En los últimos meses, titulares de todo el mundo han alertado sobre una supuesta fuga masiva de millonarios del Reino Unido y otros países. Más de 18.000 noticias, desde principios de 2024, han repetido la idea de que la élite económica abandona sus países a un ritmo alarmante, llevando consigo fortunas millonarias y poniendo en riesgo las economías nacionales. Sin embargo, un análisis más detallado revela que este “éxodo” es, en realidad, un fenómeno estadísticamente marginal, alimentado por datos sesgados y narrativas que benefician a los más ricos.
La cifra que ha acaparado la atención mediática, 16.500 millonarios dejando el Reino Unido, pierde dramatismo al ponerla en contexto: representa menos del 1% del total de millonarios británicos. Desde 2013, el porcentaje de millonarios que emigran se ha mantenido en niveles similares, lo que indica que no existe una tendencia nueva ni alarmante. A nivel global, la situación es la misma: el fenómeno es mínimo y no representa una fuga de capitales significativa.
Datos opacos y definiciones sesgadas
La principal fuente de esta narrativa es un informe elaborado por Henley & Partners, una empresa que vende “pasaportes dorados” a grandes fortunas. Su autor ha admitido que los datos están “sesgados” hacia centimillonarios y multimillonarios, un segmento muy distinto de la mayoría de millonarios, y que no reflejan la realidad general. La información se basa, en gran parte, en lo que los individuos declaran en redes sociales, no en registros migratorios oficiales.
Además, la definición de “millonario” utilizada excluye a quienes tienen un patrimonio neto superior a un millón de dólares, pero no en activos líquidos. Esto deja fuera a la mayoría, cuyo principal activo es su vivienda, y se concentra en un grupo más reducido con mayor movilidad. Incluso con esa definición más restringida, los que emigran son menos del 3% de los llamados “millonarios líquidos” británicos.
El propio informe matiza, en una nota a pie de página poco difundida, que gran parte de la riqueza de quienes se marchan permanece en su país de origen, por lo que el impacto económico real es mucho menor del que sugieren los titulares. Sin embargo, muchos medios defensores de la supresión de todo tipo de impuestos han presentado estas cifras como si todo ese capital desapareciera del país, reforzando así el temor a una pérdida económica masiva.
Un debate fiscal incompleto
Mientras la atención se centra en un grupo reducido que supuestamente huye de los impuestos, apenas se menciona que el 80% de los millonarios del Reino Unido —y el 58% de los del G20— apoyan la creación de un impuesto sobre el patrimonio. Este apoyo sugiere que la narrativa del “riesgo” de perder contribuyentes ricos se usa más como argumento político que como una preocupación real.
La desigualdad como freno económico
La acumulación extrema de riqueza, lejos de ser una garantía de prosperidad nacional, está vinculada a efectos negativos: menor productividad, mayor endeudamiento de los hogares y peores indicadores de salud. Además, la riqueza acumulada, en forma de dividendos, rentas y plusvalías, suele tributar mucho menos que la generada por el trabajo, lo que perpetúa y amplía las desigualdades.
Especialistas en política fiscal sostienen que gravar de manera más equitativa la riqueza acumulada no solo reduciría la desigualdad, sino que también fortalecería las economías y mejoraría el bienestar social.
El relato al servicio de unos pocos
La alarma sobre la supuesta fuga de millonarios parece responder más a intereses concretos que a un fenómeno real. Al amplificar el miedo a perder a los más ricos, se justifican recortes o exenciones fiscales que, paradójicamente, benefician a una minoría ya privilegiada y reducen los recursos disponibles para el conjunto de la población.
Detrás del titular del “éxodo millonario” se esconde una verdad menos espectacular pero más relevante: la mayor parte de los millonarios no se van, y una gran mayoría está dispuesta a pagar más impuestos. La pregunta es si los gobiernos están dispuestos a escucharles o seguirán legislando en favor del mito.