Durante la pandemia, Donald Trump aconsejó a su pueblo que bebiera lejía para combatir el coronavirus. Hoy se plantea extender sus nefastos aranceles a la industria farmacéutica europea. La medida puede ser un desastre para la industria de la UE, de hecho, Salvador Illa, presidente de la Generalitat de Cataluña, ha convocado de urgencia a las farmacéuticas para tratar sobre el bloqueo. No en vano, el 60% de los medicamentos españoles vendidos a EE.UU. son catalanes, de modo que hay miedo en el sector a un posible descalabro económico. Mientras el ‘president’ se reúne con representantes sanitarios para planificar el rescate y hacer frente a la deriva proteccionista de Donald Trump, este anuncia medidas “fenomenales” para que Estados Unidos empiece de fabricar sus propios medicamentos.
Es evidente que el dirigente norteamericano está jugando con la salud de sus compatriotas. El aislacionismo médico y farmacéutico es otro suicidio, ya que la industria yanqui no dispone, a fecha de hoy, de capacidad para suministrar o abastecer de medicinas a la población. Puede que lo consigan dentro de cinco años, pero a partir de mañana, en cuanto los aranceles entren en vigor, miles de pacientes de dolencias y enfermedades van a comprobar con estupor que sus pastillas y tratamientos no llegan a las farmacias. Entre los productos más vulnerables se encuentran los antibióticos, medicamentos oncológicos y tratamientos cardiovasculares. Una mala noticia para millones de enfermos crónicos. Más sufrimiento para el país, sobre todo para las clases sociales más vulnerables.
En Estados Unidos, los nuevos aranceles propuestos por Donald Trump podrían aumentar los costos de producción de medicamentos, afectando la disponibilidad de tratamientos esenciales. Muchas empresas dependen de insumos importados, y las restricciones comerciales podrían generar desabastecimiento y encarecimiento de los medicamentos.
Además, la incertidumbre sobre la política arancelaria ha impactado los mercados financieros y la competitividad de la industria farmacéutica a nivel global. Aunque algunas empresas han anunciado inversiones en EE.UU. para fortalecer la producción local, la transición llevará años y podría afectar la innovación y el desarrollo de nuevos tratamientos. Algunas farmacéuticas europeas están valorando trasladar su producción a Estados Unidos, lo que podría alterar aún más la cadena de distribución de estos tratamientos. Otro caos comercial. Primero llegará la crisis alimentaria, después la sanitaria.
Todo ello por no hablar de la nefasta política sanitaria emprendida por el secretario de Sanidad, Robert Kennedy Jr., un declarado antivacunas y fiel defensor de la leche cruda. Así es el secretario de Salud estadounidense. “Yo siempre bebo leche cruda”, explica. Es decir, lo que toma es leche sin pasteurizar ni procesar, directamente desde la vaca a la boca. Una tendencia que cada vez está ganando más adeptos en Estados Unidos, incluidas celebridades como Ginewth Paltrow. Muchos son los que se aventuran a hablar de sus beneficos, pero sin aportar pruebas científicas que los respalden. De hecho, la Administración de Alimentos y Medicamentos, la FDA, la ha calificado como uno de los alimentos con más riesgos. La venta de leche cruda para consumo humano está prohíbida en 16 Estados y en otros 18 solo se puede comprar directamente a los granjeros.
Mientras tanto, Trump sigue obcecado en su errática política arancelaria que lejos de sacar a flote a la economía estadounidense, la está hundiendo hasta niveles jamás vistos. En lugar de reconocer que su delirante idea de la guerra comercial está hundiendo el mundo en una profunda recesión, el presidente de EE.UU., que vive en su burbuja, quiere establecer más gravámenes, está vez a los productos farmacéuticos. El magnate ha asegurado este lunes que espera imponer tasas a los productos sanitarios importados en un futuro no muy lejano.
“Queremos fabricar nuestros medicamentos. Nosotros no hacemos nuestras medicinas, las farmacéuticas están en Irlanda o en otros sitios, como por ejemplo China. Todo lo que tengo que hacer es imponer un arancel. Cuanto más ponga, más rápido vuelven”, alegó.
Trump ya no escucha ni a sus voces críticas dentro de su Administración ni a los mercados a los que ahoga poco a poco. Así se expresó en redes sociales: “Nadie escapa después de las injustas balanzas comerciales y de las barreras arancelarias no monetarias que otros países han usado contra nosotros”. Y apuntó a un país en concreto. “En especial China, que es la que peor nos trata, ¡con mucha diferencia!”, dijo el presidente estadounidense en la mencionada red social.
“El viernes no se anunció ninguna exención arancelaria. Estos productos están sujetos a los aranceles del fentanilo del 20%, ya vigentes. Ahora están en otra categoría”, explicó Trump. El presidente insistió en el asunto de los productos electrónicos y en los semiconductores: “Estamos estudiando la cadena de suministro dentro de la próxima investigación arancelaria de Seguridad Nacional. No vamos a ser rehenes de otros países”. Para terminar, Trump insistió en la idea de una “edad de oro en Estados Unidos” con, según dice, rebajas fiscales, empleos mejor pagados, productos fabricados en EEUU y “dando a otros países, China en particular, el mismo trato” que les han dado a ellos, según su punto de vista.