Delhy Tejero, nacida en Toro, Zamora, en 1904 y fallecida en Madrid en 1968, es una figura fundamental en la historia del arte español del siglo XX. Pionera en su campo y miembro destacado de la Generación del 27, Tejero vivió y trabajó en un periodo de grandes transformaciones políticas y culturales. Su vida y carrera abarcan desde el fervor de los años treinta hasta los cambios sociales y artísticos de los sesenta, marcando su influencia a través de una obra ecléctica y comprometida.
Desde sus inicios en Toro, donde comenzó su formación artística, Delhy Tejero demostró una determinación inquebrantable por seguir su vocación. Su traslado a Madrid en 1925, a pesar de las dificultades económicas y la necesidad de trabajar como ilustradora para costear sus estudios, subraya su tenacidad. Se matriculó en la Escuela de Bellas Artes de San Fernando y rápidamente se destacó por su habilidad y dedicación. Su participación en exposiciones y colaboraciones con revistas prestigiosas como Blanco y Negro y La Esfera cimentó su reputación.
La resistencia de una artista en el exilio y la dictadura
El estallido de la Guerra Civil española en 1936 interrumpió su carrera en un momento crucial. En 1937, Delhy se exilió a Italia y luego a Francia, estableciéndose en París. Durante este tiempo, exploró y experimentó con diversas corrientes artísticas, incluyendo el surrealismo, a través de contactos con artistas como Remedios Varo. A pesar de que su obra de esta etapa se destruyó, su influencia surrealista se puede rastrear en trabajos posteriores, como sus pinturas de los años 50.
El retorno a España en 1939, tras el fin de la Guerra Civil, supuso un reto adicional. La dictadura franquista imponía severas restricciones sobre los artistas, especialmente aquellos con una visión política y estética progresista. Aunque Delhy Tejero recibió encargos oficiales y participó en numerosas exposiciones, su carrera estuvo marcada por la necesidad de navegar entre la independencia artística y la vigilancia del régimen. Fue depurada de su puesto de profesora en la Escuela de Artes y Oficios de Madrid y, a pesar de los encargos públicos, se mantuvo al margen de las obras propagandísticas del franquismo.
Innovación y experimentación en su obra
Delhy Tejero se destacó por su versatilidad y su afán de experimentar con diversos estilos y técnicas. Su obra abarca desde la pintura figurativa y regionalista hasta el art déco, el surrealismo y la abstracción. Su trabajo mural, que incluye técnicas tradicionales como el fresco y métodos modernos como la nitrocelulosa, refleja su habilidad para adaptarse y evolucionar dentro de las limitaciones impuestas por su tiempo.
Su inclinación hacia el surrealismo es particularmente notable en sus series de brujas y seres fantásticos, que emplean técnicas experimentales como la decalcomanía. Aunque gran parte de este trabajo se perdió, se puede apreciar la influencia de estas experimentaciones en sus obras posteriores.
El legado de Los cuadernines
Los Cuadernines, los diarios personales de Delhy Tejero, publicados en 2004, ofrecen una perspectiva íntima sobre su vida y su arte. Aunque estos escritos no se centraron en su trabajo artístico, reflejan un profundo universo emocional y un contraste con la alegría y creatividad que caracterizan su pintura. Los Cuadernines se convierten en un documento crucial para entender no solo su vida, sino también el contexto cultural y social en el que trabajó.
A pesar de su éxito y reconocimiento en vida, Delhy Tejero ha sido a menudo eclipsada por otros artistas contemporáneos. Su independencia, su inclinación por experimentar con diferentes estilos y su posición marginal en el contexto del franquismo contribuyeron a su invisibilidad en la historia del arte español. Sin embargo, su contribución a la pintura y el muralismo sigue siendo significativa.
Reconocimiento tardio
El reciente esfuerzo por preservar su mural en la antigua Fábrica de Tabacos de Altadis en Sevilla subraya la importancia de su obra. A pesar de los desafíos en la restauración y reubicación de la obra, su legado continúa siendo valorado por quienes reconocen su impacto en la evolución del arte en España.
Su vida y obra merecen un lugar destacado en la historia del arte, no solo por su contribución estética, sino también por su capacidad para mantenerse fiel a sus principios en tiempos de turbulencia. Su legado sigue vivo y sigue inspirando a nuevas generaciones a explorar y desafiar los límites del arte y la expresión personal.