La política española vivió este miércoles un capítulo oscuro que pasará a la historia como una traición a la clase trabajadora. El Congreso de los Diputados, con los votos de PP, Vox y Junts, ha bloqueado la reducción de la jornada laboral de 40 a 37,5 horas semanales. Una medida que llevaba más de cuatro décadas esperando, que hubiera supuesto un respiro vital para 12,5 millones de personas en nuestro país, ha sido sepultada bajo los intereses de quienes solo entienden de poder, banderas y privilegios.

Lo ocurrido no es una mera discrepancia parlamentaria: es un atentado contra la dignidad de quienes cada día sostienen con su esfuerzo el funcionamiento de España. PP, Vox y Junts han dejado claro de qué lado están, y no es precisamente del lado de los trabajadores. Se han alineado sin pudor con los argumentos de la patronal, disfrazando de falsa prudencia lo que no es más que desprecio por la vida de millones de familias.
Una traición con nombre y apellidos
La reducción de la jornada laboral no es un capricho ideológico ni una ocurrencia de un ministerio. Es una exigencia avalada por décadas de luchas sindicales, por la evidencia científica sobre la salud laboral y por la necesidad urgente de conciliar vida profesional y personal. Los tres partidos que han votado en contra han preferido convertirse en lacayos de las grandes empresas y negarle a la gente corriente la posibilidad de vivir mejor.
Junts, que presume de ser la voz del “pueblo catalán”, se ha quitado la careta y ha abrazado sin complejos el discurso más rancio de la derecha española. En boca de su portavoz Míriam Nogueras, escuchamos frases calcadas a las de la patronal: que si “la cultura del esfuerzo”, que si “el riesgo para el estado del bienestar”. Un insulto para las trabajadoras que encadenan jornadas interminables y salarios insuficientes, mientras las empresas reparten beneficios millonarios.

El PP, fiel a su guion, ha vuelto a demostrar que solo gobierna para quienes más tienen. Y Vox, con su habitual desprecio por los derechos sociales, se ha limitado a reforzar un frente que condena a millones de personas a seguir atrapadas en un modelo de trabajo agotador e injusto.
Yolanda Díaz: “Esto va de lucha de clases”
La vicepresidenta segunda y ministra de Trabajo, Yolanda Díaz, no se mordió la lengua en el Congreso. Señaló directamente a Junts por su traición y les acusó de representar los intereses de “quienes se están forrando en Catalunya y en España”. Díaz recordó que, desde 2019, las pymes han sumado más de 20.000 millones de euros en beneficios, y los autónomos más de 6.700 millones. “Esto es lucha de clases: ustedes representan al capital, nosotros representamos a la gente”, sentenció.
Su intervención dejó claro lo que está en juego: no solo una reducción de horas, sino un reparto más justo de la riqueza. Pero la negativa de PP, Vox y Junts demostró que la alianza de derechas está dispuesta a sacrificar la salud, el tiempo y el bienestar de los trabajadores en el altar del beneficio empresarial.
La voz de la calle: sindicatos en pie de guerra
En paralelo a la votación, las calles se llenaron de protestas. UGT y CCOO convocaron concentraciones en más de 50 ciudades españolas. Desde Barcelona hasta Madrid, pasando por Sevilla, A Coruña o Bilbao, miles de trabajadores denunciaron la traición parlamentaria. “Van a joder a 12 millones de personas trabajadoras”, resumió con crudeza Unai Sordo, secretario general de CCOO.
Pepe Álvarez, líder de UGT, recordó que el 72% de los votantes de Junts apoyan la medida y acusó al partido de Puigdemont de ir en contra de su propio electorado. “Cuando el dinero se pone encima de la mesa, las banderas y los himnos desaparecen”, señaló.
Las consignas de los manifestantes fueron claras y contundentes: “Trabajar menos para vivir mejor”, “Jugáis con nuestro tiempo y nuestra vida”. Lejos de resignarse, los sindicatos prometieron seguir la lucha: “Esta batalla la vamos a ganar. El futuro será de 37,5 horas… y más allá”.

La voz obrera: Susana Huertas
En Madrid, la secretaria general de UGT en la comunidad, Susana Huertas, puso palabras al hartazgo de la clase trabajadora: “Queremos y necesitamos la reducción de la jornada laboral. Son jornadas interminables, más aún cuando el transporte público nos roba otra hora y media diaria. Queremos vivir, vivir de verdad, no solo trabajar para sobrevivir. Y los diputados que han votado en contra deben responder ante la clase obrera y la ciudadanía. No se puede jugar con nuestro tiempo ni con nuestra salud”.
Su intervención fue un reflejo de lo que se escuchaba en cada esquina del país: una demanda simple, justa e inaplazable.
Un futuro que no podrán frenar
La derrota parlamentaria es un revés, sí, pero no el final de la historia. La reducción de la jornada laboral es una conquista inevitable. Los partidos que hoy han votado en contra quedarán retratados como los responsables de frenar el progreso y condenar a millones de familias a la precariedad y al agotamiento.
Porque esta no es solo una batalla política: es una batalla moral. El derecho a disponer de tiempo, de salud, de vida, no puede depender de los cálculos cortoplacistas de quienes gobiernan pensando en las élites. La clase trabajadora ha demostrado a lo largo de la historia que sus conquistas no se regalan, se arrancan.

Hoy PP, Vox y Junts han firmado un pacto infame contra la gente. Pero la calle ya ha empezado a responder. Y en esa calle, como recordó Yolanda Díaz, se acabarán ganando las derrotas.