El historiador francés Stéphane Audoin-Rouzeau ha asegurado en una entrevista para La Vanguardia que “Ucrania ha perdido la guerra y su derrota es la nuestra”. De esta manera, uno de los mayores expertos en la Primera Guerra Mundial ve vencedora a la Rusia de Putin, de modo que Europa tendrá que asumir las consecuencias. Audoin-Rouzeau es director en la Escuela de Estudios Avanzados en Ciencias Sociales (EHESS) y presidente del Centro Internacional de Investigación sobre la Historia de la Gran Guerra en Péronne, en el Somme. Sus trabajos y ensayos han arrojado luz a la historiografía moderna en asuntos como el del primer conflicto bélico mundial (1914-1918). Ahora bien, ¿hay datos para concluir que Ucrania está definitivamente derrotada?
“Todos los expertos pensaban que una entrada en guerra de Rusia sería una decisión irracional y que, siendo Putin un líder racional, no cometería tal error. Este fallo nuestro hizo ineficaces los intentos de disuadir a Rusia antes del 24 de febrero. Pero el verdadero problema es que el tiempo de guerra no es el mismo que el tiempo de paz: el primero tiene su propia lógica. Mucho antes del 24 de febrero, el poder ruso ya había entrado en un tiempo de guerra: nuestro error fue no comprenderlo”, asegura el historiador francés.
En los últimos meses Ucrania se ha enfrentado a serias dificultades, como la escasez de municiones y la reducción del apoyo internacional, lo que ha llevado a especulaciones sobre una posible derrota parcial o pérdida de territorios clave. Sin embargo, el Gobierno ucraniano sigue resistiendo y países como Estados Unidos y miembros de la Unión Europea continúan buscando vías diplomáticas y militares para apoyar a Zelenski.
Todo cambió en marzo de 2025. Fue entonces cuando el presidente Donald Trump ordenó suspender temporalmente toda la ayuda militar de EE.UU. a Kiev. Esta decisión se tomó tras una tensa reunión entre el presidente norteamericano y el ucraniano en la Casa Blanca, en la que no lograron cerrar un acuerdo sobre materias primas como las tierras raras. Según funcionarios estadounidenses, Trump condicionó la reanudación de la ayuda a que Ucrania demuestre un “compromiso de buena fe con la paz”. También criticó públicamente a Zelenski por decir que la paz aún está “muy, muy lejos”, calificando esa declaración como “el peor mensaje que podía haber enviado”. De alguna manera, el magnate norteamericano humilló en público a Zelenski, al que trató como ese matón que pisotea al más débil. Desde ese momento, Ucrania empezó a perder la guerra, según los expertos más pesimistas con la evolución del conflicto.
Estados Unidos no ha interrumpido la ayuda militar a Zelenski, pero sí la ha recortado sensiblemente respecto a los tiempos del demócrata Joe Biden. El envío de armas por parte de Washington se hace ahora de forma indirecta y bajo nuevas condiciones. Tras la suspensión temporal ordenada por el presidente Trump, se activó una iniciativa de la OTAN en la que países aliados financian las armas estadounidenses para Ucrania. Por ejemplo, Países Bajos anunció el pasado 4 de agosto que financiará un paquete de 500 millones de euros en sistemas de defensa aérea estadounidenses, como misiles Patriot. Esta ayuda forma parte de un acuerdo entre Trump y líderes europeos para que Europa y Canadá asuman el coste de los envíos, mientras EE.UU. proporciona el material. Además, el Senado estadounidense está debatiendo un presupuesto de defensa que incluye 800 millones de dólares en apoyo militar a largo plazo para Ucrania, lo que viene a demostrar que existe cierta presión interna en el Congreso estadounidense para mantener el respaldo. Aunque la ayuda directa de Washington se ha reducido significativamente, Estados Unidos sigue aportando en ayuda armamentística, ahora a través de sus aliados.
En los últimos días hemos asistido a un movimiento de Trump que ha llamado la atención a los analistas políticos. El presidente norteamericano aseguró el pasado viernes que ha dado órdenes para el despliegue de dos submarinos nucleares “en las regiones apropiadas” próximas a Rusia como respuesta a los comentarios “altamente provocadores” y desafiantes del expresidente ruso Dmitri Medvédev. En una publicación en redes sociales, Trump afirmó que actuó “en caso de que estas declaraciones insensatas e incendiarias fueran más que eso”.
“Las palabras son muy importantes y, a menudo, pueden tener consecuencias imprevistas; espero que este no sea uno de esos casos”, añadió Trump, que no especificó dónde se desplegarían los dos submarinos. Es evidente que, más allá del cruce de descalificaciones entre ambos dirigentes políticos, el inminente desenlace de la guerra en Ucrania podría haber influido en el despliegue de los submarinos. Una forma de decirle a Putin que no considere ni por un momento la posibilidad de continuar con sus planes expansionistas en Europa con otra invasión. En ese contexto cabe interpretar el ofrecimiento de Ucrania a Rusia para abrir una nueva ronda de conversaciones de paz. Se trata, sin duda, de un intento de relanzar unas negociaciones estancadas desde principios de junio. Las dos rondas de conversaciones celebradas en Estambul entre Moscú y Kiev no lograron avances hacia un alto al fuego, aunque se saldaron con acuerdos para el intercambio de prisioneros y devolver cadáveres de soldados muertos.
“Hasta el 2024, el cañón era el arma dominante en el campo de batalla. ¡Como en 1914-1918, otra vez! Pero a partir del 2024, el dron se ha consolidado como la herramienta táctica determinante: es ahora la que inflige el mayor número las pérdidas al adversario. Y lamentablemente, igual que la superioridad en artillería estaba del lado ruso, parece que ocurre lo mismo con los drones. Este ejemplo de los drones muestra en todo caso hasta qué punto la guerra es una actividad capaz de transformarse a gran velocidad, imponiendo la necesidad de adaptarse si se quiere tomar ventaja frente al enemigo”, asegura Stéphane Audoin-Rouzeau.
“Desde el principio he sido un ferviente partidario de Ucrania, y decir que, en mi opinión, Ucrania ha perdido la guerra, en el momento en que hablamos, me causa una gran tristeza. De hecho, no lo diría si fuera ucraniano, pero desde Francia hay que ser lo más lúcido posible. La mayoría de los observadores no ven la derrota ucraniana porque en una guerra de posiciones es difícil percibirla”, añade.