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En el juego de tirar de la cuerda, el equipo ganador siempre retrocede

Joan Martí
Joan Martí
Licenciado en filosofía por la Universidad de Barcelona.
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análisis

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Con la retirada de la franja de Gaza en la segunda quincena de agosto de 2005, Sharon realizó una maniobra estratégica brillante: por un lado, parece que él, que antes fomentaba la confrontación, ahora apoya una solución pacífica (cabe añadir que para Israel la franja de Gaza no tenía valor estratégico y su ocupación era una carga); por otro lado, con esta acción, Sharon podía desviar la atención de la opinión pública mundial sobre las extremas consecuencias de la política de colonización en Cisjordania. La finalidad no declarada de esta política solo puede ser la anexión: eliminar a los palestinos, con el consentimiento de Occidente.

Israel y Palestina se provocan mutuamente. Las elecciones generales palestinas del 25 de enero de 2006, celebradas bajo ocupación israelí, transcurrieron con normalidad y dieron la victoria al Movimiento de la Resistencia Islámica (Hamás) por mayoría absoluta, en gran parte debido a la corrupción de Al-Fatah, pero también como parte de la política irreconciliable israelí. Cuando la situación no tiene salida, predomina el fanatismo.

Israel es una democracia atacada por terroristas y Netanyahu ha sido elegido democráticamente; sin embargo, también es un nacionalista aliado con radicales religiosos en un Gobierno que mezcla nacionalismo con teocracia.

Hoy en día, criticar las atrocidades de la guerra de Gaza y la política actual de Israel solo es posible si se deja claro que no se tienen motivos antisemitas, y esto puede no ser fácil. Pero, los judíos, no deben pensar que debido al Holocausto no pueden ser criticados. El hecho de haber sido perseguidos no  otorga el derecho a perseguir a otros. Que alguien haya sido expulsado de su casa no le da derecho a irrumpir en la casa de otro.

Naturalmente, Israel ya es un hecho que debe ser reconocido por los palestinos.  Si queremos hablar del período anterior a 1967; hasta entonces, los israelíes vivían con el miedo a ser «lanzados al mar» por los árabes y tenían que luchar por su existencia. Pero con la Guerra de los Seis Días en 1967, se impusieron claramente, y el vencedor puede permitirse ser generoso.

Entonces habría sido posible una verdadera paz: una solución bien sopesada de dos Estados. Israel no percibió esta oportunidad. En su lugar, mantuvo ocupado militarmente el territorio de los vencidos. Noruega, Irlanda y España retoman este punto, destacando la necesidad de dos Estados. Es el caso de Israel y de David Grossman, quien incluso en 2006, después de perder a su hijo en el frente, continuó defendiendo la necesidad de un diálogo que conduzca a dos estados legítimos.

Este es el problema más antiguo que no debe ser ignorado. Hoy se piensa que judíos y sionistas son casi lo mismo. Pero el sionismo que surgió hacia 1900 era una interpretación nacionalista del judaísmo, rechazada en las primeras décadas del siglo XX por la mayoría de los judíos, que se entendían a sí mismos bien en términos religiosos o bien en términos de asimilación.

No fue hasta 1944 que el sionismo se hizo mayoritario en las principales organizaciones judías de los Estados Unidos. No obstante, en la actualidad, hay también muchos judíos que se sienten distanciados del sionismo. Ciertamente, siempre han existido dentro del sionismo e igualmente hoy en Israel grupos que defendían un verdadero entendimiento con los palestinos, esto es, la igualdad de derechos.

Sin embargo, no se puede negar que el sionismo era por esencia nacionalista y, por tanto, potencialmente agresivo hacia el exterior. Aquí tenemos el caso de Israel apoyando el apartheid en Sudáfrica; de ahí que ahora se enfrente a hostilidades.

La idea inicial no era solo emigrar a Palestina, sino fundar un Estado propio allí. Se puede entender que una idea así, explicable solo desde la conciencia colonial europea de entonces, fuera inaceptable para los árabes.

La principal emigración sionista a Palestina ocurrió antes del Holocausto y no fue una reacción a la política de aniquilación de los nazis, sino al antisemitismo generalizado, aún más en el Este de Europa que en Alemania. Por tanto, solo se puede decir: el sionismo fue una consecuencia comprensible, pero ciertamente no «necesaria» del antisemitismo.

Las alternativas mostradas por Scholem también deben ser consideradas. Scholem -el principal autor de mística judía-, emigró de Alemania a Palestina en 1924. En su autobiografía reflexiona sobre su juventud en Berlín. Por un lado, veía a sus padres intentando asimilarse. Por otro lado, a su hermano, que se hizo comunista. Frente a estos dos caminos, consideró el suyo propio, el sionista, como el único practicable. Pero, ¿se puede afirmar esto?

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