España ha encabezado una iniciativa internacional destinada a romper el cerco humanitario sobre Gaza y reimpulsar la solución de dos Estados como vía imprescindible para la paz en Oriente Próximo. La cita, celebrada en el Palacio de Santa Cruz de Madrid, reunió este domingo a representantes de 20 países, junto a la Unión Europea, la Liga Árabe y la Organización de la Conferencia Islámica.
El ministro de Asuntos Exteriores, José Manuel Albares, dejó patente desde el inicio de la jornada que el encuentro “no va contra Israel, ni contra el Estado de Israel”, sino que responde a un objetivo humanitario y político compartido por los asistentes: poner fin a una guerra calificada de "injusta, cruel e inhumana" por sus efectos devastadores sobre la población civil palestina, y reactivar el proceso de paz.
Albares subrayó que “el único interés” de los países reunidos es doble: frenar de inmediato las hostilidades y garantizar la entrada masiva de ayuda humanitaria a Gaza, sin restricciones ni supervisión israelí, y bajo control de Naciones Unidas; y, en paralelo, reimpulsar de forma decidida la solución de dos Estados como fórmula duradera para la estabilidad regional.
A medida que se agrava el conflicto, la diplomacia internacional se articula en torno a propuestas que trascienden el alto el fuego. Como expresó el ministro noruego Espen Barth Eide, uno de los firmes impulsores del reconocimiento de Palestina, “esto va más allá de parar la guerra: hay que poner fin al conflicto”.
La reunión celebrada en la capital española ha sido vista como un símbolo del giro que experimenta el consenso internacional. En apenas ocho meses, el número de países participantes en este foro se ha duplicado, con la incorporación destacada de Francia, Alemania, Reino Unido y Brasil. La pluralidad ideológica de los gobiernos representados —de distintas regiones del mundo— refuerza la legitimidad del mensaje común: la paz exige reconocer plenamente el derecho de los palestinos a un Estado propio.
Barth Eide apeló incluso a un cambio de postura en Estados Unidos, aludiendo a la necesidad de convencer a la Administración Trump de que el reconocimiento mutuo entre Palestina e Israel es la única vía viable para materializar la visión de los Acuerdos de Abraham.
La posición española gana respaldo
José Manuel Albares aprovechó la cita para reivindicar la coherencia de la posición española desde el inicio del conflicto, marcada por la defensa de los derechos humanos, la legalidad internacional y el compromiso con una paz duradera. “Lo que antes era una voz en solitario, hoy es una corriente creciente”, afirmó, aludiendo al apoyo de países como Irlanda, Eslovenia o Noruega.
La presencia del primer ministro palestino, Mohammad Mustafa, y del jefe del Gobierno qatarí, así como de ministros y altos cargos de Arabia Saudita, Egipto, Jordania, Islandia y otros países, dio peso político a la cita. También participaron, por videoconferencia o representación de menor rango, delegaciones de Malta, Turquía, Reino Unido, Bahrein e Irlanda. La UE estuvo representada por su enviado especial para el Golfo, Luigi Di Maio.
“El derecho a la seguridad del pueblo de Israel es incuestionable”, afirmó Albares, “pero exactamente ese mismo derecho lo tiene el pueblo palestino”. Con esa premisa, todos los países reunidos coincidieron en que no se puede seguir postergando el reconocimiento de Palestina ni prolongar indefinidamente la condición de los palestinos como pueblo refugiado.
La alternativa a la solución de dos Estados no puede ser, advirtió el ministro, “ni deportaciones, ni reservas, ni violencia estructural perpetua”. El único camino razonable —sentenció— es la coexistencia pacífica de un Estado palestino junto a Israel, con garantías de seguridad, derechos y dignidad para ambos pueblos.
La reunión de Madrid no resolvió el conflicto, pero sí reafirmó una hoja de ruta política y humanitaria respaldada por un bloque cada vez más amplio de la comunidad internacional. En tiempos de polarización, la diplomacia ha encontrado en Madrid una oportunidad para reabrir el diálogo, sin renunciar a la justicia.