Pamplona a UPN estaba recogido, sin duda, en el pacto de investidura de Pedro Sánchez. Hay que ser muy ingenuo, o muy sanchista, o ambas cosas a la vez, para no querer reconocerlo. Mediante esta alianza, que hasta el día de ayer se ha llevado con el máximo secreto, el PSOE daba la alcaldía a los abertzales y a cambio estos le prestaban los apoyos necesarios para mantener la Moncloa. Una jugada perfecta. Y, tal como era de prever, las derechas han montado otro pollo.
Tras conocerse el terremoto pamplonica, los conservadores de UPN y del PP han sufrido las primeras convulsiones histéricas y están diciendo cosas de lo más gruesas. Feijóo cree que nos encontramos ante la primera consecuencia de un “pacto encapuchado” (aludiendo a los etarras), Esparza habla de “escoria” socialista/indepe y en toda Navarra se convocan manifestaciones por tierra, mar y aire como las que monta la derecha madrileña cada domingo. “Este es el pacto más miserable de todos los que ha suscrito el señor Sánchez en su carrera política”, remata Feijóo.
Bien mirado, el acuerdo estaba más que cantado. El presidente no podía revalidar el cargo sin los avales de Junts y de Esquerra, como tampoco podía serlo sin el partido independentista vasco. La siguiente estación parece más que clara. Si Bildu necesita los escaños del Partido Socialista de Euskadi para gobernar el País Vasco, los tendrá. Eso sí, habrá que ver cómo se toma el PNV esta componenda y si sufre un ataque de cuernos. No parece que a Aitor Esteban y los suyos les haga mucha gracia esta historia, y seguramente apuntarán la afrenta en la lista negra del Euzkadi Buru Batzar para vengarse cuando a PP y Vox les salgan las cuentas a la hora de presentar una moción de censura contra Sánchez. Porque, no lo olvidemos, los populares se rasgan las vestiduras cuando es el PSOE quien pacta con los nacionalistas (tachándolo de “traidor a España”), pero asume la maniobra como parte del legítimo juego democrático cuando son ellos los que firman con los indepes. Ya se demostró cuando lo del Pacto del Majestic, una alianza firmada tras las elecciones generales de 1996 entre el PP y Convergència i Unió (hoy Junts), según la cual el partido de Jordi Pujol prestaba sus apoyos a la investidura de José María Aznar a cambio de que el amigo de Bush transfiriera más competencias a Cataluña. Eran los tiempos en que, mientras los cayetanos gritaban frente al balcón de Génova aquello de “Pujol enano habla castellano”, Aznar se expresaba en catalán en la intimidad. También los años en que la Guardia Civil de Tráfico salía de aquella comunidad autónoma levantisca por la puerta de atrás y sin hacer ruido. Pero esa es otra historia.
En los últimos días, Sánchez está tomando decisiones más que arriesgadas, casi suicidas podría decirse. Una de ellas ha sido dar la orden de pactar lo que haya que pactar con los de Otegi. Lo que le faltaba al premier socialista. Primero separatista catalán, luego terrorista de Hamás y ahora batasuno de los de txapela y Nueve Parabellum. Menudo mes nos está dando este hombre. Todo ello mientras Óscar Puente se esfuerza por blanquear a un partido como Bildu que, si bien es verdad hoy trata de homologarse como una fuerza democrática más, rompiendo con su pasado, no hace tanto era el brazo político de la banda que asesinó a casi un millar de personas. “Yo digo sin complejos que no tengo ningún problema en que un partido progresista democrático se haga con una alcaldía en España. Ninguno”, asegura el ministro de Transportes. Al bueno de Puente solo le ha faltado pedir el Nobel de la Paz para Otegi. No se entregue tanto, hombre, que no es necesario. Deje pasar algo más de tiempo hasta ver si esta gente ha superado su adicción al Titadine.
Sánchez está completando su mes más loco desde que llegó a la Moncloa hace ya cinco años. Si lo que hizo César fue atravesar el Rubicón, lo que está haciendo el jefe del Ejecutivo español es saltar un océano tan gigantesco como el Atlántico. El premier ha debido decirle a Santos Cerdán aquello de “para cuatro días que nos quedan en el convento” y se ha liado la manta a la cabeza. El problema es que quizá no sean cuatro días, sino dos telediarios los que le quedan en la residencia monclovita. Tiene a todos los poderes fácticos encabronados, a la gresca y permanentemente movilizados. Los jueces, las fuerzas de seguridad, la patronal, el gran capital financiero, la Iglesia y ahora el Ejército. Ha sido escuchar lo del pacto en Navarra y los generales en la reserva se han puesto a escribir, como locos, panfletos golpistas para revistas fachas. Nadie puede mantenerse en el poder con tantos enemigos, ni siquiera Sánchez.
Es cierto que, en los últimos tiempos, Bildu ha mejorado en sus test de homologación democrática. Pero a los de Otegi les falta todavía un largo camino por recorrer en la condena de los crímenes etarras y en su relación con las víctimas. Nadie sabe si están rehabilitados de lo suyo. A día de hoy, se siguen celebrando los polémicos ongi etorri cada vez que un preso sale de la cárcel y es recibido en su pueblo como un héroe. Este tipo de cosas hacen que Sánchez se mueva en arenas movedizas en su desquiciante relación de conveniencia con la izquierda abertzale. Trata con ellos, pero no se deja retratar junto a ellos, algo parecido a lo que pasó esta semana en el Parlamento Europeo, donde le hizo la cobra a Puigdemont para no contaminarse demasiado dándole la mano al apestado prófugo de la Justicia.
Las fintas, quiebros y amagos del presidente no van a servirle para quitarse de encima la etiqueta de bilduetarra separatista que le colgaron hace tiempo, así que él se lo toma con filosofía y retranca: “Yo veo mi agenda y lo que tengo es una reunión con Aragonès”, dijo ante los periodistas negando su próxima entrevista con Puigdemont. Solo el tiempo dirá si sus contactos con el mundo indepe ayudan a construir una España más plurinacional, más federal, como dice él, o solo nos traerán nuevos focos de conflicto y convulsión social. Confiemos, una vez más, en su famosa flor. Por el bien de todos.