El ministro de Asuntos Exteriores, José Manuel Albares, ha vuelto a exhibir una postura prudente, incluso excesivamente contenida, durante su visita oficial a Washington, donde se ha reunido este jueves con el secretario de Estado estadounidense, Marco Rubio. Aunque el ministro ha calificado el encuentro como “cordial y productivo”, su intervención ha dejado un sabor a diplomacia de mínimos, sin avances tangibles ni gestos significativos ante las crisis más acuciantes.
Uno de los temas más esperados era la posición española frente a la ofensiva militar israelí en Gaza, cuya virulencia se ha intensificado en los últimos días. Pese a condenar con firmeza la operación —“nuestro rechazo es absoluto”, afirmó Albares— el titular de Exteriores dejó claro que España no tomará represalias diplomáticas por el momento. “No estamos barajando llamar a consultas a la embajadora de Israel”, zanjó.
Ambigüedad diplomática ante una crisis humanitaria
La negativa a adoptar medidas concretas frente a Israel ha generado malestar en sectores que esperaban una respuesta más decidida por parte del Gobierno español. La condena verbal se percibe como insuficiente ante una situación que, según varias organizaciones internacionales, supone una grave vulneración del derecho humanitario.
Pese a las circunstancias, Albares optó por enfatizar la fortaleza del vínculo transatlántico, al que atribuyó “décadas de seguridad y prosperidad”. Un mensaje que, en boca del ministro, sonó más a repetición de consignas que a estrategia diplomática innovadora, sobre todo en un momento de desencuentros estructurales entre EE. UU. y Europa tras la etapa Trump y en pleno debate sobre la autonomía estratégica europea.
Compromiso militar y falta de agenda propia
En materia de defensa, el ministro insistió en que España está cumpliendo con el objetivo del 2% del PIB exigido por la OTAN. “El debate ahora debe centrarse en capacidades”, dijo, repitiendo un discurso ya habitual en los foros atlánticos. Sin embargo, no se concretaron nuevas propuestas ni se evidenció un papel más proactivo de España en el contexto geoestratégico global.
A preguntas de los periodistas, Albares también evitó comentar una de las decisiones más controvertidas de Donald Trump: la supuesta prohibición a Harvard de admitir estudiantes extranjeros. El ministro se limitó a señalar que no se había tratado el tema y que se enteró de la medida tras la reunión, lo cual deja entrever una cierta desconexión o falta de preparación frente a asuntos de relevancia.
En suma, la visita de Albares a Washington deja un balance discreto: sin avances, sin tensiones visibles, pero también sin audacia ni firmeza. En un momento de incertidumbre internacional, la diplomacia española parece más enfocada en mantener el statu quo que en liderar posiciones con voz propia.