La censura periodística y lasrestricciones al derecho a la libertad de expresión e información en China aceleraron la propagación delcoronavirus. Así lo entiende al menos la organización Reporteros Sin Fronteras (RSF), que ha elaborado un completoinforme en el que vincula la falta detransparencia informativa que sufre el gigante asiático con la rápida expansiónde la enfermedad. Las sospechas de ocultación de datos por parte del Gobierno deXi Jinping han planeado desde el inicio de la crisis, hasta elpunto de que varios trabajadores del crematorio de la ciudad de Wuhan, donde se originó el primer focode contagio por coronavirus, llegaron a asegurar que las autoridades sanitariasles estaban enviando cuerpos de fallecidos desde los hospitales sin serregistrados oficialmente como defunciones por el covid-19.
La versión oficial que ofrece hoy Pekín, tras un esfuerzo colectivogigantesco, es que ha logrado derrotar a la pandemia. Según los dirigenteschinos, en solo tres meses se ha contenido la propagación del virulento germen mientrasla televisión ofrece imágenes de médicos y enfermeros bailando, festejando lavictoria y agitando rojas banderitas comunistas, alegremente, por los pasillosde los hospitales. Sin embargo, la historia real sobre la victoria contra elvirus asesino puede que no sea tal como nos la han estado contando los chinos.De hecho, en las últimas horas todo el país se ha vuelto a poner en alertamáxima después de que se haya detectado un nuevo brote en la ciudad de Harbin, lo que viene a demostrar quealgo sigue sin encajar.
Ahora Reporteros Sin Fronteras haelaborado un interesante artículo a raíz de un informe publicado el pasado 13de marzo por investigadores de la Universidadde Southampton, quienes sugieren que el número de casos de coronavirusregistrado en China podría haberse reducido en un 86 por ciento si las primerasmedidas, que se tomaron el 20 de enero, se hubieran implementado dos semanasantes. La conclusión inmediata es que la censura que amordaza a la prensapermitió la ocultación de la situación real y ahí pudo perderse un tiempoprecioso. “Basándose en lo ocurrido en los primeros días de la crisis,Reporteros sin Fronteras pone de relieve que, sin el control y la censuraimpuestos por las autoridades, los medios chinos habrían informado al público muchoantes de la gravedad de la epidemia, salvando miles de vidas y, posiblemente,evitando la pandemia actual”, asegura un comunicado de la asociación.
Pero vayamos a la cronología de loshechos. De haber existido prensa libre en el gigante asiático el 18 de octubrede 2019 los medios chinos podrían haber informado de los escalofriantes resultadosde un simulacro de pandemia llevado a cabo esos días. El Centro John Hopkins para la Seguridad de la Salud, en colaboracióncon el Foro Económico Mundial y la Fundación Bill y Melinda Gates, realizóun ensayo de pandemia en el que alertó a la comunidad internacional de que,según sus conclusiones, 65 millones de personas podrían morir en 18 meses porla expansión de un coronavirus.
“Si el internet chino no estuvieraaislado por un elaborado sistema de censura electrónica y los medios no sevieran obligados a seguir las instrucciones del Partido Comunista, el público y las autoridades sin duda se habríaninteresado por esta información procedente de Estados Unidos, que se hizo eco de la epidemia de SARS (síndrome respiratorio agudosevero) de 2003. El SARS infectó a 8.000 personas y causó más de 800 muertes,principalmente en China”, añade Reporteros Sin Fronteras.
La siguiente fecha importante es el20 de diciembre. Un mes después del primer caso documentado, la ciudad de Wuhanya había registrado 60 pacientes con una neumonía desconocida similar al SARS;varios de ellos habían frecuentado los mercados de pescado de la región, dondese supone que el virus saltó de animales exóticos al ser humano. A pesar de lasituación, el Gobierno no consideró conveniente comunicar esta información a laprensa china. “Si las autoridades no hubieran ocultado a los medios laexistencia de un brote epidémico vinculado a un mercado muy popular, el públicohabría dejado de visitar este lugar mucho antes de su cierre oficial, el 1 deenero”.
El 25 de diciembre, el doctor Lu Xiaohong, jefe de gastroenterologíadel Hospital de la Ciudad de Wuhan,comienza a tener constancia de casos de infección que afectan al personalmédico y sospecha desde la primera semana de enero que la infección puedetransmitirse entre humanos. Una vez más, si las fuentes de los periodistas enChina no se expusieran a sanciones severas −que van desde una simple reprimendaprofesional hasta penas de prisión−, “el doctor Lu Xiaohong habría asumido laresponsabilidad de alertar a los medios, obligando a las autoridades a tomarmedidas, lo que no sucedió hasta tres semanas después”.
Poco más tarde, el 30 de diciembre,el director del departamento de emergencias del Hospital Central de Wuhan, Ai Fen, y un grupo de médicos lanzaronuna alerta sobre un “coronavirus similar al SARS”. Ocho de ellos, incluido eldoctor Li Wenliang −quien muriódespués a causa de la enfermedad−, serían detenidos por la Policía de Wuhan el3 de enero por hacer circular “falsos rumores”. Cabe preguntarse qué habríaocurrido si la prensa y las redes sociales “hubieran podido difundir librementela información facilitada por los denunciantes el 30 de diciembre”, según RSF.Seguramente la ciudadanía habría advertido el peligro y “habría presionado alas autoridades para que tomaran medidas que limitaran la expansión del virus”.
Hay más ejemplos de cómo larestricción y la censura han perjudicado la lucha contra la expansión de laenfermedad. El 31 de diciembre, China alertó oficialmente a la Organización Mundial de la Salud (OMS),pero al mismo tiempo obligó a la plataforma de debate WeChat a censurar una gran cantidad de palabras clave que serefieren a la epidemia. Una vez más, sin censura la red social WeChat, quetiene mil millones de usuarios activos en China, “podría haber permitido a losperiodistas transmitir informes y consejos de precaución que contribuyesen a unmejor cumplimiento de las normas recomendadas por las autoridades sanitarias”,asegura Reporteros Sin Fronteras.
El 5 de enero, el equipo delprofesor Zhang Yongzhen del Centro Clínico de Salud Pública de Shanghailogró secuenciar el virus, pero las autoridades de Pekín seguían siendo reaciasa hacer público el genoma. El 11 de enero, el día en que China confirmó suprimera muerte oficial, los investigadores “filtraron información enplataformas de código abierto, lo que resultará en el cierre punitivo de sulaboratorio”. Si las autoridades chinas fueran transparentes, “habríancomunicado inmediatamente la secuencia del genoma del coronavirus a los medioscientíficos, ahorrando a la comunidad internacional un tiempo precioso en suinvestigación para el desarrollo de una vacuna”.
Y así llegamos al 13 de enero,cuando Tailandia informa del primercaso de infección por coronavirus fuera de China: un turista de Wuhan. De nuevo,de haber existido prensa libre, los medios internacionales podrían haber tenidoacceso a la información y es probable que la comunidad internacional hubieraevaluado la crisis y “la hubiera anticipado mejor, reduciendo el riesgo de quela epidemia se propagase fuera de China y, posiblemente, evitando sutransformación en una pandemia”, concluye RSF.