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La tromba de corrupción del PP arruina el montaje de Casado sobre los indultos

El presidente del PP había preparado un mes de junio caliente para el Gobierno pero las imputaciones de Cospedal y su marido, más el caso Rato, tiran por tierra su plan

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Pablo Casado quería llegar a la foto de Colón 2 bien maqueado, limpito, perfumadito, engominado y como el gran salvador frente a los enemigos de España. Sin embargo, una vez más, no va a poder ser. El pasado del PP más corrupto se ha vuelto a cruzar en su camino y mal que le pese al eterno candidato aparecerá ante las multitudes falangistas y anticatalanistas conduciendo un camión de la basura cargado de cochambre, porquería y mugre.

La Kitchen, ese maldito nombre que atormenta a Casado día y noche, se le ha presentado de nuevo en el peor momento. Puede que la corrupción ya esté amortizada y no le vaya a pasar factura, como dicen algunos sesudos tertulianos, pero tendrá que soltar su arenga patriotera contra los indultos de Sánchez sabiendo que sus amigos Dolores de Cospedal y López del Hierro, ese matrimonio que por jugar a los espías con Villarejo ahora se ve donde se ve, están imputados por el juez García Castellón. Lástima, con lo bien que le había quedado el guion, con lo redondo que le había salido el enésimo montaje mediático, en este caso la guerra total contra los perdones gubernativos a Junqueras y los suyos.

Va a chirriar mucho escuchar cómo un hombre arenga al pueblo con palabras hermosas como unidad de la nación, españolidad, orgullo de patria y todas esas cosas mientras detrás de la tribuna de oradores, inquietantemente aparcado, tiene un contenedor maloliente hasta arriba de espionajes a Bárcenas, de micrófonos ocultos, de lacayos de las cloacas, de audios ilegales, de fondos reservados empleados para no sé qué, de mentiras, de mafiosidades, en definitiva, de mierda, de pura y llana mierda.

¿Se puede ser un patriota como pretende el joven y animoso jefe de la oposición española y al mismo tiempo pisotear la ley, el Código Penal, la Constitución, los derechos fundamentales y la decencia misma de un país? Imposible. ¿Se puede pretender liderar a una nación con semejante expediente hediondo pululando por los juzgados de Madrid? Se nos antoja que no. Sin embargo, Casado practica una y otra vez la política del avestruz, el negacionismo de la historia (en este caso de la historia más oscura del PP) y por mucho que intenta romper con el pasado no puede porque el pasado siempre vuelve para hacer justicia por tantas tropelías.  

¿Se puede ser un patriota como pretende el joven y animoso jefe de la oposición española y al mismo tiempo pisotear la ley y el Código Penal?

Ayer mismo, Cospedal y su marido eran imputados por el juez que instruye la Kitchen. Fue una bendita casualidad (quizá no tanto) que el magistrado diera el paso crucial y que ambos estuvieran citados ese mismo día para comparecer en la comisión de investigación abierta en el Congreso de los Diputados. Por la mañana fue el turno del maridito de la exministra. Y aquí surge una de las grandes interrogantes del caso: ¿qué demonios pinta este tío en toda esta historia? Porque hasta donde se sabe, él no era nadie en el Gobierno, simplemente el esposo de, el consorte si se quiere, un hombre de negocios al que le iba bien, vale, pero para nada un político con potestad para tratar asuntos de Estado y mucho menos para codearse con los espías de las cloacas.

Pero por lo visto por allí andaba el personaje, por los despachos del poder, paseando como si tal cosa como un representante más de los ciudadanos. Estos grandes hombres de la derechona, cuando ven que su mujer va para arriba (y Cospedal no pudo llegar más alto) enseguida se erigen como tutores o preceptores de la parienta y pretenden controlarlo todo, supervisar, pispar, firmar los papeles que sean porque entienden que ellas no saben. A fin de cuentas, el macho ibérico considera que es él quien lleva los pantalones en la casa.

Casado y la pala

Sin embargo, la comisión de investigación se volvió contra López del Hierro cuando, tras enterarse de que estaba imputado, decidió guardar un ominoso silencio, la peor de las estrategias de defensa, eso lo sabe cualquier chorizo de poca monta, ya que se entiende que el que calla otorga y el que no se defiende será por algo. Rufián supo ponerlo en su sitio. Mientras el maridísimo achantaba la mui, el líder republicano le daba hasta en el cielo de la boca. “Villarejo tenía un mote para usted, El Polla; yo solo pongo motes a mis amigos”, le soltó en un directo de derechas que pasará a los anales del parlamentarismo patrio. Al ver que el testigo se le enrocaba y se le cerraba en banda, el diputado de Esquerra se tomó todas las confianzas del mundo y le afeó su pose chulesca (repantigado en el sillón de la sala, como si estuviese en un guateque y la cosa no fuera con él). Como muy bien dijo Rufián, solo le faltaba el cubata. Y es que los señoritos se sienten tan impunes que se ríen de todo y de todos.

Pero la cosa no iba a quedar ahí. El sainetillo que montó Cospedal por la tarde, cuando le llegó el turno de declarar por las mismas turbias cuestiones, fue de opereta y un enredo más para Casado. La mujer estaba formalmente citada, pero no debió enterarse (o no se dio por enterada) de que el acto se había suspendido después de que el juez García Castellón la imputara. Los funcionarios de las Cortes le enviaron el preceptivo SMS e incluso contactaron con su secretaria para informarle de que el acto se había cancelado hasta nueva orden. Sin embargo, Cospedal decidió seguir adelante con su función teatral, que dicho sea de paso, fue antológica, y se dejó caer por allí para montar el numerito de la despechada con algunos periodistas.

A esa hora de la tarde, solo quedaba el bedel en el Congreso, que estaba a sus cosas el hombre, y que se comió todo el marrón y la bilis de la enojada Cospedal, quien por momentos se hacía la ofendidita porque sus señorías la habían dejado tirada cual colilla y no le habían puesto la alfombra roja como es pertinente en alguien de su rango. La archienemiga de Soraya se dedicó a pasearse por el edificio de San Jerónimo, con su modelito blanco impoluto, su bolso clasista colgado del antebrazo y taconeando cual diva en pasarela Cibeles. Su interpretación de la señora marquesa enfadada porque llama a los criados de la casa y estos no aparecen doblando con sumisión la cerviz para ponerse a sus pies fue sencillamente magistral. “Nadie me ha notificado de nada, aquí ya no hay democracia”, espetaba la ex ministra de Asuntos Finiquitos. Solo le faltó gritar aquello de Fermín venga usted aquí inmediatamente. Qué retrato tan magnífico de una noble que entiende el Parlamento como su cortijo particular.

Pero el día negro y aciago para el PP casadista se completó cuando se supo que otro juez de Madrid acordaba la apertura de juicio oral contra el ex ministro de Economía Rodrigo Rato por delitos contra la Hacienda Pública, blanqueo de capitales y corrupción en los negocios por el presunto origen ilícito de su patrimonio. Más veneno, más oprobio para Casado. A este paso a la manifestación de Colón va a tener que llevarse no solo el pin del aguilucho y la bandera nacional sino su famosa pala con la que se deja retratar en momentos de catástrofes y nevadas. Tiene inmundicia para rato.

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