Los conservadores británicos han cosechado el descalabro del siglo en las elecciones del Reino Unido. El Partido Laborista ha obtenido una victoria aplastante de la mano de su líder, Keir Starmer, que pone punto final a la carrera política de Rishi Sunak. ¿Estamos ante un cambio de ciclo, vuelve la izquierda, ha tocado freno el trumpismo ultra? En principio no hay razones para extrapolar unos resultados, que no dejan de ser locales, a la política europea, y mucho menos mundial. Por influjo del Partido Republicano estadounidense, la ola ultra conservadora llegó primero a las Islas Británicas y hoy por hoy se encuentra en plena decadencia, pero se encuentra en su máximo apogeo en el viejo continente, tal como demuestran los recientes resultados del 9J.
Sin duda, el cataclismo tory tiene mucho que ver con el desencanto de los ingleses ante la situación económica, que es un desastre como consecuencia de las políticas conservadoras. Antes de Sunak, la primera ministra Liz Truss dimitió tras 45 días en el cargo. El anuncio de su plan de recortes provocó tal pánico en la economía que se hundió la Bolsa, lo cual llevó al país a una situación de bancarrota. Eran las consecuencias del Brexit, un engaño para la mayoría de británicos. La salida de la UE del Reino Unido ha supuesto un auténtico terremoto político en las islas cuyas consecuencias aún se están dejando notar, sobre todo en las clases más desfavorecidas. La Sanidad pública al borde del colapso, el cierre del grifo de la inmigración (que ha llevado a la falta de mano de obra) y la escasez de productos de primera necesidad, así como la pérdida de poder adquisitivo, han sido gotas que han colmado la paciencia de los ciudadanos británicos.
Starmer no ha tenido más que prometer reformas de gran calado social, como reducir los tiempos y las listas de espera del servicio nacional de salud, y un nuevo mando de seguridad fronteriza, abriendo la mano al flujo de trabajadores, para que su victoria sea arrolladora.
Lo que vienen a demostrar estas históricas elecciones es que la xenofobia no es buena para la economía. Como tampoco lo es el exceso de nacionalismo. El mundo globalizado está cada vez más interconectado y la autarquía, el aislamiento, es perjudicial para los intereses comerciales. Starmer propone un cambio de rumbo radical.
El líder del Partido Laborista ha prometido dar prioridad a reactivar la estancada economía del Reino Unido respetando un estricto control del gasto, para mantener bajos la inflación y los tipos de interés. El nuevo primer ministro cree que todas sus iniciativas de gobierno estarán debidamente financiadas por los ingresos del Estado mediante una receta que no es ninguna novedad: sostenimiento del Estado de bienestar, lo cual exige una rigurosa política fiscal en la que paguen más quienes más tienen. El programa laborista propone restaurar la estabilidad económica, con una estrategia industrial para que las empresas puedan planear sus inversiones y un límite del 25 por ciento al impuesto de sociedades.
El laborismo buscará promover la inversión a través de un nuevo Fondo Nacional de Riqueza que canalice capital a las industrias del futuro y de la entidad Great British Energy, que velará por la transición a la energía limpia. Es decir, recuperación de la agenda verde, transición ecológica, el gran demonio de la extrema derecha internacional. En tiempos de Boris Johnson, se abandonó todo compromiso en la lucha contra el cambio climático. Eso sí, la subida de impuestos no se hará con cargo a los trabajadores, ni en el impuesto sobre la renta, el IVA o las contribuciones a la seguridad social. El país vuelve a las políticas fiscales redistributivas, progresivas y equitativas.
Starmer ha apostado por una renovación nacional tras 14 años de mandato conservador. Ahora cree que haciendo crecer la economía de esta manera el Estado podrá recaudar en torno a 70.000 millones de libras (unos 82.800 millones de euros) adicionales para invertir en la mejora de los servicios a los ciudadanos.
En materia de migración, el objetivo de Starmer es demostrar que cuenta con una estrategia alternativa a la del primer ministro saliente, Rishi Sunak. El laborista prometió como alternativa crear una unidad de seguridad de fronteras para combatir a los grupos de crimen organizado que trafican con inmigrantes.
El antiguo fiscal general del Estado reiteró su intención de eliminar el polémico plan del actual Gobierno conservador de enviar a los potenciales refugiados a Ruanda, pues considera que, además de ineficaz, no es rentable dado que solo podrá aplicarse a un pequeño porcentaje de ellos.
Su idea es crear una nueva unidad que combine las principales agencias del orden y fronterizas del Reino Unido y cuente con amplias competencias para atajar el tráfico ilegal en origen y a lo largo de toda la cadena. Según Starmer, será una fuerza de élite, “no una Cenicienta”, y se tratará además de mejorar la cooperación con las agencias internacionales, en particular la Europol. El dirigente laborista también propuso endurecer las medidas judiciales preventivas y las penas de prisión contra los miembros de esas bandas organizadas, así como hacer más efectivo el sistema de procesamiento de solicitantes de asilo en el Reino Unido.
Austeridad, Brexit y estancamiento económico: un cóctel explosivo que se ha llevado por delante a los lores conservadores. Vuelve el intervencionismo, el socialismo y lo público al Reino Unido. En tiempos de crisis, el nacionalismo cede y el ciudadano pide ayuda al Estado. Esta es una máxima que se cumple siempre.