La Unión Europea y Estados Unidos están cerca de un acuerdo que evitaría un conflicto arancelario abierto, aunque no sin costes. Bruselas aceptaría un arancel generalizado del 15% a las exportaciones europeas como mal menor ante el ultimátum de la Administración Trump, que exige un 30% a partir del 1 de agosto si no hay pacto.
La amenaza de una guerra comercial en toda regla entre la Unión Europea y Estados Unidos vuelve a sacudir a las capitales europeas. En un contexto de creciente tensión y con el calendario en contra, Bruselas sopesa ceder parcialmente ante las exigencias del presidente Donald Trump para evitar un castigo mucho más severo: un arancel del 30% a todas las exportaciones europeas a partir del 1 de agosto.
Los contactos diplomáticos de las últimas horas han estrechado las posibilidades de un acuerdo que limite ese daño a un 15%. Así lo trasladó este miércoles el comisario europeo de Comercio, Maros Sefcovic, a los embajadores de los Veintisiete durante una reunión de urgencia, según adelantó el Financial Times y confirmaron fuentes diplomáticas europeas.
Una tregua condicionada
El acuerdo, aún pendiente de validación definitiva por parte de la Casa Blanca, incluiría ese arancel generalizado del 15% como fórmula para salvar el escollo actual. Aunque elevado, ese porcentaje integraría el 4,8% que ya existe de media bajo el estatus de ‘nación más favorecida’, con lo que el impacto real se situaría en niveles algo más asumibles. Se trataría, en la práctica, de consolidar un escenario menos lesivo que el actual 10% temporal y evitar el salto al 30%.
Este 15% no supondría una renuncia al proteccionismo de Washington. Tampoco eliminaría otros castigos ya vigentes: el acero y el aluminio europeos seguirían sometidos a aranceles del 50%, como viene ocurriendo desde los primeros años de la era Trump. Pero Bruselas lo ve como un mal menor que permitiría enfriar las tensiones y seguir negociando desde una base menos agresiva.
Un arsenal de represalias preparado
Sin embargo, la Comisión Europea no se presenta a esta cita desarmada. En paralelo a los contactos, Sefcovic ha advertido a los Estados miembros de que el Ejecutivo comunitario mantiene listo un paquete de represalias si finalmente las negociaciones fracasan.
Ese paquete incluye una primera ronda de contramedidas por valor de 21.000 millones de euros, ya aprobada pero aún no activada, en respuesta a los aranceles estadounidenses sobre el acero y el aluminio. A ella se sumaría una segunda lista de medidas que afectaría a productos estadounidenses por valor de hasta 72.000 millones de euros. En total, Bruselas tendría capacidad de responder a través de sanciones arancelarias que alcanzarían un volumen conjunto de 93.000 millones.
Además, la Comisión contempla recurrir por primera vez al instrumento anticoerción, un mecanismo legal de nuevo cuño que permitiría a la UE responder a presiones económicas por parte de terceros países. Aunque aún no se ha activado nunca, este recurso —defendido con firmeza por Francia— permitiría a Bruselas adoptar sanciones más allá del terreno arancelario, incluyendo posibles medidas dirigidas a grandes tecnológicas norteamericanas.
Una mayoría a favor de la firmeza
Por el momento, una mayoría cualificada de gobiernos europeos respalda la preparación de estas medidas, aunque la prioridad sigue siendo evitar el choque. Si el presidente Trump no responde positivamente a la propuesta actual, las represalias europeas entrarían en vigor el 7 de agosto.
La batalla no es solo comercial. En juego está también la capacidad de la UE para defender su autonomía estratégica y no ceder al chantaje económico. Las capitales europeas lo saben: esta negociación no es solo un pulso entre economías, sino una prueba de fuego para el equilibrio en las relaciones transatlánticas en un año crucial para ambas partes.