Hay pintores que pasean en vida bondad sin esperar el aplauso. Tras su muerte se roba y oculta su legado. Este sería el caso de Brahim Jebari (1945-1979), autodidacta con pincel. Sus cientos de lienzos los inspiraba Asilah (Marruecos) donde nació, vivió y murió voluntaria y prematuramente este artista total, según refieren quienes les conocieron personal y profesionalmente.ocio
La temática de los cuadros de Jebari navegaba entre marinas, paisajes, celebraciones y calles de la paradisiaca capital norteafricana. Con proverbialidad llenaba de simbolismo lo naif y de luz sus composiciones. Añadía sello propio a personas, objetos y lugares. José A. Cobeña lo conoció en 1976. Constató su generosidad: no quiso dinero por un cuadro que conserva como oro en paño. Justificó el regalo con una frase: “¡Señor, para eso fui creado, la belleza es una tentación que me aflige!”.
La desaparición de Jebari añadió complejas realidades a su obra. Sus cuadros repartidos por cafetines tangerinos se esfumaron y malvendieron
El alma docente de Jebari compartió su pintura desde una habitación de la parte vieja de Asilah a niños y niñas con la belleza de la vida. Juan A. Valseca, sevillano desterrado en Tánger, conoció al pintor en plena vorágine de la generación beat que lideró Paul Bowles (1910-1999) tras concebir a Tánger como su irrenunciable patria.
Gertrude Stein atrajo al irrepetible neoyorquino. Bowles acabó siendo un revulsivo para otros artistas que se afincaron en aquel Tánger: Tennessee Williams, Truman Capote, Allen Ginsberg, Jack Kerouac, William Burroughs, Gore Vidal, Gregory Corso, Djuna Barnes o Cecil Beaton. Dicha tribu, a la que se unió Juan Goytisolo (1931-2017) antes de afincarse en Marrakech subía, desde sus destartalados hogares, hasta el Cafe Hafa. Allí disfrutaban de las espléndidas vistas del Estrecho gibraltareño, los acantilados y el litoral español los días claros mientras fumaban kif. Valseca refirió al firmante que muchos lienzos de Jebari decoraban cafetines tangerinos próximos. Tras su inesperada muerte ‘desaparecieron’ los cuadros, uno por uno. Una probable mano negra ordenaría su compra ‘por lo que sea’.
Ahmed Benyessef nació, el mismo año que Jebari, en Tetuán. Este cotizado artista afincado en Sevilla conoció el talento de Brahim en su estudio poco antes de fallecer. El también diseñador del billete de 100 Dirhams, portadas de libros, excelentes cuadros y mural conmemorativo del Sevilla FC de 20 x 18 metros también apuesta por obras de Jebari, como otros admiradores e inversores.
Un tipo curioso
Jebari vivió momentos intensos en su corta vida. Quienes le conocieron concurren que impresionaba su figura. Alto, bien parecido, con barba cerrada y educado fue tan discreto como original. Paseaba por las calles de la Medina de Asilah en pijama. Normalizaba dicha vestimenta a cualquier hora del día ante sus vecinos y amigos. Antes de salir pintaba -como un poseso- en su humilde morada y estudio, un cuarto donde vivía solo.
En ocasiones especiales, que no fueron pocas, vestía impecable traje, corbata y pañuelo de seda cuando iba o venía al Tánger que le tocó conocer. Allí palpitaba más arte del que podamos imaginar por las celebridades que se afincaron en la capital alauí a los pocos años de que Marruecos obtuviera la independencia, en 1956.
Algo que retrata al personaje de Jebari fue su afán didáctico. Compartía clases gratuitas en un pequeño local cedido en la Medina de Asilah a niños. Enseñó a plasmar en lienzos la belleza de la capital norteafricana y sus alrededores. Aquella escuela ha dejado el sello de la vanguardia sobre el conservadurismo pictórico.
La comunidad de expatriados españoles y franceses eran mayoría en Tánger aquellos años del tardofranquismo. Allí Jebari era conocido como pintor nativo, aunque ligado intrínsecamente a la vecina Asilah. Su arte era apreciado por expertos y legos. La cotización artística del pintor se multiplicó tras su muerte. La demanda de su obra era selectiva y protegida por muchas tinieblas.
Misterios e incógnitas
La desaparición de Jebari añadió complejas realidades a su obra. Como decíamos sus cuadros repartidos por cafetines tangerinos se esfumaron y malvendieron. Pronto comenzaron a cotizarse en galerías francesas, mansiones de la burguesía y personajes influyentes de la Corte marroquí. El largo reinado de Hasán II (1961-1999) avanzó sobre el feudalismo.
De tal monarca se añaden leyendas sobre Jebari. Se cuenta que era de sus pintores favoritos. Aunque no se confirma, por ser secreto de estado, habría varios óleos del pintor en dependencias privadas de alguno de los 12 Palacios Reales que tiene en Marruecos la dinastía alauita. A partir de ahí surgen más leyendas sobre el legado pictórico de Jebari.
Misteriosas pujas, ofertas de testaferros y compras al contado se saben que lograron cuadros del citado pintor en Francia y España. Hasta tierras galas viajaron muchos lienzos del pintor adquiridos por expatriados que regresaron al país que les vio nacer. Coleccionistas y particulares españoles a los que Jebari regaló y vendió cuadros recibieron irresistibles ofertas por personas anónimas o interpuestas. Gran parte de las pujas no cuajaron, pero constatan que hay lupas que rastrean dónde están los cuadros del excelente pintor.
El legado de Brahim Jebari, en contra quizá de lo que fuera su voluntad de compartirlo todo a cambio de muy poco o nada, se compilaría en colecciones privadas, palacios del poder y del dinero. Los niños a los que enseñaba a pintar quedaron huérfanos, pero el inolvidable artista tiene quien le escriba. DEP.