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La última gran oportunidad de Pedro Sánchez

El presidente del gobierno español, un político muy cuidadoso con su imagen, tiene en sus manos convertirse en un referente mundial y dejar un legado a la humanidad de los que se estudian en los manuales de historia

José Antonio Gómez
José Antonio Gómez
Director de Diario16. Escritor y analista político. Autor de los ensayos políticos "Gobernar es repartir dolor", "Regeneración", "El líder que marchitó a la Rosa", "IRPH: Operación de Estado" y de las novelas "Josaphat" y "El futuro nos espera".
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análisis

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Pedro Sánchez es un hombre pagado de sí mismo. Le encanta su imagen, no lo puede evitar porque su naturaleza narcisista le impide ser otra cosa. El presidente español, durante sus 6 años de gestión, ha tenido muchísimos más errores que aciertos. Las medidas de su agenda social que ha ido adoptando se han caracterizado más por las buenas intenciones que por la efectividad en su traslación a la vida de las personas.

Sin embargo, en el mundo actual, en el que la impunidad de la minoría se ha impuesto sobre la justicia de las mayorías, Pedro Sánchez tiene ante sí una oportunidad única de pasar a la historia como lo que él se cree que es: un estadista al nivel de los grandes hombres que llenan los manuales de historia.

A día de hoy, Sánchez no tiene un legado del que presumir ante las futuras generaciones. Más bien al contrario. El debe es mucho más grande que el haber. Pero lo puede revertir, tanto a nivel nacional como internacional, adquiriendo un protagonismo global, como a él tanto le gusta. Plantarse ante el mundo con su traje azul, su corbata, sus canas estratégicamente distribuidas… ufff, cómo le gusta. Y lo puede hacer, si él quiere.

El mundo actual está regido por grandes acuerdos internacionales. Algunos de estos acuerdos ya han marcado una diferencia apreciable (y positiva). Otros pueden llegar a tener algún potencial significativo.

Lamentablemente, hay frentes que son cruciales para la vida de las personas en los que las naciones del mundo han logrado muy pocos avances. El principal, el tema de las políticas fiscales progresivas, donde no se cuenta con ningún pacto internacional que promueva una tributación justa y efectiva. En cambio, tenemos una incoherencia global que beneficia enormemente al 1% de la población mundial. Aquí es donde está la gran oportunidad de Pedro Sánchez: liderar a nivel global un gran acuerdo internacional en el que la acumulación de riqueza de la minoría privilegiada tenga un impacto directo en el bienestar de la mayoría. No se trata de «crujir» a los ricos, se trata de que aporten lo que les corresponde.

No puede ser que en el mundo haya jurisdicciones políticas que se han convertido en lugares donde los más afortunados pueden depositar sus fortunas y escapar de las tasas impositivas de las naciones que consideran su hogar. La gran mayoría de esa minoría, además, pretende hacer creer que son «patriotas» cuando, en realidad, son los mayores traidores.

Hasta ahora, los países desarrollados han estado haciendo todo lo posible para mantener a sus ricos en casa y felices a la hora de evadir impuestos. Los gobernantes no han hecho otra cosa que reducir las tasas impositivas y llenar sus códigos tributarios con lagunas jurídicas que han reducido significativamente la cantidad de impuestos que deben pagar los más ricos. Esta situación está provocando que las grandes fortunas nunca fueron tan enormes.

Mientras tanto, en los niveles más bajos de la escala de ingresos, la gente promedio paga religiosamente los impuestos que les corresponde porque no tienen escapatoria y porque, en la gran mayoría de los casos, demuestran su patriotismo con hechos. Sin embargo, lo que las clases medias y trabajadoras aportan no es suficiente y ya es un fenómeno global en las economías avanzadas que la educación y la sanidad pública no dispone financiación suficiente, mientras la vivienda digna se vuelve obscenamente más cara.

Esto podría cambiar, pero un movimiento global de este tipo necesita un liderazgo. Pedro, ahí tienes tu oportunidad, cogiendo el testigo de Naciones Unidas, organización que el pasado mes de noviembre aprobó una resolución innovadora que ha iniciado el proceso de establecimiento de un nuevo orden fiscal internacional. Sin embargo, la historia ha demostrado que estos movimientos sísmicos que provocan una ruptura del sistema precisan, más que de un organismo, de una persona.

Para empezar, y a pesar de que España es miembro, se hace necesario que el control de las normas tributarias globales salga de la OCDE porque los paraísos fiscales, sobre todo los de la Unión Europea, y los lobistas corporativos tienen mucha influencia en las decisiones que adopta esa organización.

A principios de esta semana, el Comité Intergubernamental creado para comenzar a implementar la histórica resolución fiscal de la ONU de noviembre concluyó su sesión sustantiva inicial, un diálogo de casi dos semanas de duración en Nueva York que brindó a las naciones y grupos de interés público de todo el mundo una oportunidad. para ayudar a dar forma al marco de un nuevo orden fiscal internacional.

Señor Sánchez, debe tener en cuenta que el abuso fiscal de la minoría supone cada año que más de 5 billones de euros no puedan ser empleados en mejorar la sanidad, la educación, las política sociales o el mantenimiento de los sistemas de protección a los más vulnerables.

Pedro Sánchez es economista y sabe a la perfección la importancia que tiene la creación de un registro global de activos que aporte transparencia a los activos del 1% o de legislaciones que garanticen que las grandes corporaciones paguen impuestos donde producen, no donde facturan.

La Academia Noruega de Derecho Internacional ya ha exigido un nuevo panel tributario dentro de la reforma fiscal global y la aplicación de durísimos controles sobre la competencia tributaria dañina entre naciones y los flujos financieros ilícitos relacionados con los impuestos. En España, la Comunidad de Madrid de Isabel Díaz Ayuso está en ese escenario de dumping en contra del resto del país.

Hay mucho en juego y el reto para un político como Pedro Sánchez no podría ser mayor, porque la justicia fiscal es la major palanca para que todos vivan mejor una vida mejor y más saludable. No se trata de un ataque furibundo contra los más ricos. Tampoco la aplicación de un límite a la riqueza. No, es tan simple que cada cual aporte a la sociedad lo que le corresponde.

A través de una tributación justa, se pueden obtener los ingresos necesarios para respaldar el gasto público necesario, frenar las desigualdades dañinas. Una tributación justa garantiza que todos puedan disfrutar de una representación política efectiva, algo que ahora está reservado a los más ricos.

Hay un dato que demuestra que eso es posible. Los defensores de la acumulación irresponsable de la riqueza, como Isabel Díaz Ayuso, afirman que el hecho de que las grandes fortunas o las corporaciones más importantes no paguen impuestos terminará generando más puestos de trabajo y mejores salarios. Sin embargo, un análisis del listado de los principales paraísos fiscales demuestra que esas jurisdicciones no son grandes potencias económicas. Islas Caimán, Bahamas, Seychelles, Mann, Jersey, Liechtenstein, Luxemburgo, Irlanda, por citar algunos, no tienen grandes industrias que generen puestos de trabajo. Los estados de los Estados Unidos que son paraísos fiscales, como Delaware o Dakota del Sur, no son, precisamente, los que tiran de la economía estadounidense.

Señor Sánchez, esta es su gran oportunidad de pasar a la historia. No la desaproveche.  

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