La vieja frase «donde dije digo, digo Diego» es aplicable a la política de Repsol. Esta semana los petroleros Dugi Otok y Minerva Eleonora descargarán crudo de los Urales en la refinería de Cartagena de Repsol proveniente de puertos rusos. El Dugi Otok, ya en España, viene del puerto ruso Ust-Luga y tiene una capacidad de carga de 108.932 toneladas de crudo mientras que el buque Minerva Eleonora tiene programada su llegada a las instalaciones de la petrolera el viernes 15 de abril y su capacidad es de 103.622 toneladas y proviene de Primorsk.
Según denuncia Greenpeace España, en marzo, Repsol informó que en enero de 2022 ya había vendido todo su negocio en Rusia, donde contaba hasta el año pasado con dominios de exploración equivalentes a 3.519 kilómetros cuadrados. Ese mismo mes, Repsol anunció que había detenido las compras de crudo y productos petrolíferos rusos en respuesta al conflicto en Ucrania. Sin embargo, ante la denuncia del medio internacional especializado en el sector energético Argus Mediade que los envíos continuaban, la empresa aclaró que ha dejado de comprar crudo ruso en el mercado spot (en el que se compra el crudo a corto plazo), pero continuarán recibiendo las entregas bajo los contratos a plazo existentes (contratos a largo plazo que ya tienen firmados), cuya duración se desconoce.
«Repsol en muchas ocasiones ha realizado declaraciones sobre su abandono de la compra de crudo ruso. Sin embargo, parece que se trata más de una estrategia mediática calculada que de una intención real de hacerlo. A pesar de sus declaraciones, Repsol tiene previsto seguir importando petróleo y gas de la guerra», ha declarado Francisco del Pozo, responsable de combustibles fósiles en Greenpeace España.
Alimentando la guerra
La organización sostiene que para ayudar a garantizar la paz y detener la crisis climática, los gobiernos y las empresas «deben reducir su dependencia de los combustibles fósiles y eliminar su uso de inmediato». Hoy en día, la economía mundial sigue funcionando en gran medida con combustibles fósiles, que siguen representando más del 81 % de la dieta energética mundial.
Esta adicción a los combustibles fósiles -explica- pone la seguridad energética y la acción climática a merced de la geopolítica. Los gobiernos no pueden pretender defender la paz si continúan financiando la guerra. Y pasar del petróleo y el gas rusos al petróleo y el gas de otros países con antecedentes cuestionables en materia de derechos humanos solo cambiará el poder geopolítico de un opresor a otro.
«Parece que estos cargamentos de crudo son habituales para Repsol. Con ello, aparte de contribuir a la crisis climática, está alimentando la maquinaria de guerra del gobierno ruso. Para detener esta guerra, necesitamos una desinversión global y un embargo inmediato sobre los combustibles fósiles rusos. Para garantizar la seguridad energética y detener la crisis climática en el futuro, el abandono de los combustibles fósiles debe ser total», añade del Pozo.