Una bacteria en la infancia, posible origen del cáncer colorrectal juvenil

Una investigación internacional revela que una toxina presente en el intestino desde los primeros años de vida deja huellas genéticas asociadas al cáncer en menores de 50 años

24 de Abril de 2025
Actualizado a las 10:48h
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Una bacteria en la infancia, posible origen del cáncer colorrectal juvenil
Marcos Díaz Gay, jefe del Grupo de Genómica Digital del CNIO (Centro Nacional de Investigaciones Oncológicas), contratado en el marco del programa Construyendo la Generación IA, de Generación D /Laura M. Lombardía. CNIO

Durante años, el cáncer colorrectal ha sido visto como una enfermedad de personas mayores. Sin embargo, su incidencia se ha duplicado entre jóvenes menores de 50 años en las dos últimas décadas y, por fin, la ciencia podría tener una explicación: una bacteria común del intestino, presente desde la infancia, podría ser la desencadenante silenciosa de esta forma precoz de cáncer.

La clave está en la colibactina, una toxina producida por ciertas cepas de Escherichia coli, bacteria habitual en el colon. Según una investigación publicada en Nature y liderada por la Universidad de California en San Diego, la exposición temprana a esta toxina deja una marca genética específica en el ADN de las células del colon que, con los años, puede convertirse en cáncer.

El cáncer que empieza en la infancia y se detecta décadas después

Este trabajo ha sido posible gracias a una colaboración internacional en la que participan el Wellcome Sanger Institute (Reino Unido), la Agencia Internacional para la Investigación sobre el Cáncer (IARC) y el Centro Nacional de Investigaciones Oncológicas (CNIO), donde trabaja el investigador español Marcos Díaz-Gay, primer firmante del estudio.

Una “firma” genética reveladora

El hallazgo no es menor: por primera vez se ha identificado un patrón de mutaciones —una “firma mutacional”— vinculado directamente a la colibactina en casos de cáncer colorrectal en jóvenes. Y lo más sorprendente es cuándo se origina: en los primeros diez años de vida.

Los científicos analizaron casi mil genomas de pacientes con cáncer de colon de 11 países. Descubrieron que estas firmas genéticas son hasta tres veces más comunes en personas diagnosticadas antes de los 40 años que en aquellas que desarrollan el tumor tras los 70. Esta diferencia sugiere una relación directa entre la exposición temprana a la toxina bacteriana y el desarrollo precoz del cáncer.

“Estas mutaciones son como cicatrices genéticas. Nos cuentan una historia de lo que ocurrió décadas antes del diagnóstico”, explica Ludmil Alexandrov, autor principal del estudio.

Variaciones según el país

Otro descubrimiento relevante es que las huellas genéticas de la colibactina son especialmente frecuentes en pacientes de países como Argentina, Brasil, Colombia, Rusia y Tailandia. Esto apunta a que factores ambientales locales podrían influir en la presencia de bacterias productoras de la toxina.

Según Díaz-Gay, esta variabilidad abre la puerta a estrategias de prevención adaptadas a cada región. “Puede que no haya una única causa, sino un conjunto de factores que cambian según el entorno en el que crecemos”, señala.

De mantenerse la tendencia actual, el cáncer colorrectal podría convertirse en la principal causa de muerte por cáncer entre adultos jóvenes en 2030. Y lo más preocupante es que, hasta ahora, muchos de los afectados no presentan factores de riesgo habituales como la obesidad o antecedentes familiares.

El estudio sugiere que la colibactina podría estar actuando como un “detonante temprano”. Si alguien adquiere una de estas mutaciones impulsoras a los 10 años, el cáncer podría aparecer a los 40 en lugar de a los 60, adelantando así en décadas su desarrollo.

¿Se puede evitar la exposición?

Por ahora, hay más preguntas que respuestas. ¿Cómo llega la colibactina al intestino infantil? ¿Qué alimentos, hábitos o entornos favorecen su proliferación? ¿Se puede prevenir su acción o eliminar la bacteria con probióticos?

Los investigadores ya trabajan en pruebas que permitan detectar estas mutaciones en muestras de heces, lo que podría facilitar diagnósticos tempranos. También se estudian intervenciones dietéticas y tratamientos dirigidos a erradicar las cepas nocivas de E. coli sin afectar al resto del microbioma intestinal.

El trabajo ha sido posible gracias a fondos de Cancer Research UK y los Institutos Nacionales de Salud (NIH) de Estados Unidos, pero el equipo teme que los recortes presupuestarios en EE.UU. pongan en riesgo investigaciones como esta.

“Necesitamos financiación continuada para seguir explorando esta línea”, advierte Alexandrov. “Descubrimientos como este sólo son posibles con colaboración internacional y recursos suficientes para analizar miles de muestras a gran escala”.

Una nueva forma de entender el cáncer

Este estudio no solo aporta pistas sobre el origen del cáncer colorrectal juvenil, también cambia la perspectiva sobre la enfermedad: no se trata solo de lo que hacemos en la edad adulta, sino de lo que nos ocurre desde los primeros años de vida. La exposición a determinados agentes biológicos, incluso sin síntomas, puede dejar una huella genética silenciosa pero peligrosa.

Para Marcos Díaz-Gay, el hallazgo marca un antes y un después: “No se trata solo de entender el cáncer en los adultos. Necesitamos mirar atrás, a la infancia, si queremos anticiparnos y prevenir”.

La investigación continúa, pero el mensaje es claro: el cáncer podría empezar mucho antes de lo que pensamos. La solución pasa por entender su origen para intervenir antes de que sea demasiado tarde.

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