La de Chaves Nogales ha sido una investigación detectivesca. Todas las investigaciones tienen algo de ello, pues se trata de buscar lo que está oculto, desconocido y, a veces, inaccesible. Pero ésta, además, se ha extendido en el tiempo y en el espacio.
El punto de partida fue una petición de la Diputación de Sevilla de recuperación del escritor Manuel Chaves Nogales. Ni siquiera se sabía que era, ante todo, periodista. Se conocía un primer libro, la biografía de Juan Belmonte; un segundo libro, escondido, pero conocido de algunos amantes, La ciudad. Y había un epílogo de Josefina Carabias que daba pistas muy interesantes… Aspectos parciales que hablaban de alguien que escribía bien, muy bien, pero que no había conseguido ser conocido, quizá porque perdió la guerra y la paz franquista lo ocultó y proscribió.
A veces se emplea mucho tiempo sin conseguir grandes resultados, pero siempre es productiva la búsqueda, como me ocurrió en esta parcela de la diáspora de la Guerra Civil
Partía de la pregunta; ¿Quién fue Chaves Nogales? Los manuales no lo mencionaban, en las facultades de periodismo no se conocía, la bibliografía que rodeaba el tema no lo citaba… Y Google aún no existía en 1990. De todas formas, y en honor de la verdad y la experiencia, cuando comenzó Google a emitir información no se le citaba. Hoy son inacabables las referencias, así como continuas las alusiones a su persona y obra.
Por entonces contacté con Salvador Villalva, un descendiente, que se esforzaba en ponerlo en pie, así como a su padre, el también periodista Manuel Chaves Rey. Y él me habló de “su mala suerte, su exilio y su muerte prematura”. Y poco más sabía de su antepasado.
Con estos datos comencé a remover hemerotecas, la de Sevilla en primer lugar: periódicos de las primeras décadas del siglo XX. Página a página, día a día y año a año fue surgiendo un columnista/cronista/reportero que me empezó a resultar tan interesante como el autor de los libros que arriba cité.
A veces se emplea mucho tiempo sin conseguir grandes resultados, pero siempre es productiva la búsqueda, como me ocurrió en esta parcela de la diáspora de la Guerra Civil. Estaba pendiente del exilio, tal vez el exilio, pensaba, me dará la clave. Contacté con una llamada Asociación Guerra y Exilio, trabajé con ellos y para ellos en el afán de encontrar alguna noticia de Manuel. Esta asociación recuperaba el contacto con Niños de la Guerra, Brigadistas Internacionales, Maquis, Asociaciones del Exilio, resistencia, guerrilleros…
Me empotré en la “Caravana de la Memoria” de mayo de 2000 y en los “Dos días con la guerrilla antifranquista” y el homenaje al exilio de El Coronil (Sevilla), de octubre de 2000.
Conocí a Julián Antonio Ramírez (locutor de Radio España Independiente), Elvira Godás, Josefina Iturrarán (Niña de la Guerra rusa, que volvía a España por vez primera y cantaba a gritos canciones de la Piquer que no había olvidado); María Corbinos, que venía de Chile, donde se exilió su padre, Isidro Corbinos, redactor de Ahora y amigo de Chaves Nogales; descendientes de exiliados de Argelès-sur-Mer (Association fils et filles de Républicains Espagnols et Enfant de l´Exode); José Murillo (Comandante Ríos), que en el jardín de mi casa, hacía volteretas, a sus años, envuelto en una bandera republicana y gritando ¡Viva la República!; Francisco Martínez “Quico”, que tenía catorce años cuando hacía de enlace; Jesús de Cos, “Pablo”, que atravesó varias veces los Pirineos a pie, con una maleta cargada de libros prohibidos; Moreno Salazar, “Commandant Robert”, “Pinto”, “Sole”, viudas de la guerra…
Conocí a Adelina Kondratieva y George Sossenko (Columna Durruti), brigadistas; Elisabeta Parchina, del 14 cuerpo de guerrilleros; Mercedes Corbato, niña de la guerra evacuada en el Winnipeg… Yo les preguntaba por Chaves Nogales y ellos me enseñaron un inmenso amor a España. Sin rencor ni resentimiento. Valga la longitud de la referencia como homenaje sus a personas.
Tuvo también un punto detectivesco y aventurero la búsqueda en Londres de los que podrían haberlo conocido: Elisabeth Aldabaldetrecu, Niña de la Guerra en Londres, que trabajó en la agencia de Chaves en Fleet Street y habitaba en los arrabales de los arrabales de la capital, perdida en un entresuelo, con su pareja, también militante, que me hablaba desde una habitación contigua donde estaba en la cama, enfermo; y Teresa Magal, y Cora Blyth de Portillo, madre de Michael Portillo (que llegó a ministro de transportes de Margaret Thatcher); y los exiliados del Club de Jubilados de Londres, que todos los jueves evocaban la patria perdida y cantaban sus recuerdos.
Una tumba abandonada y sin nombre
En Londres visité embajadas y consulados, archivos públicos y privados, lugares donde vivió el periodista, y su tumba, abandonada y sin nombre. Incluso contacté con Scotland Yard. Y con Ministerios, como el que conserva las listas de las personas embarcadas para salir de Francia a Inglaterra en 1940. Y también recorrí iglesias, la Masonería inglesa, organismos públicos que facilitan partidas de nacimiento y defunción, cementerios…
También removí hemerotecas, bibliotecas, embajadas y asociaciones de exiliados en París. Y lo mismo diría de los contactos con grupos de exiliados republicanos en Montevideo y en Buenos Aires, donde busqué en archivos (de La Nación), Parlamentos, Cámaras de Comercio, Bibliotecas y Hemerotecas nacionales, Asociaciones del exilio.... Historias que requerirían mayor espacio.
Y tanto y tanto…
Lo que averigüé de la persona está recogido en Chaves Nogales, el oficio de contar, Fundación Lara, 2011, que conocerá una nueva edición en 2021. La obra completa del periodista está recogida en las ediciones de Obra narrativa y Obra periodística que edité con la Diputación de Sevilla en 1993, 2001, 2009 y 2013. Pero la aventura de la búsqueda, llena de sorpresas, magníficas personas, entretenidas charlas, muchos y abnegados colaboradores, clarificadoras lecturas, cartas, fotos… eso se queda para la investigadora, que puede decir: misión cumplida.