La mano dura de Trump obliga a Europa a mirar hacia China

Bruselas ya trabaja para reforzar su cooperación económica con el régimen de Pekín, con el que tiene una balanza comercial negativa

27 de Enero de 2025
Actualizado a la 13:06h
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Parlamento Europeo en una imagen de archivo. Mano dura
Parlamento Europeo en una imagen de archivo.

El mensaje duro de Trump para Europa no ha caído en saco roto en las altas esferas de la UE. Las ambiciones expansionistas de la nueva Administración norteamericana, la posibilidad de que Washington imponga nuevos aranceles a los productos europeos, la posición aislacionista yanqui en lo que se refiere a la guerra en Ucrania (con recorte de fondos al Gobierno de Zelenski) y la salida de Estados Unidos de organizaciones internacionales como los acuerdos de París contra el cambio climático y la OMS, hacen pensar en Bruselas que lo mejor es dar un viraje, un cambio de rumbo a la política exterior comunitaria, que a partir de ahora podría dejar de estar casi exclusivamente orientada hacia el atlantismo imperialista estadounidense para abrirse hacia el Este. Es decir, frente al eslogan trumpista de America first algunos creen que se impone el lema de “el futuro está en China”.

La posibilidad de que durante el mandato trumpista Europa transforme a China en un socio privilegiado es más que probable. De este modo, la relación mutaría de rivales y competidores por un puesto destacado en la economía global a socios y colaboradores. Las relaciones comerciales con China, aunque han mejorado en 2023, produjeron a los europeos un déficit comercial de 291.000 millones de euros. Es decir, el régimen de Pekín nos vende productos por 291.000 millones más de lo que nos compran. Pero ese desequilibrio en la balanza comercial podría estar en vías de solución por pura necesidad de supervivencia de ambos agentes. Los europeos necesitan compensar el cierre de los mercados norteamericanos y los chinos se encuentran en una posición parecida después de que el presidente norteamericano haya echado las cruces al Gobierno de Xi Jinping. En ese callejón sin salida en el que Trump ha metido a unos y a otros, occidentales y orientales están condenados a entenderse.

Si la política exterior de Trump va a caracterizarse a partir de ahora por el enfoque proteccionista y el aislacionismo, a Europa no le quedará otra que mirar a China. “Reevaluar estrategias y alianzas, no queda otra”, asegura un funcionario de Bruselas. China es un socio estratégico para la UE, siendo el segundo socio comercial más importante después de Estados Unidos. A partir de ahora puede que sea el primero, lo que no gustará a Trump, aunque él se lo ha buscado. Sus drásticas medidas rupturistas van a tener consecuencias y profundas implicaciones en los próximos meses, tanto en el plano económico como el político. De momento la UE y China han firmado varios acuerdos comerciales y económicos, incluyendo el Acuerdo de Cooperación Comercial y Económica y la Agenda Estratégica de Cooperación UE-China 2020. Esta asociación promete incrementarse en el corto plazo. En definitiva, la llegada de Trump al poder llevará a la UE a fortalecer sus relaciones con China, buscando un equilibrio entre la cooperación y la competencia en un contexto global cada vez más complejo y competitivo.

La UE es un contribuyente sustancial en el desarrollo chino y China no deja de invertir en Europa, de vender a Europa. Cada vez se abren más empresas chinas en suelo europeo. ¿Colonización económica? Quizá. Pero la situación provocada por Trump no deja demasiado margen de maniobra a la UE, que no se puede permitir el lujo de perder más poder de influencia política, estratégica y financiera. Europa necesita nuevos mercados y los necesita ya. Cuando Trump mete a España en el saco de los BRICS o países emergentes, sin duda en un error garrafal que demuestra su desconocimiento, no está teniendo en cuenta que su amenaza de incrementar los aranceles de los productos españoles en un cien por cien también afecta a la Unión Europea.

De momento, la presidenta del Banco Central Europeo (BCE), Christine Lagarde, considera que Europa se enfrenta a una amenaza existencial, que puede verse agravada por la postura de Donald Trump al frente del Gobierno de Estados Unidos, ante la que los líderes políticos, las empresas y los legisladores deben “ponerse manos a la obra” para convertirse en un auténtico mercado único, informa Europa Press. Si es cierto que Estados Unidos nos deja solos, los europeos tendremos que empezar a pensar en ser autónomos e independientes. Y no solo en lo económico, también en lo militar. La llegada de Trump al poder supondrá un recorte a las inversiones norteamericanas en suelo europeo. Si el amigo americano ya no es ese policía global o “primo Zumosol” que siempre respaldaba y protegía a Europa ante las amenazas rusas, a partir de ahora Bruselas tendrá que ir pensando en invertir más en la fabricación de armamento, incluso en la creación de un ejército propio. La amenaza de Putin es cada vez más real y Trump no parece por la labor de defendernos. Pero va a haber cambios mucho más profundos acordes con las transformaciones vertiginosas del mundo posTrump. Y esos cambios no pueden más que ir en una única dirección: solo una unión más fuerte y cohesionada nos hará más independientes, estables y seguros.

Durante un coloquio en la última jornada del Foro Económico Mundial, celebrado en Davos (Suiza), la propia Lagarde aseguraba que la UE necesita de una unión bancaria y una unión del mercado de capitales, además de mantener el talento en casa, preservar los ahorros europeos y ser capaces de atraer talentos desde otros lugares. Asimismo, recordaba las quejas de la excesiva burocracia y los trámites en Europa, algo que criticó abiertamente y con dureza Donald Trump en el Foro de Davos este jueves, lo que para la francesa supone “una llamada de atención” para los que tienen puestos de decisión en la UE, que se debe tomar muy en serio y responder rápidamente a ella.

Ante los cambios que puedan introducirse en las políticas estadounidenses, la banquera central de la eurozona considera que estos representan un desafío, pero también una gran oportunidad para revisar y decidir si Europa quiere o no ser un actor clave. De este modo, ha defendido que si Europa fuera un mercado único, como afirma ser, equivaldría a suprimir un 40% de aranceles aduaneros sobre los bienes comercializados dentro de Europa y el 110% de los aplicados sobre sus servicios.

“No está funcionando como un mercado único”, lamentó Lagarde, para quien la verdadera cuestión para los europeos, las empresas y los responsables políticos “es ponerse manos a la obra y hacerlo”. Por otro lado, preguntada sobre la opinión de Donald Trump de que la UE está tratando “muy injustamente y muy mal” a Estados Unidos, la presidenta del BCE ha apuntado que el líder estadounidense está prestando especial atención a la balanza comercial, algo que debe analizarse con mucho cuidado y analizar también los intercambios de servicios y la cuenta de capital.

“No puede ser simplemente blanco y negro”, dijo Lagarde, para quien lo que es cierto es que “tiene que haber negociaciones” y unas relaciones comerciales organizadas en un marco que dé confianza a los socios, por lo que no puede tratarse simplemente de eliminar todas las reglas e ignorar las instituciones, porque se trata “de que todos operemos juntos”. “Así que, sí, nos sentamos a la mesa, sí, negociamos, sí, algunos países están en una posición más fuerte que otros, pero todos nos necesitamos unos a otros”, defendió.

Trump rompe con el eje de Europa, tradicional aliada de Estados Unidos. Pero tras ese divorcio puede venir un amor interesante: el de la fascinante China con su economía hiperdesarrollada.

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