En 1924, André Breton lanzó el Manifiesto del surrealismo, una obra clave que definió el camino del arte y la literatura a través de la exploración del inconsciente, lo irracional y lo extraño. Este manifiesto, que se erige como la piedra angular de un movimiento que sería reconocido como uno de los más influyentes del siglo XX, se presentó como una respuesta radical al mundo racional y conservador de la época. Cien años después, la exposición 1924. Otros surrealismos ofrece una revisión crítica y enriquecedora de este movimiento, alejándose de la visión parisina del surrealismo para dar cabida a las interpretaciones periféricas y a las voces de las mujeres, tradicionalmente relegadas a un segundo plano.

Comisariada por Estrella de Diego, la muestra propone una mirada plural y crítica sobre el surrealismo, que va más allá de los nombres consagrados como Salvador Dalí, Joan Miró o Luis Buñuel. El objetivo es recuperar las lecturas alternativas de este movimiento que nacieron en lugares alejados del centro vanguardista de París, como España y América Latina, donde las reinterpretaciones del surrealismo tomaron formas propias, influenciadas por las particularidades culturales, políticas y sociales de cada región.
Una de las apuestas más significativas de esta exposición es visibilizar el papel de las mujeres dentro del surrealismo. En el Manifiesto original, Breton se limitó a darles el rol de médiums, seres misteriosos que actuaban como transmisores del inconsciente colectivo, pero sin profundizar en sus talentos ni en su creatividad. Nombres como Gala Dalí, Remedios Varo, Maruja Mallo, y Leonora Carrington fueron olvidados por la historia del movimiento en gran medida debido a la visión misógina de Breton y su círculo. Sin embargo, en esta muestra, la obra de estas artistas se coloca en el centro de la narrativa, reivindicando su espacio y reconociendo su aportación al surrealismo como una de las fuerzas más subversivas y desafiantes del arte moderno.

A través de más de 200 obras que abarcan pintura, fotografía, cine y escultura, 1924. Otros surrealismos revisa los temas recurrentes del surrealismo: el sueño, el deseo, el automatismo psíquico, la conexión con la naturaleza, la nueva visión de la ciudad, y la alquimia. A lo largo del recorrido, los visitantes se adentran en un universo en el que las reglas de la lógica y la razón se desintegran, dando paso a la libre expresión de los deseos más profundos y a las quimeras más insólitas. Las ciudades, los cuerpos, los paisajes y los objetos se transforman en símbolos de un mundo subyacente que solo puede ser comprendido a través de los ojos de un soñador.

En este centenario, el surrealismo se muestra como un campo fértil para la reinterpretación. En lugares alejados de la influencia directa de Breton, como en España, donde el surrealismo se vivió en un contexto de represión política y social, los artistas formaron sus propios grupos y buscaron significados más cercanos a sus realidades. Es el caso de artistas como Nicolás de Lekuona, José Alemany, y Delhy Tejero, quienes adoptaron y adaptaron los principios surrealistas para dar forma a una nueva estética que dialogaba con el surrealismo pero que también mantenía un carácter autónomo. Estos creadores, menos conocidos que los grandes nombres del movimiento, encarnan lo que se ha denominado “otros surrealismos”, un concepto que subraya las múltiples caras y las posibilidades de interpretación del surrealismo, tanto en el contexto europeo como en el latinoamericano.

El surrealismo, tal como se entiende hoy, se aleja de los límites estrictos que impuso Breton y se convierte en un fenómeno global, en el que las vanguardias de la periferia, como las de México, Argentina, y Brasil, tuvieron un impacto fundamental. Países como México, donde el surrealismo se fusionó con la rica tradición popular y el folclore, se destacan por ofrecer una lectura única del movimiento, que fue profundamente influenciada por el entorno cultural y político del momento. Es en este contexto donde figuras como Diego Rivera y Frida Kahlo, también mencionados en la exposición, tomaron el surrealismo y lo reconfiguraron a su manera, haciendo de él una herramienta para explorar cuestiones de identidad, género, y poder.

La figura de Gala Dalí, pieza clave de la exposición, ocupa un lugar fundamental dentro de este nuevo enfoque del surrealismo. Aunque fue una de las grandes musas de Dalí, Gala también fue una creadora por derecho propio, cuyas contribuciones artísticas y literarias fueron esenciales para la evolución del surrealismo. De manera similar, Remedios Varo y Leonora Carrington, cuyas obras se presentan en la exposición como piezas clave para comprender el surrealismo desde una perspectiva femenina, nos muestran cómo estas artistas utilizaron el movimiento para expresar su visión del mundo, creando universos llenos de símbolos, magia y transformación.

El surrealismo de 1924. Otros surrealismos también invita a reflexionar sobre su vigencia hoy en día, en un mundo que sigue atravesado por contradicciones, luchas y distorsiones. Al igual que en los años veinte y treinta, la contemporaneidad parece estar marcada por los mismos desafíos: el deseo de liberación de las ataduras de la razón, la búsqueda de lo inalcanzable y la necesidad de redefinir la realidad a través de la irracionalidad. La exposición, lejos de ser una simple retrospectiva, es un recordatorio de que el surrealismo sigue siendo una de las formas más poderosas de cuestionar lo establecido, de subvertir las normas sociales y de explorar los recovecos más oscuros y fascinantes del inconsciente humano.

El surrealismo se transforma, se amplía y se reinterpreta en cada rincón del mundo. 1924. Otros surrealismos no solo celebra el centenario del Manifiesto de Breton, sino que también ofrece una nueva cartografía del surrealismo, una que reconoce las voces que fueron ignoradas, que abre el movimiento a nuevas lecturas y que coloca a las mujeres y a las periferias en el centro de la narrativa artística. Un homenaje a la libertad creativa, a la subversión de lo posible y a la visión radical de un mundo que sigue, cien años después, siendo surrealista.