Buscar piso de alquiler se ha convertido en un deporte extremo para quienes tienen menos de 35 años. En la última década, el precio medio de arrendar una vivienda en España ha pasado de 558 euros mensuales a 1.083 euros. Es un salto del 94%, muy por encima del aumento salarial que han experimentado los jóvenes en el mismo periodo, que se limita al 33%.
Esta brecha creciente entre ingresos y precios de la vivienda deja en evidencia una realidad cada vez más común: muchos jóvenes no pueden permitirse dejar la casa de sus padres, y quienes lo hacen lo consiguen a costa de sacrificar casi todo su poder adquisitivo.
Según los datos del Instituto Nacional de Estadística (INE), en 2015 el salario medio de las personas entre 24 y 35 años era de 1.502 euros brutos al mes. En 2023, esa cifra alcanza los 2.011 euros. Sin embargo, mientras la renta aumenta, el coste de vivir por cuenta propia se ha disparado mucho más deprisa. A fecha de febrero de 2025, el alquiler medio por una vivienda de 80 metros cuadrados se sitúa en 1.083 euros. La proporción es asfixiante.

Vivir para pagar el alquiler
Los expertos coinciden: la vivienda se ha convertido en el mayor obstáculo para la emancipación de la juventud española. Josep Maria Raya, profesor de economía de la Universidad Pompeu Fabra, lo resume así: “El retraso en la emancipación es solo una parte del problema. Lo más grave es que esta generación tiene enormes dificultades para construir un mínimo patrimonio que les permita tener seguridad en la vejez”.
Para ilustrar la situación, basta con un ejemplo realista. Un joven que en 2015 ganaba 1.100 euros y pagaba 365 euros por una habitación en Madrid, hoy cobra unos 220 euros más, pero paga 256 euros más por esa misma habitación. En otras palabras: todos sus aumentos salariales se han evaporado en el alquiler, y aún así pierde poder adquisitivo.
El sueño de emanciparse se aleja
Además, el esfuerzo económico no solo afecta a quienes intentan alquilar por primera vez. Según el último informe de Fotocasa, los precios del alquiler han crecido más del 100% en cinco comunidades autónomas desde 2015, y la situación se agrava por la escasez de oferta y el aumento constante de la demanda.
Más edad, menos oportunidades
Uno de los efectos colaterales más evidentes es el aumento de la edad media de los inquilinos. En 2020, la mayoría de personas que vivía de alquiler tenía unos 32 años. Ahora, esa media se ha elevado a los 36, y el porcentaje de inquilinos entre 40 y 50 años se ha disparado hasta el 21,6%, según la Federación Nacional de Asociaciones Inmobiliarias (FAI). Es decir, muchas personas no logran dar el salto a la propiedad, ni siquiera con décadas de trabajo a sus espaldas.
María Matos, directora de Estudios de Fotocasa, advierte que el mercado está más tensionado que nunca: “Estamos asistiendo al mayor encarecimiento de la historia del alquiler. El precio medio supera ya en un 34% el registrado durante la burbuja de 2007. La escasez de viviendas disponibles y una demanda sin freno hacen que revertir esta tendencia sea muy complicado”.
Una generación sin casa, sin ahorro y sin opciones
La situación actual no solo frustra las aspiraciones individuales de independencia o de formar una familia. También tiene consecuencias estructurales: frena el consumo, reduce la movilidad laboral y profundiza la desigualdad entre generaciones. Frente a esto, muchos jóvenes se ven obligados a compartir piso, alquilar habitaciones o incluso regresar al hogar familiar.
En este contexto, el acceso a la vivienda deja de ser un problema individual para convertirse en un asunto de justicia social y de futuro colectivo. Mientras tanto, la vida adulta se aplaza y los sueños se hacen cada vez más caros.
