El encierro sindical en la parroquia de San Carlos Borromeo, en el barrio obrero de Entrevías (Vallecas), terminó en la mañana de este miércoles tras una noche de vigilia protagonizada por los líderes de UGT y CCOO, Pepe Álvarez y Unai Sordo, acompañados por las secretarias generales de ambas organizaciones en Madrid, Susana Huertas y Paloma López. La acción, con un fuerte simbolismo social, buscaba denunciar que el Congreso de los Diputados se disponía a tumbar la reducción de la jornada laboral a 37,5 horas semanales por el veto conjunto de PP, Vox y Junts.

La protesta culminó con un mensaje claro: los sindicatos no se rendirán y mantendrán la presión en la calle para exigir un cambio legislativo que permita a millones de trabajadores disfrutar de jornadas más cortas y conciliación real.
La voz de las trabajadoras madrileñas
En su intervención, Susana Huertas, secretaria general de UGT Madrid, fue contundente: “Estamos aquí porque queremos que mañana en el Congreso esa votación salga a favor de la mayoría de la ciudadanía, de los trabajadores y trabajadoras que necesitan las 37,5 horas. Queremos conciliar vida laboral y familiar, queremos salud, porque las jornadas laborales eternas enferman a los madrileños y madrileñas. La reducción de jornada es salud y dignidad”.
Huertas recalcó que el debate no se reduce a una cuestión numérica, sino que afecta directamente al bienestar físico y emocional de la población trabajadora. “La reducción de jornada laboral es la salud de los madrileños y madrileñas”, insistió desde el interior de la parroquia, símbolo histórico de luchas vecinales y sindicales.

Una protesta cargada de simbolismo
El encierro en la iglesia de San Carlos Borromeo —un templo con un largo historial de compromiso social y vecinal— no fue casual. Los líderes sindicales quisieron darle a la protesta un carácter de vigilia, reforzando la idea de resistencia ante lo que consideran un ataque frontal a los derechos laborales.
Pepe Álvarez y Unai Sordo pasaron la noche allí para visibilizar la indignación sindical, antes de trasladarse a Barcelona, donde participaron en una movilización contra el rechazo de Junts a debatir siquiera la medida en el Congreso.
“Estamos ante una maniobra antidemocrática”, denunció Sordo, “porque se trata de impedir que el debate llegue a tramitarse. PP, Vox y Junts se ponen de acuerdo para joder a la clase trabajadora”, señaló con dureza.

Por su parte, Álvarez criticó el papel de la patronal, a la que acusó de no querer abordar un cambio de calado en la organización del tiempo de trabajo: “Es tan poco razonable como cuando se debatió el salario mínimo interprofesional. Entonces dijeron que se hundiría la economía y hoy sabemos que fue un éxito”.
Movilizaciones en todo el país
El final del encierro no supone el fin de las protestas. CCOO y UGT han convocado movilizaciones en toda España para mostrar el rechazo al bloqueo de la ley en el Congreso. En Madrid, la cita será en la Plaza de las Cortes, frente al Parlamento, donde esperan una amplia participación ciudadana.
El mensaje es claro: el rechazo de PP, Vox y Junts a la reducción de jornada no significa el cierre del debate, sino el inicio de un ciclo de movilizaciones que los sindicatos quieren mantener vivo durante toda la legislatura.
Además, han reclamado al Ministerio de Trabajo que, si la norma decae, refuerce de inmediato el registro horario para frenar el fraude de las horas extra no remuneradas, que alcanzan 2,6 millones a la semana.
El papel de Junts, decisivo
El Gobierno intentó hasta el último momento conseguir el respaldo de Junts, socio clave de la investidura, pero la formación catalana se mantuvo firme en su negativa, alineándose con PP y Vox. Los nacionalistas argumentan que la patronal no respalda la medida y que, sin consenso empresarial, no puede prosperar.

Una justificación que los sindicatos consideran inadmisible. “Si la CEOE hubiera querido negociar de buena fe, habría consenso”, replicó Álvarez, quien acusa a la patronal de boicotear deliberadamente una medida beneficiosa para más de doce millones de trabajadores.
El encierro como punto de partida
El encierro en Vallecas simboliza el arranque de un nuevo ciclo de conflictividad laboral en torno a la jornada de 37,5 horas. Para CCOO y UGT, la batalla no se limita a una votación parlamentaria, sino a la definición misma de qué significa un empleo digno en el siglo XXI.
“Reducir el tiempo de trabajo no es un capricho”, subrayó Huertas. “Es la garantía de poder vivir con salud, de tener tiempo para nuestras familias y de que el trabajo no nos destruya”.
Un debate con consecuencias sociales
La reducción de la jornada laboral se ha convertido en un símbolo de la confrontación entre dos modelos: el que defiende la derecha, basado en prolongar el tiempo de trabajo en nombre de la competitividad, y el que sostienen los sindicatos y parte del Gobierno, que prioriza la calidad de vida y la conciliación.
Paloma Becerra, presidenta de la Hermandad Obrera de Acción Católica (HOAC), lo resumió así: “La reducción del tiempo de trabajo es parte de la idea de un trabajo digno que permita no solo ganarse la vida, sino también llevar una vida personal, social y familiar plena”.
El encierro en Vallecas puede haber terminado, pero la disputa apenas comienza. La calle será, a partir de ahora, el escenario principal donde los sindicatos buscarán ganar una batalla que consideran crucial para la dignidad de la clase trabajadora.